EL PAíS › EL GOBERNADOR DE SANTA CRUZ, SERGIO ACEVEDO, PRESENTO AYER SU RENUNCIA “INDECLINABLE”

Pingüinos al borde de un ataque de nervios

Adujo motivos “estrictamente personales”. Ayer intentó comunicarse con el presidente Kirchner, pero no lo atendió. Consideró que desde la Casa Rosada le hacían “vacío de poder”. Desde hacía tiempo mantenía una relación difícil con el Presidente. Su último roce fue por el conflicto en Las Heras, donde murió el policía Sayago.

 Por Diego Schurman

En horas de la mañana, Sergio Acevedo marcó tres veces el número de teléfono de la Casa Rosada para hablar con Néstor Kirchner. Fue en vano. El Presidente nunca lo atendió. Y el gobernador de Santa Cruz no dudó entonces en presentar ante la Legislatura provincial su renuncia indeclinable al cargo, una decisión que venía elaborando desde hacía meses. Oficialmente adujo motivos “estrictamente personales”, pero en su entorno aseguraron que se había cansado del “vacío de poder” al que lo estaba sometiendo el gobierno nacional.

Acevedo hizo conocer su dimisión a través de una nota. La Legislatura analizará esa presentación hoy a las 14, aunque no sería más que un formalismo con el que se buscará ganar tiempo ante el evidente agravamiento de la crisis institucional de Santa Cruz. Como era de esperar, los ministros acompañaron la decisión del gobernador haciendo conocer sus respectivas renuncias.

–Yo sigo trabajando –sorprendió Acevedo a la prensa cuando anoche se retiró a su casa. Claro que inmediatamente aclaró que era hasta hoy, cuando se lo considere legalmente como un ex gobernador.

En los hechos, el control provincial quedó desde ayer en manos del vicegobernador Carlos Sancho, quien a diferencia de Acevedo tiene línea directa con Kirchner y le responde verticalmente.

La última vez que el Presidente habló en público de su Santa Cruz natal fue para asegurar que “no había sido casual” la muerte del policía Jorge Sayago en su provincia. Anoche se refugió en un cono de silencio, aunque en privado fue el tema de cabecera en conversaciones que mantuvo con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro del Interior, Aníbal Fernández.

Si la crisis no modifica su agenda, Kirchner aterrizará hoy por la tarde en Río Gallegos y se quedaría hasta el martes. Claro que en caso de que esto suceda deberá alterar su programa original del descanso familiar. Anoche, desde la Casa Rosada nadie se animaba a confirmar el vuelo, aunque temían que el solo desembarco de Kirchner en Santa Cruz pudiera alimentar en el imaginario colectivo la idea de una “intervención”.

La renuncia de Acevedo se produjo cuando se realizaban denuncias de organizaciones de derechos humanos por irregularidades en las detenciones de petroleros de Las Heras. La presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, había anunciado su inminente presencia en la provincia, a fin de solidarizarse con los trabajadores.

Dada la excelente relación entre Bonafini y Kirchner, el gobierno patagónico interpretó esa visita como una maniobra de la Casa Rosada para desacreditar el desempeño de Acevedo en el conflicto que terminó con una balacera en la comisaría de Las Heras. El mandatario de Santa Cruz y el Presidente habrían mantenido una fuerte discusión por el tema.

En la provincia aseguran que el Presidente celaba la autonomía del ahora ex gobernador y en muchos casos la cercenaba, acaso reflotando una vieja interna que supieron protagonizar en el PJ santacruceño. Dicen que el mandatario provincial desoyó la sugerencia de Kirchner para nombrar a Juan Bontempo en el Ministerio de Gobierno local, que había quedado vacante producto de la violenta protesta de los petroleros.

Bontempo era parte del gabinete de Kirchner cuando éste dejó la gobernación para asumir la presidencia. Tiempo después, Kirchner lo hizo trasladarse a la Rosada para convertirlo en coordinador general de la Unidad Presidente de la Presidencia de la Nación. Acevedo, quien había barrido al kirchnerismo puro de su gabinete, prefirió promover a la subsecretaria de Trabajo, Elsa Capuccinelli.

Los hombres de Acevedo hacen una lectura conspirativa de la modificación del mínimo imponible por ganancias que anunció ayer el Gobierno. Dicen que esa medida, núcleo del reclamo de los petroleros, podía haberse resuelto antes para evitar así la revuelta que terminó con el asesinato del policía.

Acevedo está enfrentado a prácticamente toda la “pingüinera”, el mote que han sabido ganarse los legisladores y funcionarios nacionales oriundos de la Patagonia. El listado incluye a la senadora Alicia Kirchner, quien se quejó de la falta de apoyo del gobernador en su reciente campaña proselitista; al ministro de Planificación, Julio De Vido, quien –pese al ahora ex gobernador– mete sus narices en los temas energéticos de la provincia, y al secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini.

Algunos divisan el principio del final en el conflicto sindical de Pico Truncado, donde sin dudas metió la cola la interna justicialista. En aquellos episodios como en los más recientes de Las Heras, se apeló a la policía y a la Gendarmería argumentando la necesidad de evitar una espiral de violencia.

Días atrás, algunas palabras generosas de Elisa Carrió hacia Acevedo crisparon los ánimos de Kirchner. El dato puede ser anecdótico pero en el Gobierno se esmeraron en remarcarlo. Está claro que la titular del ARI y el Presidente hace rato no comulgan en casi nada.

En tren de especulaciones, a Acevedo le cargan el sambenito de haber dispuesto tiempos y formas de la repatriación de los millonarios fondos de Santa Cruz sin el guiño presidencial. La pelea por cómo se maneja ese dinero depositado en el exterior es una de las más encriptadas.

Mientras algunos operadores justificaban la renuncia por razones de salud, Acevedo se mostró ansioso por aclarar algunas cuestiones, y no precisamente de salud, con la Rosada. Pero Kirchner, como suele hacer cada vez que está enojado, no le devolvió los llamados.

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El todavía gobernador Sergio Acevedo, anoche, al salir de la Casa de Gobierno rumbo a su casa.
Imagen: Télam
 
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