EL PAíS › OPINION

Liderazgos y coaliciones

Por Jorge Rivas *

Se suele llamar centroizquierda, en la Argentina, al espacio político en el que algunos sectores moderados convergen con la izquierda democrática, corriente con la que los socialistas nos identificamos. Así, al reclamo de transparencia institucional, a la permeabilidad ante las posiciones progresistas, se suma, desde la izquierda, el impulso de radicales transformaciones que tiendan a la equidad social y a la elevación de la clase trabajadora, con plena vigencia de las libertades individuales.
Se trata de un espacio amplio y difuso, fragmentado y carente de referencias estables. No hay partido ni dirigente alguno que pueda arrogarse su representación exclusiva. Por lo mismo, su expresión política requiere de la conformación de una coalición que albergue con generosidad las demandas populares, y que establezca con precisión sus límites programáticos. Una presencia activa de la izquierda en esa coalición resulta, entonces, esencial para definir su perfil transformador. Si la izquierda es silenciada o desoída, como ya ha sucedido con anterioridad, el potencial de cambio se esteriliza.
La construcción de esa fuerza reclama, además de un debate franco y sin prejuicios, una práctica política consecuente con sus objetivos. No puede haber en ella lugar para gestos autoritarios ni para liderazgos verticales. En este espacio, el liderazgo –aun con la cuota de discrecionalidad que conlleva– debe fundarse en la capacidad del dirigente para procesar y transmitir la síntesis de las ideas y aspiraciones de las fuerzas que lo integran. Eso es, precisamente, lo que distingue a un liderazgo democrático de uno que no lo es.
Han sido estas convicciones las que han guiado nuestra vocación frentista en los últimos años. Ha sido la incapacidad para llevarlas adelante, total o parcialmente, la causa de la frustración de las recientes experiencias en las que hemos participado.
Cuando impulsamos la creación de la corriente “Argentinos por una República de Iguales”, en diciembre de 2000, lo hicimos –así lo decía el primer documento de la convocatoria– “convencidos de que sólo desde la sincera trasversalidad política y social, se puede recuperar la esperanza de un sueño colectivo, de un camino compartido hacia una nueva república democrática e igualitaria”.
Los socialistas estamos hoy tan comprometidos como entonces con un proyecto que despertó una fuerte expectativa en miles de mujeres y de hombres que lo hicieron suyo. Ante ellos somos responsables. Si se frustrara la experiencia iniciada hace casi dos años, no sería por deserción de nuestra parte. Y en ese caso, la resignación no será nuestra respuesta. El camino de la construcción que pretendemos, por el contrario, seguirá abierto.
* Diputado, presidente del bloque socialista.

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