ESPECTáCULOS › “LA MUERTE DE KRISHNA”, DE PETER BROOK

El poema interminable

La puesta que se verá a partir del miércoles es un fragmento de la colosal obra realizada por Brook, Jean Claude Carrière y Marie Hélène Estienne, una adaptación del “Mahabharata”, que condensa los saberes del hinduismo.

 Por Cecilia Hopkins

“Lo que no está en el Mahabharata no se halla en ninguna parte”, reza un dicho popular de la India, haciendo alusión al poema épico más extenso del mundo (su longitud equivale a varias Biblias), verdadero compendio de los valores éticos y religiosos de la cultura indo-aria. Con el estreno de La mort de Krishna (La muerte de Krishna) por la Compañía C.I.C.T. que dirige en París el británico Peter Brook, este miércoles llega a Buenos Aires al menos un fragmento del mítico The Mahabharata, espectáculo estrenado en 1985, de 9 horas de duración, representado en inglés y francés durante tres noches consecutivas por un elenco de 25 actores de 16 nacionalidades diferentes. La adaptación de la epopeya (sobre la cual se basó la versión cinematográfica posterior, también dirigida por Brook) fue obra de los franceses Jean Claude Carrière y Marie Hélène Estienne. La interpretación de La mort... (que se presentará en el San Martín todos los días hasta el domingo) está a cargo de Maurice Benichou y Starmila Roy.
Antes de ser un poema, El Mahabharata ya existía en la tradición oral. Pero su composición escrita requirió un dilatadísimo lapso (unos 600 años, desde el s.IV a. C.) en función de los episodios que continuamente fueron sumándose al eje argumental. De modo que, mucho antes de ser escrito en idioma sánscrito –al igual que otros antiguos tratados hindúes sobre temas religiosos y filosóficos–, el conjunto de relatos que integra el poema fue transmitido a través de generaciones de artistas trashumantes. Aún hoy, en ocasión de festividades religiosas, los mismos versos continúan convocando a cientos de personas que pasan la noche en torno de narradores y músicos especializados en el recitado del poema. Durante horas se detallan las alternativas de la guerra entre los legendarios Kauravas y Pandavas, dos bandos guerreros que, aunque pertenecieron a una misma familia, se enfrentaron en su decisión de conservar o reconquistar sus reinos. Al parecer, esa guerra civil tuvo lugar hace tres mil años, en las llanuras de Kurukshetra, al norte de la India, pero su relato sigue tan incorporado a la vida diaria que sus escenas se multiplican en las pinturas y bajorrelieves de los templos hinduistas, adornan las paredes de las casas y hasta son bordadas en el ajuar de las muchachas casaderas. Las múltiples historias que atraviesan la narración central del Mahabharata sobrepasaron los límites del país, extendiéndose sobre todo por el sudeste asiático donde, al igual que en su país de origen, inspiraron infinidad de poemas, espectáculos de danza y teatro de sombras. Gran parte de esos relatos llegaron también a Occidente junto a las caravanas de mercaderes, dando origen a muchos de los cuentos que integran colecciones medievales.
Traducido al francés y al inglés recién en el s. XVIII, el Bhagavad Gita es la sección del Mahabharata que más se conoce en todo el mundo, famoso por sus teorías acerca del conocimiento y la libertad, las cuales, según el propio Gandhi, se convirtieron en “una guía infalible para hacer frente a las tentaciones de la vida”, desde que en su juventud aprendió sánscrito con el solo objeto de leerlo. El libro encierra los consejos que imparte Krishna (encarnación del dios Vishnú) a Arjuna, uno de los líderes de los Pandavas cuando, ante la inminente contienda, duda si iniciar o no la lucha fratricida. Por lo tanto, en su condición de semidiós, Krishna es una de las figuras más importantes del poema en virtud de guiar, mediante sus atribuciones divinas, el destino de los protagonistas, si bien más tarde su naturaleza humana no lo libera del fracaso y la muerte.
La preparación del espectáculo les demandó a Brook y Carrière un período de once años. Los primeros meses fueron consagrados a las explicaciones de un sanscritista que los ayudó a captar el sentido profundo del texto. Luego, cada uno dispuso de un año para familiarizarse con el poema, tras lo cual se concretó la lectura en conjunto, ya con la presencia de Marie Hélène Estienne. “Recuerdo haber leído escenas en los aeropuertos, entre dos aviones, o una tarde en Madrás, en un taxi donde quedé atrapadodurante un embotellamiento interminable”, contó Carrière en una entrevista en la que resumía el trabajo conjunto que fue afianzándose luego de emprender con Brook varios viajes a la India, para conocer las formas escénicas que actualmente asume el poema. A modo de rompecabezas, el autor fue reescribiendo las escenas juzgadas como fundamentales, algunas de un tirón y sin introducir ningún cambio, otras, incesantemente, hasta encontrar una solución satisfactoria. Incluso, la estructura general de la obra no había aparecido aún cuando ya había sido fijada la fecha de estreno: “Nuestro Mahabharata nació así –admitió Carrière–, lentamente, en la mesa de cualquier café, sobre la esquina de un mantel de papel no muy limpio, incorporando la vitalidad y la energía que nos enseñó la experiencia india”.

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