EL PAíS › HOMENAJE A LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO Y FAMILIARES DE DESAPARECIDOS SECUESTRADOS EN LA IGLESIA DE LA SANTA CRUZ

“Sus nombres resuenan junto a los 30 mil”

Hace diez años, cinco de las 12 víctimas fueron identificadas por el EAAF. Ayer se recordó a todos y se ratificó el compromiso “en defensa de los juicios de lesa humanidad y las políticas de Memoria, Verdad y Justicia”.

 Por Ailín Bullentini

“¿Las viste, Guadi?”, le preguntó su papá a Guadalupe, que, desde los hombros del hombre, estiró su cuello de pequeños seis años para descubrir ese mundo al que fue invitada por la ventana más importante. “Allá están, ¿las ves? Esas son las Madres de Plaza de Mayo, esas mujeres que te conté que hace 40 años que piden saber qué pasó con sus hijos porque hace mucho que se los llevaron y nunca más aparecieron”, siguió el papá. Guadi las encontró, sentadas en la primera fila de la sala de espectáculos que los familiares de los 12 integrantes de la Iglesia de la Santa Cruz que cayeron en el terror de la última dictadura improvisaron en la esquina de esa parroquia para conmemorar un nuevo aniversario de sus detenciones y desapariciones. Les sonrió y les dijo hola con la mano. La jornada sirvió para celebrar el décimo aniversario de la recuperación de algunos de esos cuerpos arrebatados, que descansan desde entonces en el Solar de la Memoria de la iglesia, y para que la comunidad se exprese en el marco de la coyuntura política: “Es nuestro testimonio en defensa de los juicios de lesa humanidad y las políticas de Memoria, Verdad y Justicia que un Estado que se dignó a hacerse responsable de los delitos cometidos en su nombre desa- rrolló para intentar reparar”, dijo Roxana, sobrina de Angela Auad, una de las detenidas desaparecidas de la parroquia.

La celebración tuvo entre sus objetivos la conmemoración de la década de la identificación de los restos de algunas de las víctimas, el repudio del editorial del diario La Nación –“que llama a la vuelta a la impunidad”– la defensa de los juicios por delitos de lesa humanidad y “para que no haya retrocesos en la política de derechos humanos conquistada en estos años de lucha por Memoria, Verdad y Justicia”. Comenzó temprano en la tarde, con los primeros shows de música popular y ritmos folklóricos que dieron vida al escenario ubicado en la esquina de la parroquia, en el barrio porteño de Boedo. Entonces, mientras la provisoriamente bloqueada Estados Unidos se llenaba de espectadores, un grupo de vecinos, miembros de la comunidad parroquial y familiares de las víctimas, entre los que ya se cuentan sobrinos, nietos y bisnietos, realizaron un Siluetazo, intervención artística que es, desde 1983, sello de la lucha por los derechos humanos de las víctimas de la última dictadura cívico militar.

El bloque artístico, al que completaron muestras de fotos y pinturas relativas a los secuestros y las desapariciones de la Santa Cruz, fue clausurado por el folklorista Peteco Carabajal. Antes, su colega Bruno Arias dio paso a las palabras formales de los organizadores.

“Les devolvimos sus nombres y su presencia convirtió este lugar en el Solar de la Memoria”, resumieron dos mujeres desde el escenario en referencia a Esther Ballestrino de Careaga, Mary Ponce de Bianco y Azucena Villaflor, tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo; a la monja Leonie Duquet y a la militante Angela Auad, cinco de las 12 personas secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. Algunas eran familiares de desaparecidos; otros, entre militantes y religiosas, militantes en solidaridad con la búsqueda de esos que faltaban. Compartían un grupo de trabajo en el que se infiltró el genocida Alfredo Astiz, quien los entregó a todos.

Los familiares de los desaparecidos de la Santa Cruz recibieron de parte del senador nacional Juan Manuel Abal Medina la Mención de Honor Juana Azurduy, que otorga la Cámara alta, “un acto de extrema justicia ya que la reciben argentinos que dieron su vida para que hoy tengamos democracia”, definió Abal Medina. Luego, la Madre de Plaza de Mayo Laura Conte colocó un pañuelo blanco a la Virgen María, procedimiento insigna del homenaje a los desaparecidos de la parroquia. La ministra de Cultura, Teresa Parodi, la acompañó en el gesto, luego de que el secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, ofreciera el saludo de la presidenta Cristina Fernández y, en tono de fin de ciclo y emocionado, les pidiera a los participantes y organizadores que “con fuerza” siguieran militando. “Este homenaje es un testimonio de estos tiempos en los que el amor venció al odio”, gritó. Parodi también hizo referencia al cambio de gobierno: “Este proyecto político nos devolvió la dignidad, puso al pueblo en pie de nuevo, así que no termina nada el 10 de diciembre, de esto no se regresa. Nunca más, por nuestra historia, nunca más”.

Cinco de los 12 cuerpos robados a la historia fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), 28 años más tarde de sus secuestros –entre julio y agosto de 2005–. Las tres Madres fundadoras, Duquet y Auad permanecieron desde 1977 enterradas sin nombre en el cementerio de General Lavalle, en la provincia de Buenos Aires. Los había devuelto el mar, adonde habían sido arrojadas vivas por sus represores y asesinos. A Maco Somigliana, integrante del EAAF, el paso del tiempo lo mantenía “sorprendido” ayer. Una década pasó desde aquellas identificaciones “especiales por como fue el secuestro, por la connotación de quienes fueron las víctimas y por lo increíble de las condiciones en que se dio la identificación”, explicó a este diario. “Si uno se pone a pensar en todos los motivos por los cuales la cadena de identificación se podría haber cortado y no se cortó, se revelan los milagros que hicieron que hayamos podido dar con ellas”, reflexionó desde abajo del escenario.

El programa del acto conmemorativo lo tenía entre sus oradores, pero la lluvia acortó los tiempos y apuró el típico cierre, con la entrega de rosas blancas en las placas del Solar de la Memoria, en donde fueron depositados los restos identificados –una parte de Villaflor también persiste en la Plaza de Mayo–. Como un asistente más, reconoció en “lo angustiante de lo que vendrá” la “necesidad de recordar lo hecho durante estos buenos años pero también en condiciones mucho más contrarias a las que existen hoy y darle para adelante”. “Sabemos que estamos en el camino que corresponde”, remarcó. “La lucha por memoria, por verdad y justicia (...) por eso hoy están aquí en este lugar que se convirtió también para nosotros en un lugar en donde encontrarlas”, leyó Ana Careaga, parafraseando aquel discurso que ofreció cuando los cuerpos fueron recuperados: “Aquí sus nombres fueron inscriptos en la piedra cuando se les restituyó su identidad y resuenan en nuestras almas junto a los de los treinta mil”. Los tres gritos de “presente” fueron el código de cierre y la señal para comenzar a dejar las rosas blancas. “Ahora y siempre. Ahora y siempre. Ahora y siempre.”

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Las Madres de Plaza de Mayo, miembros de distintos organismos de derechos humanos y funcionarios participaron del acto de ayer.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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