EL PAíS › EL INTENDENTE DE CORDOBA REFORZO EL PEDIDO DE ABRIR LAS URNAS

Cacerolazo de respaldo a Juez

La segunda marcha organizada por el juecismo para denunciar “fraude” en los comicios del 2 de septiembre inundó las calles de Córdoba. Desde el oficialismo, Juan Schiaretti contraatacó con actos en distintas ciudades.

 Por Martín Piqué

Desde Córdoba

A cinco años de aquellas jornadas de diciembre de 2001, algo permanece intacto. Inalterable, a pesar del paso del tiempo. El ruido a lata, el estruendo rítmico de cientos de cacerolas golpeadas al unísono, sigue sonando igual. La prueba fue la segunda marcha organizada por el juecismo para reclamar la apertura de las urnas y el recuento voto a voto. Convocadas por la multisectorial contra el fraude, un amplio arco de organizaciones políticas, sociales y sindicales de esta provincia, miles de personas marcharon por las avenidas Colón y General Paz para repudiar el reciente fallo del Tribunal Superior de Justicia que había convalidado el escrutinio tradicional, a través de la revisión de las actas y no de las urnas. La movilización concluyó en un gran espacio abierto cercano a las facultades –la ex plaza Vélez Sarsfield– donde se cantó el Himno Nacional y se leyó un documento firmado por todos los convocantes. Con las cacerolas de fondo, el texto trazó un paralelo entre las administraciones de José Manuel de la Sota y Fernando de la Rúa. “Los cordobeses ya sabemos cómo terminan los gobiernos que ejercen el poder de espaldas al pueblo y sus instituciones”, fue uno de los párrafos más duros. Como respuesta simultánea, los seguidores de Juan Schiaretti realizaron actos en distintas ciudades del interior defendiendo su “triunfo” (ver aparte).

La ciudad de Rodrigo había amanecido con toda la atención puesta en el final de la tarde. Se venía la segunda movilización del juecismo y sus aliados, la calle anticipaba una jornada tensa. Una primera prueba eran los volantes anónimos que estaban esparcidos por todo el centro. “No al golpe de Juez”, advertían. La gran incógnita era cómo sería la reacción de la ciudad tras el fallo del Tribunal Superior de Justicia que había avalado lo resuelto por la jueza electoral Marta Vidal. Ansiosos, los allegados a Juez transitaron los nervios de la previa desde los salones del Hotel Windsor. Allí recibieron a los invitados que iban llegando desde Buenos Aires para solidarizarse con Juez. En tandas lo hicieron la diputada Norma Morandini, el intendente de Posadas Jorge Brignole, el cineasta y candidato presidencial Fernando “Pino” Solanas, el dirigente de Libres del Sur y flamante ex funcionario Jorge Ceballos. Más tarde lo harían el ex jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y el intendente de Morón, Martín Sabbatella. También llegaron saludos del obispo de Posadas, Joaquín Piña, y de la monja Martha Pelloni, que se excusaron por no asistir.

Como había sucedido en la primera protesta del juecismo, realizada el 6 de septiembre bajo el eslogan “las manos abiertas”, el punto de partida volvió a ser la tradicional esquina de Colón y la Cañada. Como punto de referencia se había colocado un camión con acoplado, el mismo que había encabezado la marcha de hace dos semanas. Sobre el vehículo se veían una inmensa urna de cartón y una enorme cacerola hecha con papel maché. Al lado, al estilo de aquellos muñecos del programa Canal K, tres cabezudos de telgopor con un notable parecido a Juan Schiaretti, la jueza Vidal y el ex basquetbolista Héctor “Pichi” Campana. Los manifestantes, cordobeses al fin, se divertían sacándoles fotos con sus celulares. Aunque el revuelo fue mucho mayor cuando vieron llegar a Juez acompañado por el intendente electo Daniel Giacomino. “El fallo del Tribunal Superior desalentó a mucha gente, que sigue confirmando que en Córdoba no hay Justicia independiente”, dijo el ex radical Giacomino en diálogo con Página/12.

La multitud se extendía por cuatro cuadras de avenidas bastante anchas. Según Juez había reunido unas 40 mil personas. Justo al cierre de las oficinas, el paso de la marcha era seguido con atención desde marquesinas y veredas. Desde muchos departamentos llovían papelitos en señal de adhesión, la única excepción fue un baldazo o algo parecido que cayó desde un edificio cuando comenzaba la desconcentración. A lo largo de la marcha se veían madres con hijos, novios que iban de la mano, chicas con anteojos negros que portaban carteles sin perder la coquetería. Algunos se habían producido para la ocasión. Como Elsa Prieto, que llevaba una túnica blanca y un gorro frigio de color rojo, como el que identificaba a Marianne, símbolo de la República Francesa. “Me disfracé de la patria porque la patria está reclamando justicia. Esta es una democracia disfrazada: convocan al pueblo a elegir a sus representantes y luego hacen lo que quieren”, se quejó. Su hija Juana la escuchaba en silencio.

Sara Madriaga avanzaba con su silla de ruedas, apurada por el ritmo que le imprimían los que venían atrás. Lo hacía empujada por su marido, con una sonda que le llegaba a la nariz producto de una fibrilación pulmonar. “Estoy esperando el transplante pero quise venir igual. Yo tengo tres hijos, la mayor de dieciocho y dos mellizos de catorce, y no puedo tolerar esto. Basta de fraude, basta de mentiras”, dijo. A pocos metros de Sara y su esposo caminaban las mellizas Martina y Blanca Avila, las dos jubiladas, 68 años, de Cruz del Eje. “No han ganado, el que ha ganado ha sido Juez”, sentenció Martina. “Toda la vida fui peronista. Quiero que ahora se haga justicia. ¿Por qué mataron a Agustín Tosco? ¿Por qué mataron a Regino Maders (N.de la R.: ex senador provincial de la UCR cordobesa asesinado en 1991)? Porque eran hombres limpios”, se contestó Martina.

Además del ruido de las cacerolas, en la marcha se volvió a escuchar la cumbia de León Gieco “El ángel de la bicicleta”. “Bajen las armas/ aquí solo hay pibes comiendo”, se repetía una y otra vez el estribillo. Por los parlantes también sonaron “Color esperanza” y “Mira a tu alrededor”, dos canciones de Diego Torres muy usadas en las campañas. El toque local, sin embargo, lo puso el cuartetazo que denunciaba el fraude con un estilo que nada tenía que envidiarle a la Mona, Jean Carlos o el malogrado Walter Olmos: “Ahí viene/ ahí viene la elección. Si no cuentan los votos/ queremos nueva elección”. A las ocho de la noche, cuando la protesta llegó hasta uno de los shoppings más conocidos de la ciudad, el Patio Olmos, el camión con el acoplado se adelantó unos metros. Haciendo esfuerzos para que su voz llegara lo más lejos posible, el locutor invitó a cantar el himno. Luego leyó el documento que habían firmado el Partido Nuevo de Juez, Radicales por el Frente, ATE, CTA, Libres del Sur, Frente Grande, PI, Partido Comunista, Serpaj, Judiciales, Docentes secundarios, Obras Sanitarias y otras agrupaciones estudiantiles, sindicales y hasta religiosas.

“Una gravísima crisis institucional recorre Córdoba. Vulnera la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y dispara una peligrosa sospecha desde el centro hacia todo el país”, comenzaba el documento. Una de las partes más comentadas fue la relación del panorama actual de la provincia con el clima de diciembre de 2001. “La situación planteada se enmarca en los tramos finales y predecibles de un gobierno que desde sus orígenes resiste numerosas denuncias de corrupción y falta de transparencia en el marco de un sistema político institucional que aún no fue fortalecido y legitimado como demandó el pueblo en diciembre de 2001.” Tras la lectura del texto, desde los parlantes exhortaron a desconcentrarse tranquilos y en orden. Juez no quiso hacer un discurso, sólo respondió algunas preguntas de los movileros. Horas más tarde se encerró en una cena con Ibarra y Sabbatella en el restaurante Il Gatto. Allí lo encontró Página/12. “El reclamo de justicia y verdad cada día se multiplica más. Esto fue multitudinario. La verdad está dentro de las urnas, pero la propia Justicia de Córdoba ha dicho que las urnas son impenetrables, como el monte chaqueño”, evaluó en otra muestra de su velocidad para las metáforas ocurrentes.

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Luis Juez rodeado por una multitud en el centro de Córdoba.
Imagen: Télam
 
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