EL PAíS › OPINION

La hipocresía de Macri

 Por  José Cruz Campagnoli *

A fines del año pasado, cuando Mauricio Macri decidió desdoblar las elecciones de la ciudad de Buenos Aires, supuso que unos resultados favorables en el distrito que gobierna desde 2007 habrían de impulsar su candidatura presidencial y fortalecer el último tramo de su campaña. Sin embargo, el balance para el PRO no ha sido el esperado.

El último domingo, el oficialismo porteño estuvo a apenas 50 mil votos de quedarse sin su único bastión electoral, lo cual hizo evidentes los signos de debilidad de la aventura presidencial de Macri. Y ya conocido el resultado definitivo del escrutinio, el líder del PRO sorprendió a propios y extraños con su discurso en el bunker.

Sus palabras, que prometieron mantener la Asignación Universal por Hijo y que el Estado siguiera administrando YPF y Aerolíneas Argentinas, son la expresión de una manifiesta contradicción con sus propias enunciaciones y con las prácticas de su fuerza política en el Congreso (que en todas las ocasiones votó en contra de las iniciativas del kirchnerismo). En ese sentido, evidenciaron con claridad que el discurso del PRO es, esencialmente, una gran hipocresía. Seguramente se trata de una enseñanza noventista: se convencieron de que si dijeran en público lo que verdaderamente harían de llegar a la presidencia, no los votaría nadie.

Pero, además de eso, las palabras de Macri fueron un testimonio de su resignada aceptación a una de las victorias más trascendentales del kirchnerismo, que es la de haber logrado construir una hegemonía que permitió organizar el debate político en torno de un conjunto de valores profundamente arraigados en la actualidad en la cultura popular (pero minoritarios hasta hace diez o quince años). La necesidad de la intervención del Estado en la economía, los derechos humanos como política de Estado o la importancia de iniciativas como la AUH son apenas algunas de las premisas que, tras doce años de kirchnerismo, articulan el debate público. En consecuencia, hasta la derecha más conservadora se ve forzada a aceptar (al menos en términos enunciativos) su vigencia y a debatir en esos términos y no alrededor de los que ella preferiría (inflación, ajuste, pago a los fondos buitre, etc.).

La construcción de esta nueva hegemonía responde a que lo profundo de las transformaciones implementadas durante los últimos doce años ha sido tan importante y tiene un nivel de aceptación popular tan extendido que sería muy difícil intentar dar marcha atrás con ellas. Por eso el líder de la derecha, antes que mantener su discurso reaccionario y continuar debilitando su campaña presidencial, opta por tomar prestadas las banderas a las que siempre se opuso, en un gesto que incluso sus propios militantes rechazaron con chiflidos en el búnker del PRO.

Sin embargo, a pesar de este repentino cambio de discurso, los intereses corporativos que la derecha representa no cesan en sus intentos por dar por terminado este ciclo de profundas conquistas sociales. Por eso, esta victoria política y cultural del proyecto nacional y popular debilita pero no entierra a ese paradigma conservador, que no dudaría un segundo en volver a desprenderse de recursos estratégicos de la Nación como YPF o Aerolíneas Argentinas; o que si la movilidad de la AUH no estuviera garantizada por ley, la licuaría a través de la inflación (como hace el PRO con las políticas sociales de la Ciudad); y que como el propio Macri sostuvo, aceptaría las condiciones que el juez Griesa nos quiere imponer en la pelea con los fondos buitre. Por eso no debemos bajar la guardia.

* Legislador porteño (Nuevo Encuentro-FpV).

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