EL PAíS › LAVAGNA RESPALDO AL NEGOCIADOR DEL
CANJE, NIELSEN, Y ABRIO DUDAS CON EL FMI

Defensa de gestión ante lluvia de cascotes

El ministro de Economía utilizó la tribuna de la Conferencia Anual de la UIA para apoyar a su equipo económico, cuestionado por la demora en el canje de la deuda. También sostuvo que la negociación con el FMI puede dilatarse, lo que implica que se seguirá pagando sin reembolsos del organismo. Y apuntó a los críticos del exterior.

 Por David Cufré

A Roberto Lavagna le llegó el día de estar a la defensiva. El traspié con el canje de la deuda le dio una oportunidad a sus adversarios dentro del gabinete, como Alberto Fernández y Julio De Vido –quienes, a su vez, no se llevan nada bien– para caerle encima, mientras que sus rivales del exterior tampoco desaprovecharon la ocasión. El ministro de Economía utilizó la primera oportunidad que tuvo para responderles a unos y otros, con tono y gestos desafiantes, como para disimular su circunstancial debilidad. Fue ayer, en el acto de clausura de la conferencia anual de la Unión Industrial Argentina. Lavagna fue allí acompañado por su principal colaborador, Guillermo Nielsen, para demostrar que no piensa sacrificarlo, tal como le sugirieron desde la Casa Rosada. Además, abrió interrogantes sobre la negociación con el FMI.
“Quiero rendirle mi homenaje y mi reconocimiento al equipo que me está ayudando acá y en el exterior, que está haciendo incondicionales esfuerzos para concluir la reestructuración de la deuda”, expresó Lavagna, con toda la intención de demostrar que su continuidad en el Gobierno está atada a la de Nielsen. Este último funcionario ingresó al amplio salón del hotel de Pilar adonde se realizó la conferencia cuando el resto de las autoridades nacionales y empresarias ya estaban sentadas en sus lugares. Un ligero murmullo acompañó sus pasos hasta que se sentó en la mesa principal, rápidamente movilizada para hacerle lugar. Nadie lo esperaba, pues su cargo como secretario de Finanzas le da poco contacto con el mundo de la producción.
Antes del jueves pasado, día en que empezó a desmoronarse la estrategia del Palacio de Hacienda para canjear los bonos en default, era impensado que alguien pudiera amenazar la estabilidad del equipo económico. “Ya van a ver cuando se conozcan las 300 páginas del prospecto (con la propuesta a los acreedores), que ha sido calificado como de enorme calidad técnica”, les dijo Lavagna a los cuatrocientos empresarios presentes, siguiendo con los elogios a Nielsen. Sus colegas/contrincantes en el gabinete no están tan satisfechos, y así se lo hicieron saber a Néstor Kirchner.
El principal problema del Gobierno por las demoras para salir del default son los pagos al FMI. Lavagna reconoció ayer –tal como anticipó Página/12 el último martes– que la relación con el organismo quedará en suspenso mientras continúe la pulseada con los bonistas. Lo hizo en respuesta a una consulta del público.
“Qué ocurrirá con las negociaciones con el FMI que deben empezar en enero?”, fue la pregunta, leída por un locutor.
“Deben no, no necesariamente”, aclaró el ministro. Luego dijo que es “una posibilidad” que comiencen ese mes, pero recordó que “el acuerdo que teníamos con el Fondo era suspender las revisiones trimestrales mientras durara la oferta de reestructuración”. El aplazamiento del canje “no altera la relación con el FMI”, agregó. Finalmente, dijo que “probablemente habrá que esperar hasta el 17 de enero” para iniciar las gestiones de un nuevo acuerdo.
El hecho de que “no se altere la relación con el FMI” implicaría mantener las condiciones actuales. Desde que se suspendió el convenio, en julio pasado, la Argentina pagó puntualmente cada vencimiento con los organismos internacionales, salvo los que podían postergarse un año con el FMI porque así lo permitían las cláusulas contractuales de los préstamos.
Una alta fuente del Palacio de Hacienda indicó a este diario que el Gobierno intentará iniciar las negociaciones con el Fondo una vez abierto el canje, sin esperar a su resolución el 25 de febrero. Sin embargo, es altamente improbable que Rodrigo Rato y el Grupo de los Siete países más poderosos se presten a acordar con Argentina antes de que se sepa cuántos acreedores aceptaron la propuesta de reestructuración. De hecho, con el cronograma anterior del canje, el nuevo programa con el FMI iba a negociarse en enero y no en diciembre. Si Argentina no quiere soportar la presión de Washington, como dice Lavagna, entonces deberá resignarse a posponer todo hasta marzo. En ese caso, la opción de pagar a los organismos le costará al Estado 1851 millones de dólares y 2331 millones si el arreglo se demora hasta fines de abril.
Lavagna buscó restar dramatismo a la situación. Recordó que el crecimiento económico de 2003 y el de este año se lograron “a pesar del default”, con “ahorro interno”, y remarcó que la economía puede seguir por ese camino un tiempo más. También hizo un repaso de su propia gestión, en un mensaje a sus críticos. Se remontó al corralito y al caos imperante en abril de 2003 y llegó a la expansión del “17 por ciento” de los últimos dos años.
Después de defender a Nielsen y a sí mismo de los ataques internos, el jefe de Hacienda confrontó con sus críticos del exterior. “Muchos de los países que hoy nos señalan con el dedo han tenido a lo largo de la historia varios sucesos de default más graves que el nuestro”, disparó. “Argentina está por debajo de la mitad de la tabla de los países que cayeron en default, así que no hay razón para dejarse señalar con el dedo más allá de lo conveniente”, remarcó. A su juicio, “la salida que ofrece la Argentina no es distinta” a la que propusieron otros países en el pasado. De paso, aprovechó para repetir que “la oferta (a los acreedores) es inamovible”. Por último, Lavagna citó el editorial publicado anteayer por el diario británico Financial Times, que “podría resumirse en cuatro palabras: tienen que pagar más”. “Han llegado hasta el hueso, ya ni siquiera hablan de endulzar la oferta, que para nosotros significaría amargarla”, reprochó, recuperando su clásica ironía.

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Roberto Lavagna, ministro de Economía: “No hay razón para dejarse señalar con el dedo más allá de lo conveniente”, afirmó.
 
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