EL PAíS › JUAN JOSé ZANOLA

“Hasta con Satanás”

Cercado ya por el escándalo de la obra social de los bancarios, alguna vez Juan José Zanola habló de lo que parece haber sido una de las lógicas de su construcción política. “Estamos obligados a tener relación hasta con Satanás”, dijo entonces mientras escapaba de un micrófono. El actual secretario general de los bancarios entró como empleado del antiguo Banco Italiano y del Río de la Plata cuando terminaban los años del primer peronismo. Desde entonces fue delegado gremial, permaneció durante la dictadura, negoció con quienes estuvieron a cargo de la transición democrática y desde 1983 retuvo la conducción del gremio. “¿Su historia?”, se pregunta un dirigente de la oposición. “Su historia es la historia de los ‘Gordos’: están hace años en los sindicatos, se van cuando mueren, se acomodan con todos los gobiernos y no se van porque pierdan las internas.”

A Zanola tal vez le aguarde otro final. Hasta ahora su imagen era la del bancario que había conseguido retener para sí mismo toda la banca. El hombre que se acomodó con los años, generando alianzas desde la dictadura militar a la actualidad, pasando por Enrique “Coti” Nosiglia y Carlos Menem.

Zanola nació el 17 de octubre de 1939, aunque nunca, a pesar de las fechas, logró ser reconocido como peronista. Hijo único, tuvo un padre juguetero con un negocio en la avenida Córdoba que alguna vez llegó a vender objetos de bazar al magnate Aristóteles Onassis. Durante el secundario comienza su relación con la vida de los bancos. Cuando tenía 16 años, cuenta la historia, lo expulsaron durante un año de la escuela Hipólito Vieytes y a través de la familia entró en el sector de Cuentas Corrientes de lo que ahora es la Banca Nazionale del Lavoro. Siempre se ufanó de que así empezó su único trabajo.

En su historia, en la que también se incluye su amistad con Ringo Bonavena y su paso por la presidencia del club Huracán entre 1988 y 1991, hubo espacio para la construcción de leyendas. Cuentan las anécdotas que se repiten desde hace años que Zanola ganó cierta heroicidad durante la larga huelga de los bancarios de 1959 (según la historia, pasó tres meses detenido en Caseros, pero muchos de sus detractores no lo creen). “La huelga del ’59 fue una de las luchas más importantes del gremio bancario –dice un dirigente–. Terminó en una derrota y encarcelados por la Revolución Libertadora, pero Zanola en todo caso fue uno más, nunca se destacó por ser un héroe.”

Desde entonces se convirtió en delegado. Con la última dictadura, el gremio quedó intervenido por las Fuerzas Armadas. Zanola estuvo siempre en el mismo lugar. Según una de las personas que lo secundaron hasta hace muy pocos meses, durante el tiempo de la Patria Financiera mantuvo “conversaciones” con el represor Emilio Massera. En 1982, el ministro de Trabajo era Héctor Villaveirán. A través de negociaciones que emprendió con él, Zanola logró dirigir la comisión normalizadora que un año después le dio la primera conducción formal del gremio. Para entonces, ya era abogado. Una versión indica que compartía el bufete con el ministro.

Hasta entonces su vida personal no se había entrelazado con la política. Por lo menos, no hay registros de los efectos políticos del paso de sus mujeres. Zanola vivió en Las Rejas con sus padres, luego se casó por primera vez, alquiló una pensión en Liniers, se divorció, se trasladó a La Boca y tiempo después volvió a contraer matrimonio. Tuvo dos hijos y de aquella mujer sólo se sabe que permanece bajo un oportuno tratamiento psiquiátrico. Sus detractores le adjudican todos los males del matrimonio a Paula Aballay, una antigua enfermera del Policlínico Bancario, la mujer a la que conoció en 1994 y la persona que hoy sitúan como quien ejerce el verdadero control de la obra social, del gremio y hasta de la caída.

“Los amigos se lo dijeron, le dijeron que esto iba a terminar así –indica un dirigente del Banco Nación–. Pero él aparentemente no quiso escuchar nada, y dicen que fue ella la que lo llevó a todo esto.”

Aballay tiene 53 años, nació en un pueblo a catorce kilómetros de la ciudad de San Juan y llegó a Buenos Aires para ganarse la vida un poco mejor. Dicen que se conocieron en el Policlínico. Que a él se la recomendaron. Que ella primero cuidó a su madre, y luego cuidó a Zanola durante una temporada en la que estuvo internado. Sucedió alrededor de 1994. Aballay pasó de enfermera a jefa de enfermería, y aunque en los papeles figura como secretaria administrativa, virtualmente era la jefa del Policlínico Bancario. Según los investigadores de la causa de los medicamentos truchos, es la persona que cerraba las negociaciones con los laboratoristas. A su lado, siempre se menciona a Susana Fiona, la persona con la que comparte el control de Home Therapy SA, una sociedad de prestaciones sanitarias a pacientes oncológicos con servicio a domicilio.

La caída de Zanola es una parábola del poder de las obras sociales y de los gremios en la historia del país. Durante el primer peronismo, el gremio consolidó las estructuras del Policlínico mientras la Obra Social crecía con el aporte obligatorio del 3 por ciento de todos los empleados. Durante los ’90, Menem disolvió el Instituto de Servicios Sociales Bancarios, suprimió los aportes y nombró a Víctor Alderete al frente de una intervención. En medio de la desregulación de las obras sociales, Zanola armó un globo de ensayo con la creación de la Obra Social Bancaria Solidaridad, pero las sucesivas crisis y la desregulación le hicieron perder afiliados, mientras empezó a perder dinero y poder. El gremio que llegó a ser el tercero más poderoso durante los ’90 pasó de 90 mil afiliados a 10 mil. Y Satanás todavía no había metido la pata.

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J. J. Zanola, cuando llegó a la conducción.
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