EL PAíS

Portadoras de apellido

 Por Daniel Miguez

El 27 de marzo de 2004 era un día complicado para el presidente Néstor Kirchner. Todavía no había podido digerir el enojo por una solicitada que tres días antes habían firmado cinco gobernadores explicando por qué no irían al acto en la ESMA, donde se anunciaría su conversión en museo. Mientras hablaba por teléfono con el ministro de Planificación, Julio De Vido, para buscar soluciones a la escasez de gas, seguía por la televisión las secuelas del asesinato del joven Axel Blumberg, cuyo padre, Juan Carlos, llamaba a una marcha al Congreso. Mientras, en Parque Norte, Cristina decía: “Pienso que mi partido también debe dejar de darles lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido”. Chiche Duhalde lo tomó como un agravio personal. Cuando terminó, la entonces senadora fue derecho a la Casa de Gobierno y le explicó al Presidente lo que había pasado. Le dijo que no tenía previsto hablar, pero que una cosa fue llevando a la otra. Finalmente, dicen que hubo una confesión: lo de portadora de marido había sido dirigido en su mente a Olga Riutort, por entonces esposa de De la Sota, y no a Chiche. En un caso u otro, ya es anécdota. Doce días después Kirchner estaba internado en Río Gallegos por una gastroduodenitis erosiva.

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