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Los piqueteros compraron una mina y la reabrieron

La Brava, en Jujuy, una de las tres únicas minas del mundo que produce urexita. Tras permanecer siete años cerrada, fue comprada por el MTL y reabierta el fin de semana pasado.

 Por Laura Vales

Por primera vez, una industria reabrirá sus puertas después de ser comprada por una organización piquetera. El fin de semana pasado, una gran fiesta marcó la reinauguración de La Brava, una mina en Tumbaya, Jujuy, que ahora pertenece al Movimiento Territorial de Liberación, MTL, y que emplea a 40 desocupados locales, con proyectos de exportar un raro mineral local y contratar a 400 personas.
Daniel Carrera era el jefe de planta de la mina cuando recibió el llamado, siete años atrás. Desde Buenos Aires, donde funcionaban las oficinas comerciales, un superior le dijo que le hablaba porque habían registrado un aumento en la producción. Carrera lo sabía: había dispuesto personalmente una serie de cambios con ese objetivo. Su interlocutor le indicó, sin embargo, que se limitara a cumplir con lo que le habían pedido al contratarlo: ¿quién le había dicho que querían aumentar la producción? Para Carrera fue la primera señal de que algo raro pasaba. Esa tarde habló con su mujer y sacaron un veraz de la empresa. Así se enteraron de que la mina, propiedad del directorio del Banco Almafuerte, se había endeudado por más de lo que valía. Pocos meses más tarde llegaron los telegramas de suspensión. Decían “por 30 días”, pero se trataba en realidad de un despido. La Brava nunca volvió a abrir y los administradores desmantelaron las oficinas de Buenos Aires sin pagar las indemnizaciones.
Recién en el 2001 Carrera pudo completar el mapa de lo que había sucedido. En el informe que realizó el Senado, La Brava figuraba como una empresa utilizada para el lavado de dinero. El Banco Almafuerte la había usado para justificar sus operaciones financieras. Para la pequeña localidad de Tumbaya, donde viven 300 personas, el cierre fue un golpe mortal. La caída de la mina arrastró a los proveedores de la zona. Muchos trabajadores emigraron. El pueblo pasó a tener una única fuente de empleo, la municipalidad. Por eso el fin de semana pasado, cuando La Brava fue reabierta, hubo fiesta del mediodía a la noche. Después de siete años, volverá a producir en manos de la Cooperativa minera MTL La Brava, formada por sus ex trabajadores y desocupados.
La iniciativa tiene un peso especial no sólo para Jujuy, sino para el movimiento piquetero. En su búsqueda por recuperar el trabajo, las organizaciones de desocupados han promovido miles de pequeños emprendimientos productivos, aunque casi todos de supervivencia. “Para nosotros fue un proceso escalonado y no siempre exitoso, porque los pequeños emprendimientos están más expuestos al fracaso que destinados al éxito”, dice Carlos Chile, dirigente del MTL. “Con mucho esfuerzo estos proyectos productivos van sobreviviendo, pero no se puede tener un país con 30 millones de personas haciendo pan o artesanías.”
El MTL ya tiene una primera experiencia de generar empleo genuino a gran escala, con la construcción de un barrio en la Capital Federal que financió con un préstamo del Estado. Allí trabajan 300 personas en una cooperativa constructora. Pero la reapertura de la mina es otra cosa, porque se trata de un emprendimiento que podría tener autonomía económica. La construcción del barrio conlleva una fuerte dependencia estatal: los trabajos podrían frenarse si el Estado, que va liberando el préstamo a medida que avanza la obra, suspendiera los desembolsos. En el caso de la mina, se trata de producir un mineral (urexita) para la exportación. En el mundo sólo se conocen otros dos yacimientos de esa sustancia, en Turquía y California. La urexita y sus derivados tienen más de 1500 aplicaciones, incluyendo fertilizantes, elaboración de polvo pédico, gotas para los ojos y alcohol boricado.
Tumbaya

En la ladera del cerro alguien escribió con piedras blancas “Tumbaya, la bella”. Y realmente lo es. Ubicada en la Quebrada de Humahuaca, entre montañas que van del verde al violeta, el pueblo es una joya de aire colonial. Tiene una plaza bordeada de calles empedradas, casas de paredes claras y una iglesia del 1700 donde velaron a Lavalle, antes de que sus soldados lo descarnaran para que las tropas enemigas no usaran su cuerpo de trofeo. Aquí la dictadura dejó seis desaparecidos y otras 41 personas tuvieron que cruzar la frontera y esconderse en Bolivia para salvarse. La mayoría de los pobladores son collas. La coordinadora de la comunidad es una mujer, Celestina Avalos. Celestina cuenta que Tumbaya no tiene hospital ni escuela secundaria. Las familias subsisten con una huerta, criando cabritos.
Lejos se oyen los berridos de los animales que bajan de los cerros. El silencio de la mañana sólo se interrumpe por el motor de una 4 x 4 que estaciona frente a la plaza. La comunidad, dice ella, consiguió la propiedad de sus tierras hace siete años, pero no tiene fondos ni respaldo con el que iniciar proyectos propios, sustentables. Hasta para terminar el secundario hay que tener dinero para viajar. El clientelismo anestesió los efectos del cierre de la mina, pero nadie se siente bien dependiendo del puntero o de los que en estos últimos años están llegando para comprar tierras, abrir hoteles y contratar a los pobladores como servicio.

Los festejos

De los pueblos cercanos bajaron los músicos para la fiesta. Se montó un escenario en el galpón todavía sin techo del predio. Al lugar fueron llegando vecinos sueltos y delegaciones: los MTL de Libertador y Palpalá con banderas rojinegras, la CTA de Jujuy con sus pancartas celestes, algún funcionario provincial, la jueza de minas. Dos concertistas del Colón –los dos jóvenes, ella muy rubia, de una belleza lánguida– viajaron especialmente para tocar en el festejo.
La comunidad colla hizo una ceremonia (una chajada), para pedirle prosperidad a la Pachamama. Un grupo de varones, después de perfumar el aire con incienso, mojaron la tierra con cerveza. Desde el escenario, Celestina fue explicando el rito. “Cada vez que uno empieza un nuevo trabajo, una nueva obra, hay que chajar para que sea próspero para el futuro. Se chaja con cerveza porque está hecha de levadura y eso hace que fermente. Este lugar tiene que ser un fermento, una levadura que dé buenos frutos para todos. Vamos a pedir que La Brava vuelva a ser lo que ha sido. Aquí estuvo mucha gente de la comunidad trabajando. Que haya trabajo digno, que es lo que hoy nuestra comunidad no tiene.”
Después tocaron los músicos. Hubo grupos folclóricos tradicionales, con charangos y sicus, otros de fusión y una banda de trompetas y platillos que hizo un compilado de temas con el que los más osados salieron a bailar. La fiesta pasó poco a poco de la emoción a la alegría. El sol todavía estaba alto, bien arriba; los grupos de folclore eran tantos y tenían tantas ganas de tocar que atardeció y seguían con chacareras y carnavalitos. Tocaron hasta mucho después, cuando se hizo de noche y el baile había mezclado a todo el mundo, la concertista rubia girando con uno de rulos y gorrito, una mujer de Tumbaya enseñando las figuras del carnavalito a los del conurbano. Tuvieron que apagar el generador y cortar los micrófonos para que todos se enterasen de que ya era tarde.
La producción en la mina va a tener dos etapas. La extracción de urexita se hace a 300 kilómetros de la Brava, en el salar La Ilusión, ubicado a 4 mil metros de altura. Es un trabajo a cielo abierto, se rasca la superficie y abajo aparece el mineral. La cooperativa ya tiene el permiso correspondiente y está montando allí un campamento móvil. Daniel Carrera dice que ésa es la parte más dura del trabajo, porque las temperaturas son extremas, con noches de 20 grados bajo cero y veranos lluviosos. Para evitar la contaminación, van a hacer un primer procesamiento en el mismo salar. En La Brava funcionará la planta para terminar su refinamiento, con una técnica “que sólo deja como cola agua con sal”.
La cooperativa tiene contactos hechos para exportar el mineral al Brasil, donde se utiliza como fertilizante de suelos. Si la organización piquetera consigue poner de nuevo en funcionamiento la rueda de la producción de La Brava, habrá dado un paso sólido para ir del plan social al trabajo genuino. En ese camino, dicen en el movimiento de desocupados, se van ganando además otras cosas, como la recuperación de oficios y la formación de técnicos y cuadros que permitan extender estas experiencias de gestión popular.

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El fin de semana pasado hubo fiesta en Tumbaya, el pequeño pueblo que vive de la mina La Brava.
 
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