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Señora con Corvatta

Acosado por el duhaldismo puro y duro que desde el gobierno nacional sólo anhela alguna patética combinación política que le garantice la impunidad una vez que se elija un presidente de la República, cualquiera sea, el gobernador bonaerense Felipe Solá aceptó la más retrógrada propuesta formulada desde la conclusión de la dictadura militar: el control en los cuarteles del Ejército de los adolescentes pobres que no pueden estudiar ni consiguen empleo. El discriminatorio proyecto fue elaborado por el presidente del Senado, Alejandro Hugo Corvatta, una de las pocas cabezas del duhaldismo que aún no han saltado al gabinete nacional, cuya homogeneidad no tiene precedentes en la historia argentina: con la designación de Aníbal Fernández para producir algo, todos sus integrantes provienen de la provincia de Buenos Aires, salvo los dos delegados de José Luis Manzano en Interior e Inteligencia, un pampeano y un porteño. Buenos Aires es el territorio al que conciben replegarse, como quien vuelve a casa después de una dura jornada.
Solá aceptó la iniciativa con una pasividad asombrosa. El fue quien se la contó a una periodista del diario platense El Día. Recién el domingo pasado, cuando vio el tema trepar a la portada del medio que ordena la agenda política del gobierno provincial, comenzó a reflexionar sobre la enormidad que había dejado correr. Su única disidencia con Corvatta es que el senador concibe la iniciativa como obligatoria y Solá como optativa, como si quienes viven debajo de la línea de pobreza o de indigencia tuvieran libertad de decisión. Bajo una conducción política clara, las Fuerzas Armadas no constituirían mayor problema, ya que las nuevas generaciones no tuvieron intervención en el terrorismo de Estado de hace un cuarto de siglo. Más peligrosos son los políticos dispuestos a cederles competencias indebidas. El Ejército ni siquiera fue consultado y si no estuviera tan ansioso por reocupar nuevos espacios, hasta podría ofenderse. Bien leído, el encargo del disciplinamiento y la alimentación de los chicos pobres equivale a decir que sus oficiales, suboficiales e instalaciones no cumplen función alguna y están vacantes para cualquier extravagancia que a los políticos se les venga en mente. Reimundes es más claro que Solá, cuando distingue entre las misiones sustantivas y las secundarias del Ejército. “Si no entreno no sirvo, si no sirvo soy demasiado caro”, dijo el jueves 26.
Hace 40 días, durante el cuarto Primer Encuentro de Mujeres Justicialistas, la esposa del senador Eduardo Duhalde, Hilda González, cometió un acto fallido equivalente al del general Reimundes que se narra en esta página. Le habían escrito que “la protesta con violencia conduce a la frustración. La rebeldía con propuesta es iniciar un camino nuevo”, pero se equivocó y dijo “la violencia con propuesta es iniciar un camino nuevo”. Junto a la señora de Duhalde sonreía complacida la senadora Mabel Müller. Su esposo, el viceministro de Inteligencia Oscar Rodríguez, es el teórico que postuló la movilización de los intendentes del Conurbano, primero para conmover al gobierno de la Alianza y luego para disputarle la calle a los nuevos movimientos sociales. En Guernica, donde Rodríguez y Müller gobernaron hasta dar el salto al escenario nacional, fueron marcados los piqueteros Maximiliano Kosteki y Diego Santillán durante una movilización frente a la intendencia de Presidente Perón, el 3 de junio. Tres semanas después ambos fueron asesinados por el comisario Alfredo Fanchiotti, quien hizo más de la mitad de su carrera policial en el feudo del ahora número 2 de la SIDE. Según la investigación del caso, los asesinatos no podrían haberse consumado sin la aquiescencia del jefe de la Regional Lomas de Zamora, Osvaldo Vega, otro hombre que trabó estrecha relación con Oscar Rodríguez como comisario de Guernica. “La violencia con propuesta.” Más que un furcio, todo un programa. Si con los aparatos municipales, sindicales y policiales no fuera suficiente, ya saben que pueden contar con el Ejército, cuya autocrítica institucional no se centra en los crímenes contra la humanidad cometidos a partir de 1976, sino en el derrocamiento del gobierno constitucional, lo cual los privó de cobertura legal. Hoy están dispuestos para lo que Duhalde guste mandar.
Los transitorios ocupantes del Polideportivo de Olivos están empeñados en forzar a Solá a dejar la provincia. Para ello podría ser candidato a vicepresidente de alguno de los aspirantes justicialistas, o a resignarse a la candidatura de la señora de Duhalde a la vicegobernación. En la primera hipótesis, han llegado a considerar algún acuerdo con el mismísimo Carlos Menem, bendecido por poderosos empresarios. La única dificultad es que las chances electorales del ex presidente son nulas. Si se escucha a fuentes bonaerenses con roce nacional, la fórmula Solá-González de Duhalde ya habría sido acordada. Pero si se da crédito a los bonaerenses con sede en La Plata, el gobernador no cometerá semejante error. En la hipótesis de que reunieran los votos necesarios para imponerse, cosa que nadie sensato debería dar por sentada, Solá probaría la misma medicina que hace tres décadas debió tragar su antecesor en el cargo Oscar Bidegain, desplazado por el vicegobernador Armando Calabró.

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