EL PAíS › TERMINO LA ASAMBLEA ANUAL DEL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL Y EL BANCO MUNDIAL

Los poderosos del mundo van por más

Durante el fin de semana los organismos volvieron a reclamar una mejora de la oferta a los acreedores y aumento de tarifas para las privatizadas. Junto con la apertura económica, siguen siendo para ellos los factores clave para un “crecimiento sustentable”. La apelación de Lavagna.

Los poderosos del mundo consideraron que la Argentina sólo podrá mantener el crecimiento de su economía si aplica rigurosamente las recetas que ellos recomiendan. Al tope de los reclamos se encuentran dos: Para el Fondo Monetario Internacional aumentar los pagos ofrecidos a los acreedores privados, para el Banco Mundial subir las tarifas de los servicios públicos. Unos pasos atrás, con ímpetus sosegados, sigue la adopción de más libre comercio. El titular del Fondo, Rodrigo Rato, instó al país a cumplir con una reestructuración “amplia y sustentable” de su deuda y contar con un marco fiscal “sostenible a mediano plazo”, recomendaciones que fueron leídas de manera optimista desde la Argentina (ver aparte). Estas consideraciones, escuchadas hasta el hartazgo durante los tres días de la Asamblea Anual del FMI y el BM que finalizó ayer en Washington, destacan, una vez más, la atención que los organismos prestan a sus representados.
En su discurso de cierre de la sesión plenaria, el director gerente del FMI, Rodrigo Rato, insistió en que los países “deben aprovechar esta etapa de recuperación económica” para adoptar medidas que permitan consolidar el crecimiento. Entre ellas, citó la necesidad de la colaboración entre las naciones para mitigar los desequilibrios en sus intercambios comerciales y financieros y destacó la conveniencia de promover la “consolidación fiscal”. Rato saludó el “consenso” internacional para aumentar la asistencia a las naciones en desarrollo y condonar las deudas de las más pobres. Acerca de las distintas propuestas presentadas sobre el particular, entre ellas la patrocinada por Francia, Brasil, Chile y España para gravar las transacciones internacionales con un impuesto para el desarrollo, Rato las calificó de “técnicamente sólidas” pero consideró necesario un acuerdo político para su puesta en marcha.
El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, se preocupó no sólo por la pobreza, según reza el discurso de la institución, sino también por el libre comercio. En este sentido reiteró el llamamiento lanzado días atrás por el BM y el FMI para impulsar el éxito de las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC, un asunto que el Fondo considera “esencial” para el crecimiento económico.
Después de haber entrado en default, la Argentina pasó a ser un pagador neto a los organismos financieros. Estos, con cobros netos por cerca de 10 mil millones de dólares, redujeron su exposición en el país, lo que les valió el reproche de los acreedores privados, quienes fueron dejados afuera del reparto. Con el correr de los meses, los privados reagruparon fuerzas y volvieron a la carga. Esta vez lo hicieron a través de los gobiernos del Grupo de los 7, no sólo los países más ricos, sino también el lugar de residencia de muchos de quienes apostaron a las supertasas que ofrecía la desesperada Argentina de fines de la convertibilidad.
Dado que el país siempre pagó en regla sus obligaciones con los organismos y, para exasperación de los privados, acumula un inmenso superávit fiscal, no es casual que la obsesión de los acreedores se haya transformado en “ir por más”. De esto trataron todas las referencias a la Argentina que se escucharon el fin de semana en la Asamblea. Sólo hubo una excepción a las críticas cerradas, el reconocimiento del “buen desempeño macroeconómico” logrado por el equipo de Roberto Lavagna. En realidad, sería más que difícil negarle a la actual administración la obtención de un superávit record, el control de la inflación a pesar de la devaluación y su capacidad de contener el conflicto social. Pero más allá del leve respiro dado a Lavagna y sus colaboradores, el cuchillo de los reclamos se mantuvo siempre cerca del cuello. Una de las representaciones más paradigmáticas de la típica visión que “en el mundo” impera sobre la Argentina fue puesta en escena el fin de semana por el ministro de Economía de Italia, Domenico Siniscalco, en su discurso ante el Comité Financiero y Monetario Internacional (CFMI), que dirige las políticas del FMI.
“En la Argentina, a pesar del fuerte crecimiento y desempeño fiscal, el cumplimiento con el programa del FMI aprobado en Dubai sigue siendoinsatisfactorio”, disparó el ministro. “Hay señales de que las reformas están de hecho yendo en la dirección opuesta”, agregó. El gobierno de Néstor Kirchner debe “mantener un estrecho contacto con el Fondo y hacer progresos en la agenda estructural, sin lo cual la actual recuperación no será sostenible. En el frente estructural, no hay progresos significativos en el reparto de ingresos (entre la nación y las provincias), el fortalecimiento de la ley de responsabilidad fiscal, la reforma impositiva o la renegociación de concesiones de servicios públicos, que todavía preocupa al Banco Mundial.” Siniscalco hablaba para los alrededor de 400 mil tenedores de títulos argentinos que existen en su país. Lo hizo sin hacerse cargo de las responsabilidades fronteras adentro, en especial de la participación de los grandes bancos italianos en la colocación de papeles de deuda altamente riesgosos entre pequeños ahorristas. El sábado, integrantes de la comitiva argentina dejaron trascender que las críticas contra el país estaban siendo “motorizadas por Italia”. Ayer, Lavagna también agregó a la lista a Japón.

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Rodrigo Rato, presidente del FMI, en la asamblea en Washington.
 
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