EL PAíS

Tormenta con Lagos en el helicóptero presidencial

El Presidente está ofendido con su par chileno. Pone muchas expectativas en el lanzamiento de la Empresa Nacional de Energía que será testigo en el mercado energético. Su pensamiento sobre la crisis.

 Por Diego Schurman

Las manos en el bolsillo. El paso largo e inquieto. Y su silencioso despacho como testigo. Néstor Kirchner seguía preguntándose anoche, frente a sus más íntimos, por qué Ricardo Lagos lo había llamado el viernes para pedirle perdón si apenas unos días después terminaba volviendo a la carga contra la Argentina. Para decirlo en términos diplomáticos, estaba sumamente ofendido con su par trasandino. Y consideraba una “locura” la afrenta chilena por el recorte en las exportaciones de gas. “Lagos les tiene que reclamar a las empresas, no a nuestro Gobierno, porque lo que dijo es un descrédito para nuestro país”, evaluó.
La respuesta formal argentina se había conocido por la mañana, de boca del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro de Planificación, Julio De Vido. Pero en el crepúsculo, Kirchner seguía analizando el conflicto que, sabe, traerá cola durante los próximos días y, quizá, semanas.
A los suyos ya les anticipó que no piensa cerrar la boca, aunque sin salirse de las formas diplomáticas.
–Hay que contestar con la fuerza que merece el tema –avisó, precavido y remarcando cada palabra.
Luego, mostrándose más enigmático que nunca, recomendó prestar atención a las novedades que traerá el lanzamiento de la Empresa Nacional de Energía. Se trata, tal como anticipó Página/12, de una firma testigo para las petroleras y gasíferas que operan en el país.
“Esperen al 11 de mayo y ya van a ver”, se jactó sonriente en los pasillos de la Casa Rosada, como quien guarda un as en la manga.
La frase la repitió delante de un ministro, en la explanada de la calle Rivadavia, mientras salía de su despacho hacia el Sikorsky que lo llevaría a la Feria del Libro.
“Sabés lo que pasa –siguió ante su interlocutor en tránsito–, en Chile la derecha tiene mucho peso. Son fuertes.” Por si hiciera falta traducción: Kirchner estima que Lagos habló porque está pagando un costo político por la escasez de gas y no quiere quedar descolocado frente a las críticas de la oposición.
Claro que el Presidente, a pesar de la muy buena relación que mantuvo hasta ahora con su par chileno, no quiere hacerse cargo de la interna política trasandina. Y por eso repitió hasta el cansancio que el libro de reclamos no está en la Casa Rosada sino en Repsol y el resto de las firmas petroleras que le venden gas a Chile.
En ese momento, en los laberintos del poder se propalaba la información que el recorte de suministro de energía no era una exclusividad de Chile, sino que en Brasil había ocurrido lo mismo. La explicación quedó a cargo del ministro del Interior, Aníbal Fernández.
“A Brasil se le cortaron 2,5 millones de metros cúbicos diarios”, dijo Fernández a tono con la retórica del Gobierno. Las palabras del ministro político fueron acompañadas por la distribución de un trabajo de “análisis e investigación” con el Plan de Racionalización de Energía Junio 2001 - Febrero 2002 del Brasil.
Kirchner leyó el trabajo y lo puso de ejemplo en cada conversación que mantuvo durante la jornada de ayer. Le servía de parangón con los que sucede en la Argentina.
Sin demasiadas especificidades, el pronóstico del Presidente se escuchaba en cada rincón con un optimismo desbordante. “Este año vamos a pelearla, el 2005 va a ser el año de la estabilización y el 2006 va a ser definitivamente el momento del gran despegue. Pero este año, hay que pelearla.”
–¿Y cómo viene la pelea? –le preguntó entonces su casual interlocutor.
–Pregúntenle a él –salió del paso, señalando a De Vido, quien justo en ese momento ingresaba a la Rosada para enfrascarse una vez más con el tema.
Hasta entonces, Kirchner no había hablado públicamente de la conflictiva situación. Pero sabía que por poco tiempo. “Ahora se vienen las preguntas...”, vaticinó arriba del helicóptero a su vocero Miguel Núñez y a su secretario Daniel Muñoz, sabiendo que en el predio de la Sociedad Rural los periodistas no harían otra cosa que acosarlo.
Tuvo una pequeña pausa de dos minutos, en el Campo de Polo, donde aterrizó el helicóptero. Fue recibido por personal militar, se interesó por el predio y se zambulló en el auto oficial para recorrer las pocas cuadras hasta la feria.
No estaba errado sobre la requisitoria periodística. La crisis del gas fue, como imaginaba, la pregunta que lo recibió apenas pisó el predio de Palermo. “Argentina va a garantizar el mercado interno como corresponde”, dijo con la lógica que ya había esbozado puertas adentro para adoctrinar a su tropa: crecimiento, producción, riqueza y empleo.
De los cuestionarios incómodos a las canciones tribuneras. En medio de los stand, Kirchner y la estela de periodistas escucharon el “olé, olé, olé, Néstor, Néstor”, que regalaron los concurrentes, mechado con un “y ya lo ve, y ya lo ve, es para Menem que lo mira por TV”. No resultó poco para quien no tenía contacto con la gente desde su indisposición estomacal.
Si Lagos lo había preocupado, la indefectible firma de autógrafos y el saludo de un viejito que se le acercó para cantarle “usted es el mejor presidente que hemos tenido” lo hizo terminar la jornada con una sonrisa en la cara.

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Kirchner, bañándose en gente en la Feria del Libro. Allí volvió a hablar sobre la crisis energética.
 
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