EL PAíS › OPINION

Varias cosas que empiezan con “des”

 Por Mario Wainfeld

La hipótesis de desendeudarse pagando rondó la cabeza de Néstor Kirchner desde los albores de su gestión y fue tomando forma a fines del año pasado. El Presidente consideraba que las condicionalidades de los organismos internacionales de crédito (centralmente las del Fondo Monetario Internacional) eran más gravosas que el ominoso peso del pago de la deuda. “Hay que desendeudarse para desintervenir la economía”, neologizaba doblemente Kirchner. El interventor a remover, redondeaba el análisis, era el FMI, a la vez lobbista del G-7.
Ayer, con la pompa y circunstancia que más le placen, Kirchner anunció (ciñéndose bastante al texto escrito y visiblemente emocionado) nomás el desendeudamiento del FMI. La medida consolida un nuevo escenario político inimaginable muy poco tiempo atrás. El Presidente lo subrayó con una retórica centrada en la voluntad de decisión nacional.
No es poca cosa salirse (como poco intentar salirse) del círculo de hierro del endeudamiento, la refinanciación y la sobredeterminación de la política por los acreedores. Va en línea con dos ansiedades presidenciales, jamás colmadas, la de recuperar la política y la de acrecentar el poder del Estado.

- Los costos: Mucho les costará a sus opositores políticos impugnar por emocional o adolescente la jugada de Kirchner, siendo que Lula la anticipó (a su modo y con muy otra verba) hace unas horas. La polémica, todo lo hace presumir, se centrará sobre los costos.
La hipótesis de ruptura y no pago no existe en la agenda de ningún país más o menos sustentable del mundo, lo que confina un eventual debate de este sesgo a sectores de izquierda muy minoritarios.
Hilando más fino, hubo quienes desde el vamos cuestionaron al oficialismo su estrategia de pagarle todo al FMI y renegociar una fenomenal quita con los acreedores privados. Esa fue la postura del ex presidente del Banco Central Alfonso Prat Gay y tiene cultores ubicados bastante a su izquierda. A decir verdad, el Gobierno (Roberto Lavagna incluido) seguramente esperaba otra conducta del FMI respecto del canje. Confiaba en que tuviera mayor neutralidad o hasta que mediara entre ambas partes. Pero el FMI fungió veloz como vocero de los bonistas privados.
Otro ángulo controvertible, que seguramente tendrá cultores a derecha y a izquierda del Gobierno, es haber apurado la cancelación de la deuda, para colmo con lenguaje agresivo. El oficialismo posiblemente responderá que cualquier acuerdo hubiera traído aparejado un veto a dos de sus políticas públicas más ambiciosas de 2006: los planes de obras públicas y el financiamiento educativo.

- Pagarles a los malos: Posiblemente, el reproche que más lastime al Gobierno en su autoestima es el de haberle pagado, como nadie jamás lo hizo por aquí, no ya a los malos sino a los pésimos de la película. Esa concesión, juzga el Gobierno, es ineludible consecuencia de la relación de fuerzas. Una vez dispensada del corsé de la deuda, quizás Argentina asuma una nueva lid, sugerida por Kirchner cuando propuso bregar a fin de que el FMI recupere el fin contracíclico para el que fue creado. La hipótesis de reclamar que el FMI deje de ser acreedor privilegiado, “cobrador de primera instancia en vez de prestamista de última”, ronda muchos magines funcionariales. Sería un planteo inédito, imposible de acometer seriamente sin una red de aliados. En cualquier caso, el oficialismo lo estudia y lo anticipó con los flamígeros discursos anti Fondo pronunciados por Kirchner, Cristina Fernández y el entonces canciller Rafael Bielsa en septiembre, durante la Asamblea de las Naciones Unidas.

- El peso de las reservas: Kirchner jamás consideró a las reservas sólo como un recurso financiero, sino también como una herramienta política. Tener reservas le permitía (¿le permitirá?) reaccionar frente a las crisis, sorprender, intervenir como fuerte actor en la economía. “Estoy líquido”, se autocomplace el Presidente para expresar que la caja es algo más que un factor de equilibrio monetario, que fue lo que arguyeron ayer él y Martín Redrado. Nadie puede decir qué magnitud de reservas otorga esa confianza, pero Kirchner siempre quiso una liquidez formidable y fustigó la “ceguera” de quienes le criticaban tener inmovilizados recursos fastuosos en vez de incorporarlos al presupuesto nacional.
Ahora las reservas mermarán en algo más de un tercio. En relación con él las reservas de fin del 2005 son menores a las de 2004 y el escenario futuro luce más turbulento. La incidencia de esa limitación de fortaleza está por verse, pero no es minúscula en el “modelo” de política económica K. Es bien factible que el Presidente quiera recuperar terreno prestamente. Para ahí rumbea el anuncio de Felisa Miceli: las partidas presupuestarias preasignadas a pagar deuda con el organismo pasarán al fondo anticíclico. Habrá que ver cómo incide el nuevo nivel de reservas en la política de gastos.

- Desindependizar: Amén de desendeudar, ayer se desindependizó el Banco Central. Disponer de 9810 millones del Banco Central controvierte su Carta Orgánica, permeada por el “noventista” pensamiento del establishment financiero. A eso apuntará el decreto de necesidad y urgencia que anunció Redrado. Kirchner jamás pensó que la autonomía del Banco Central pudiera ser una valla para el desendeudamiento. Su idea, que Lavagna compartía y que es difícil de refutar, es que las reservas son sufrido patrimonio de los argentinos y que es injusto (y bien mirado antidemocrático) que las maneje a su arbitrio la autoridad monetaria a quien nadie eligió y a quien la ciudadanía no controla.

- Las otras deudas: Tras (por) desafiar las recomendaciones del FMI, el Gobierno consiguió recursos suficientes para liberarse de su presencia y su influjo. Compró espacios de autonomía. Paga (y paga mucho) para poder manejar su política económica sin auditorías externas. El Presidente habló de “una oportunidad para el cambio” y no le falta razón. Claro que simplificó en exceso la cuestión cuando anunció que a partir de 2006 la Argentina no le destinaría más dinero al FMI. Omitió asumir que la fortuna que se remesará al FMI cristaliza un enorme sacrificio y fue pagada en buena parte por los contribuyentes más humildes. Toda distribución es injusta en la Argentina, también lo fue la del prorrateo de este pago.
El crecimiento fenomenal se bastó para cancelar la deuda con el FMI. Está por verse hasta dónde llega el desendeudamiento con millones de argentinos privados de los derechos básicos de la ciudadanía social.

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