EL PAíS › HASTA 1990 EL EJERCITO ENSEÑO A TORTURAR

La Escuelita

Bajo los gobiernos de Alfonsín y Menem, el Ejército enseñó a torturar con picana en los cursos para comandos. Las fotos que lo demuestran fueron entregadas por el CELS al ministro de Defensa Pampuro. Al volver de México, Kirchner ordenó a Bendini que le informara de qué se trataba y que identificara a los fotografiados. Ayer, mientras Bendini informaba, cuatro presos bonaerenses denunciaban que en la madrugada habían sido torturados con electricidad en la cárcel de San Nicolás.

Las fotos que ilustran esta nota no fueron tomadas en un campo de concentración de la dictadura militar sino en un campo de entrenamiento del Ejército en 1986, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. El miércoles, al regresar de México, el presidente Néstor Kirchner citó al jefe de Estado Mayor del Ejército, general Roberto Bendini. A las nueve de la noche, en presencia del ministro de Defensa, José Pampuro, le dio plazo hasta las 9 de la mañana siguiente para que informara de qué se trataba e identificara a las personas que aparecen en las fotos. A la hora indicada, Bendini entregó a Kirchner y Pampuro una docena de nombres y le informó que las fotos fueron tomadas en un sitio llamado “Quebrada de la Cancha”, en Córdoba, donde se realizaban los cursos de entrenamiento de comandos de las distintas Fuerzas Armadas. En 1991, el curso no se impartió. Esa práctica aberrante fue suprimida en 1992, cuando ocupaba el Ministerio de Defensa Erman González y la Jefatura de Estado Mayor del Ejército el general Martín Balza. Entre ese año y 1994 el curso se dictó “según metodología extraída del curso de guerra en la selva” del ejército brasileño, de resistencia física, pero sin torturas, según explicó Pampuro. Entre 1997 y 2002 se adecuó a la guerra tradicional y con respeto por la Convención de Ginebra. El año pasado no se realizó. Esto significa que durante las presidencias de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, mientras fueron ministros de Defensa Raúl Borrás, Roque Carranza, Germán López, Horacio Jaunarena, Italo Luder y Humberto Romero, el Ejército Argentino siguió enseñando a torturar a sus efectivos y a los de la Armada, la Fuerza Aérea, la Prefectura Naval, la Policía Federal y la Gendarmería Nacional.
Balza, quien condujo el Ejército entre 1991 y 1999, dijo que no estaba seguro si el último año en que se realizó el curso con el adiestramiento para torturar fue en 1989 o 1990, en todo caso antes de que él asumiera la jefatura. Que bajo su conducción el “punto de estación conflictivo” no se realizó con la “metodología repudiable violatoria de la dignidad humana”.
Las fotos fueron halladas en un laboratorio de revelado con varias sucursales en distintos lugares del país, en ocasión del cierre de una de ellas, en la costa atlántica. El dueño del negocio las entregó a un fotógrafo conocido quien, a su vez, hizo llegar una copia al Centro de Estudios Legales y Sociales. El Centro de Estudios Legales y Sociales intentó identificar el lugar y las circunstancias, pero como no pudo las entregó el lunes al ministro Pampuro, junto con un pedido de informes. “No queríamos hacer una denuncia pública sin estar seguros de qué se trataba”, dijo su presidente, Horacio Verbitsky. Luego de la reunión con Bendini y Pampuro, Kirchner convocó a la Casa de Gobierno al presidente del organismo denunciante, Verbitsky, a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, y a Tati Almeyda, de Madres de Plaza de Mayo. En una audiencia posterior, recibió a la presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. A todos les comunicó la orden que había impartido a Bendini y su sorprendente resultado. “Así no puede haber Fuerzas Armadas democráticas. Después nos extrañamos si algún militar no entiende cuál es su rol”, dijo Kirchner.
El Presidente se comunicó con el ministro de Defensa y le indicó que recibiera a los representantes de los organismos de derechos humanos. Pampuro estaba en compañía del secretario de Asuntos Militares, Jaime Garreta. Dijo que luego de recibir la orden presidencial, Bendini había ordenado la presencia en Buenos Aires del director de la Escuela de Comandos, de Córdoba, quien llegó a la sede del Ejército a la madrugada. Durante toda la noche trabajaron en la identificación para que Bendini pudiera cumplir con la orden del Comandante en Jefe. (Ver “Nombres”)
Pampuro preguntó a los organismos si podía sumarse a la reunión el general Bendini para completar el informe. Los visitantes aceptaron y el jefe de Estado Mayor del Ejército explicó que esas fotografías habían sido tomadas en 1986 en un lugar de Córdoba que podría ser “Quebrada de la Cancha” o “Potrero del Chajá”, durante el Curso de Comandos, que se denomina “Resistencia como prisionero de guerra, evasión y escape”. Dijo que ese curso, de tres meses de duración, incluía tres etapas, una en Córdoba, otra en el monte misionero y otra en las montañas nevadas. Varias veces a lo largo de la reunión dijo “yo no comparto esos métodos” y narró que desde 1994 el entrenamiento de los comandos incluye prácticas de supervivencia pero proscribe cualquier actividad que contradiga las convenciones internacionales en lo que se refiere al trato de prisioneros. Las torturas a los cursantes se realizaban con el argumento de que así aprendían a resistir. Bendini dijo que esa clase de prácticas comenzaron en 1964 o 1965, como cursos de supervivencia, para oficiales de Caballería e Infantería. Sólo duraban tres semanas y eran obligatorios. Fueron introducidos en la Argentina por oficiales franceses de las guerras coloniales de Indochina y Argelia que luego sistematizó la Escuela de las Américas, de los Estados Unidos. A partir de 1972/73 fueron voluntarios, para comandos de las distintas fuerzas militares, pero también de seguridad. El jefe de Estado Mayor dijo a sus visitantes que “el Ejército nunca más va a ser empleado en el ámbito interno”.
Bendini mostró a sus visitantes un álbum de fotos entregado por un cursante de 1987, en el que se observan las mismas instalaciones, aunque no se ve torturar. También tenía un libro del profesor de la Escuela Superior de Guerra Isidoro Ruiz Moreno, titulado Comandos en Acción. El Ejército en Malvinas, en cuyas páginas 41 y 42 se describe el entrenamiento impartido. “No falta ni siquiera la experiencia de prisioneros, una de las más fuertes, pues estos campos no responden a los requisitos establecidos por la Convención de Ginebra”, escribió el profesor. El libro fue editado, precisamente, en 1986. Según Ruiz Moreno, se aplica allí “la experiencia vietnamita, que lleva al límite de la resistencia y de la voluntad, ya que en última instancia, el hombre se prueba a sí mismo, porque está enfrentado a su propia superación: en cualquier momento puede solicitar su retiro del curso, y le es admitida su separación al instante, sin que eso implique desdoro. Todos los participantes en un ejercicio caen prisioneros, tarde o temprano, y saben que van a pasar por un tramo muy desagradable antes de llegar a la salida. El candidato es capturado sorpresivamente, encapuchado y golpeado siguiendo un método preestablecido. Sus instructores no le escatiman el uso de esos garrotes de caucho que usa la policía, aunque constantemente bajo la vigilancia de un médico y de un psiquiatra”. No menciona en cambio la picana eléctrica que se observa en las fotos. “Encerrado desnudo en un estrecho pozo que lo mantiene forzosamente parado –mejor dicho sepultado en él–”, sigue Ruiz Moreno, “se encuentra el infeliz tapado por una chapa de lata o zinc que lo abrasa al sol o lo congela de noche, recibiendo una sola comida por día, una polenta caliente que debe recoger con sus manos, y ahí permanece inmóvil por tres días, perdida la noción del tiempo. Sólo sale para ser interrogado sobre detalles y características del curso que está realizando, y para obtener su información. El Comando es golpeado cuando es menester, y también cuando no hace falta. Hasta entonces, en su sepultura, ha debido escuchar constantemente música popular centroamericana o proclamas marxistas y subversivas, que un altoparlante propala sin cesar. Tuvo tiempo de pensar y de rezar, que es lo único que puede hacer”. Según Bendini, el objetivo era capacitar a los comandos para resistir las peores condiciones, cuando tuvieran que operar detrás de las líneas enemigas en la guerra convencional. La descripción del libro que él mismo señaló indica otra cosa: con música centroamericana y proclamas marxistas es obvio que se trataba de una preparación para la represión interna, tal como la que las Fuerzas Armadas aplicaron entre 1976 y 1983. Si se trataba de guerra convencional, tampoco se explica la presencia de cursantes de fuerzas de seguridad. Ruiz Moreno menciona a dos instructores, poco conocidos entonces: Aldo Rico y Mohamed Seineldín, a quien cita diciendo que el curso de comandos “no termina nunca para aquellos que lo toman como un estilo de vida”. Luego de la revelación pública de las fotos, Alfonsín se comunicó con el ministro Pampuro. “Yo no sabía nada”, dijo.

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Posan sonrientes. De pie: suboficial mayor Félix Ramón Godoy, suboficial mayor José Basilio Rivas, un suboficial de la Armada, el entonces capitán Tomás Fernández y el suboficial mayor Bracamonte. En la fila del medio el suboficial buzo táctico de la Armada Daniel Lazo. Rodilla a tierra un suboficial de la Fuerza Aérea, el suboficial de la Prefectura De los Santos y alguien aún no identificado.
 
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