EL PAíS › BOLIVIA EN LA MIRA DE WASHINGTON

La paz no es broma

La confusión surgió a partir de un error. Roger Noriega no es cubano, sino estadounidense de segunda generación y sus abuelos llegaron desde México. El punto crítico en la relación con Estados Unidos no es Cuba sino Bolivia. La Argentina y Brasil tuvieron una oportuna intervención en la crisis de octubre, pero al vencimiento de la tregua, han perdido la iniciativa. La Argentina se hace a la idea de un gobierno de Evo Morales, hipótesis que Estados Unidos no acepta.

 Por Horacio Verbitsky

Roger Noriega es un estadounidense de segunda generación, nacido en Wichita, Kansas. Sus abuelos llegaron desde México a principios del siglo pasado. A juzgar por los informes recibidos en varios diarios, alguien en la Cancillería argentina creía que el secretario para Asuntos Interamericanos era cubano, como el actual embajador en Buenos Aires, Lino Gutiérrez, quien sí nació en La Habana. Tampoco conocía esa información el asesor presidencial brasileño Marco Aurelio García, quien sugirió que Noriega había actuado como “disidente cubano”.
A partir de ese error se atribuyeron sus declaraciones a la personalidad de Noriega. De allí la sorpresa ante el respaldo del vocero del Departamento de Estado y del propio canciller, Colin Powell. No sería correcto deducir de esas ratificaciones que Estados Unidos piense colocar a Cuba en el centro de sus relaciones con la Argentina y sería bueno que tampoco la Argentina cubanizara la relación con Estados Unidos, porque ése es un terreno en el que no tiene nada que ganar. Sólo el jefe de gabinete, Alberto Fernández, puso la cuestión en sus justos términos. Estados Unidos tiene una política hacia aquel país del Caribe, la Argentina otra, que se expresa en la abstención cuando se trata de votar en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, dijo. Abstenerse tampoco implica aprobar lo que allí sucede, como lo demostró la gestión de la Cancillería en favor del reencuentro familiar de una médica cubana con su hijo y nietos que viven en la Argentina. No hay mucho más que agregar y cuanto antes se cambie de tema, mejor.

Agenda abierta

La referencia que provocó un maremoto en Buenos Aires, la formuló Noriega en respuesta a preguntas de George Landau, el embajador estadounidense en Paraguay durante los años de la Operación Cóndor, quien representa intereses de tenedores de bonos argentinos en mora. Durante su exposición formal ante el Council of Americas, Noriega no había mencionado a la Argentina. Además, la invitación del presidente George Bush a Néstor Kirchner para reunirse entre la segunda y la tercera sesión plenaria de la Cumbre Iberoamericana de Presidentes, transmitida en los primeros días del año por la embajada en Buenos Aires, fue para un encuentro con agenda abierta. El objetivo declarado: “Continuar el diálogo iniciado en julio en la Casa Blanca y seguir evaluando cómo van las cosas”. La idea de una citación no vino de Washington sino de la interpretación libre del diario Clarín. Más aún, el embajador Gutiérrez acordó en forma expresa con el canciller Rafael Bielsa que la situación cubana quedaría fuera de esa agenda. Gutiérrez anticipó que Bush ratificaría el apoyo al gobierno de la Argentina, pero con un matiz: del 95 por ciento de simpatía expresado entonces, pasaría ahora al 65 por ciento. Explicó la merma por la presión que sobre su gobierno ejercían los tenedores de bonos en cesación de pagos y el sector financiero conectado con ellos.
Gutiérrez agradeció a Bielsa que Kirchner no hubiera involucrado al gobierno de los Estados Unidos en sus cotidianos rechazos a las presiones del Fondo Monetario Internacional. El viernes al mediodía los dos funcionarios de más alta jerarquía del FMI, Horst Kohler y Anne Krueger, comunicaron al gobierno argentino que habían aprobado la primera verificación del acuerdo firmado el año pasado, sin cambios. Ni las metas de superávit ni el pago de intereses se modificarán. Kirchner ya había anunciado en actos públicos que los mayores recursos disponibles no se aplicarían a pagar deudas sino a inversión social y creación de empleo. Ese 65 por ciento de apoyo fue suficiente: el ministro de Economía Roberto Lavagna dijo que Estados Unidos había jugado un rol positivo para que HK y AK aceptaran esa decisión de NK.

Doble lenguaje

En un artículo publicado el viernes en el diario International Herald Tribune, el director ejecutivo de Human Rights Watch/Americas, José Miguel Vivanco, y el abogado de esa misma organización, Daniel Wilkinson, escribieron que “el ejemplo más notorio del enfoque inconsistente del gobierno de Bush sobre sus obligaciones internacionales se refiere a Cuba. Durante décadas, Estados Unidos ha condenado las prácticas del gobierno de Cuba en materia de derechos humanos, que están en verdad entre las peores de la región. Sin embargo, al mismo tiempo y en la misma isla, el gobierno de los Estados Unidos mantiene a centenares de detenidos en la denominada guerra contra el terrorismo, a quienes niega los derechos y garantías básicos contemplados por el derecho internacional. Este doble mensaje en Cuba ayuda a explicar por qué los latinoamericanos prefieren los mecanismos multilaterales como la Corte Penal Internacional y la Carta Democrática. Los consideran instrumentos vitales para fortalecer las normas de derechos humanos en sus propios países y, al mismo tiempo, como una alternativa a la aplicación selectiva y egoísta de esas normas por los gobiernos que tienen el poder de imponer su voluntad a otros”. Vivanco y Wilkinson recuerdan que “una encuesta reciente de Zogby International detectó que el 87 por ciento de los líderes de opinión en Latinoamérica desaprueba la política de Bush en la región”.

Bolivia

Por más que éste sea año electoral en Estados Unidos y que uno de los estados clave para el resultado sea Florida, donde tiene su asiento el exilio cubano, la mayor preocupación de Bush no es La Habana sino La Paz. El voto argentino en Naciones Unidas sobre Cuba le importa menos que la posición de Kirchner acerca de lo que pueda suceder en Bolivia en los próximos meses. Lo mismo debería ser cierto para la Argentina respecto de Estados Unidos. La cuarta parte o el tercio del electorado que apoya al líder de los cocaleros, Evo Morales, cuenta más que las votaciones superiores al 95 por ciento que obtienen los candidatos del partido comunista cubano. Morales es la más flamante criatura de la torpeza diplomática estadounidense. Bastó que el ex embajador Manuel Rocha lo atacara para que se duplicaran las adhesiones a su candidatura. Según la BBC de Londres, esa fue la prueba de que no formaba parte de la elite corrupta que desde hace décadas gobierna el país. Nada indica que esa desinteresada ayuda estadounidense a la carrera política de Morales vaya a interrumpirse.
En octubre dos emisarios de la Argentina y Brasil, Eduardo Sguiglia y Marco Aurelio García, volaron a La Paz luego de los peores enfrentamientos armados en el cono sur desde la finalización de las dictaduras de la seguridad nacional. Estados Unidos trataba de articular respaldos al presidente con subtítulos en español Gonzalo Sánchez de Losada, a cualquier costo. La Argentina y Brasil iban en busca de una solución pacífica e institucional. La renuncia de Goni y la asunción del vice, Carlos Mesa, marcó una tregua. Los estadounidenses creen que el alzamiento campesino fue financiado por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. En noviembre Kirchner se reunió en La Paz con Chávez y Morales juntos. Un fotógrafo de la presidencia registró el instante. En el gobierno argentino no hay unanimidad. Algunos piensan que Morales estaba demás allí. Otros consideran que quien sobraba era el fotógrafo. Bielsa declaró ese día que Morales tenía los votos, y que la Argentina le ofrecía “ayudarlo a formar cuadros administrativos y técnicos para su proyecto”.
En ese punto, las lecturas políticas difieren. Para la Argentina, es probable que Morales llegue a la presidencia en una elección no muy lejana. Por ello, conviene que tenga contención desde los principales países vecinos. Para Estados Unidos es impensable que Morales pueda asumir el gobierno. El jefe del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses, general James Hill se lo dijo al ministro de Defensa José Pampuro en Estados Unidos y a Bielsa en Buenos Aires. En su libro The Mission la periodista del Washington Post Dana Priest describe cómo los jefes de los Comandos Sur, Europa, Central y del Pacífico reinan como procónsules y han desplazado a la cancillería en la formulación y ejecución de la política exterior estadounidense. El mismo mensaje del texano Hill lo escuchó Pampuro del ministro de Defensa Donald Rumsfeld y Bielsa del embajador Gutiérrez. Contra toda lógica llaman “narcotraficante” a Morales. Los tres meses de la tregua pactada en octubre van a cumplirse. Los campesinos reanudarán su presión pero Mesa anhela permanecer en el gobierno hasta 2007 y Estados Unidos lo apoya. La eventual desestabilización de Bolivia tendría un efecto tremendo sobre toda la región pero, en primer lugar, sobre la Argentina y el Mercosur. No es evidente que el gobierno esté prestando a este riesgo la atención debida.

A la mar

Una de las incógnitas de la reunión de Monterrey es el comportamiento de Chávez. No se descarta que plantee allí la necesidad de una salida al mar para Bolivia, lo cual podría dejar a la Argentina en una situación complicada. En los últimos encuentros multilaterales, Chávez y Ricardo Lagos apenas se saludaron. La Cancillería se ilusiona con el ofrecimiento de Chávez de que Venezuela compre porotos salteños por mil millones de dólares al año (sic). Pese a que las compras venezolanas están centralizadas, como aquí en tiempos del IAPI, hasta ahora ni un poroto argentino ha sustituido a los que llegan a Caracas desde China, vía Cuba. Pero Chile es un aliado tan estratégico como Brasil y la recreación del viejo ABC la única esperanza de paz y estabilidad en una región cada día más convulsionada.
La sociedad venezolana se ha polarizado entre dos bandos que se odian con la misma intensidad que la de la Argentina hace medio siglo. Colombia sigue desgarrada por una guerra civil monstruosa y con intervención externa. La captura de un dirigente de las FARC en Ecuador, donde desde hace varios años se asienta una base estadounidense, ejemplifica el temido derrame. Perú tiene el gobernante con los índices de aceptación popular más bajos de la región y una sociedad civil que el año pasado se movilizó en forma exitosa en el sur para impedir la privatización del agua, antecedente inmediato de la rebelión boliviana contra la exportación de gas a California por puertos chilenos. En ese contexto, tanto Chile como Brasil han desplazado tropas hacia sus fronteras calientes, en el norte y en el Amazonas, y las han restado de los límites con la Argentina, con la que están avanzando en hipótesis de cooperación. El jefe del Ejército, Roberto Bendini, negó ante el gobierno que haya analizado con sus pares de Chile y Brasil cualquier forma de intervención en Bolivia. Desmintió así al diario cuyo subdirector le presentó a Kirchner un pliego de condiciones si quería durar más de un año. Su primer punto era “alineamiento incondicional con Estados Unidos”.
Durante la reunión de seguridad hemisférica de octubre en México, Bielsa sondeó a los cancilleres de Perú y Chile sobre la posibilidad de una salida al mar para Bolivia. Tanto Alan Wagner como Soledad Alvear fueron atentos con el argentino, quien en noviembre despachó a Sguiglia a Lima a concretar la propuesta. Incluía un corredor de un kilómetro de ancho sobre el que se construiría una carretera y un ferrocarril hasta el puerto. El territorio de esa franja sería cedido en partes iguales por Chile y Perú y administrado por el Mercosur. Wagner recibió a Sguiglia junto con su segundo, Manuel Rodríguez, pero el neófito argentino pidió hablar a solas con el canciller. Sobrino de uno de los generales que acompañaron la experiencia setentista del general Juan Velasco Alvarado, Rodríguez hubiera sido un interlocutor mucho más interesado que Wagner. Para colmo, pocos días después Wagner renunció y Rodríguez asumió la cancillería. La gestión se filtró a la prensa y abortó, porque los cuidados no fueron tantos como las dificultades. Para los bolivianos, que hace 125 años quedaron enclaustrados, toda oferta es insuficiente. Los chilenos temen que se reabra una discusión global sobre las consecuencias de la guerra del Pacífico, en la que fueron vencedores. Los peruanos, que perdieron en aquella misma guerra la provincia de Arica (también Tacna, pero la recuperaron por negociaciones en 1929) no aceptan ceder un kilómetro más de su territorio. Por eso vetaron en 1975 una propuesta similar del dictador Augusto Pinochet.

Sarampión

Luego de la misión Sguiglia, la Argentina formuló otra propuesta, siempre en busca de una solución pacífica a la crisis boliviana. Incluía a los países de la región, a los actores políticos bolivianos, a la Iglesia Católica, a las Naciones Unidas y al ex presidente estadounidense James Carter. La mescolanza no fue aceptada. Mesa también declinó un ofrecimiento mexicano de crear un Grupo de Amigos de Bolivia, porque advirtió que era el paso previo al Sacramento de la Extrema Unción. El viernes próximo, otra propuesta estrambótica tendrá lugar en Washington. El Departamento de Estado y México convocaron a un “Grupo de Apoyo a Bolivia”, sin Perú ni Chile. Deberían integrarlo ellos mismos, Bolivia, la Argentina, Uruguay y Brasil, el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, la Corporación Andina de Fomento y once países desarrollados a quienes se menciona como “donantes” (entre ellos Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y España). El objetivo es proveer asistencia financiera y diplomática a la democracia boliviana. Escucharán los diagnósticos del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, como si fueran parte de la solución y no del problema. La Argentina siente esto como una intromisión en el cono sur y se hará representar apenas por el embajador en Washington. Antes aún, todos habrán oído el discurso de cierre de la Cumbre de Monterrey, que como presidente del país anfitrión de la próxima reunión, pronunciará Kirchner. Es deseable que la pluma de Carlos Zanini lo preserve de un sarampión patriotero como los de 1979 y 1982, cuando los argentinos eran derechos y humanos o pedían que les trajeran al Principito.

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