EL PAíS › REUNION EN PILAR ANTES DE LAS DECLARACIONES

Repasando datos en el Sheraton

 Por Horacio Cecchi

Con la mira puesta en sus próximas obligaciones, una buena parte de los acusados de encubrimiento organizó una reunión por la memoria. No la de María Marta, sino la de ellos mismos. El encuentro se realizó ayer, después del mediodía, en el lobby del hotel Sheraton de Pilar. Allí estaban Horacio García Belsunce (h.), Guillermo Bártoli y Carlos Carrascosa, Nora Taylor y su marido, Michael, y los abogados José Scelzi y Marcelo Nardi. ¿Qué hacían? Memorizaban horarios y situaciones varias un día antes de las sorpresivas citaciones a indagatoria. El clima era relajado. Bártoli era el que más complicaciones de horarios tenía. Sólo uno de ellos, quizá John Hurtig, se mostraba preocupado. Para disolver cualquier preocupación, en un momento, HGB soltó una frase: “Quedate tranquilo. Estos no tienen nada”.
–¿Qué hacés? ¿Cómo te va, Gordo? –le preguntaron.
–Qué momento –respondió el Gordo, muy sonriente y despejado, estrechándose en efusivos abrazos con los hombres del grupo.
El Gordo es Carlos Carrascosa, viudo de María Marta García Belsunce. Los abrazos estaban dirigidos al grupo de acusados, sentados cómodamente en el lobby del Sheraton de Pilar. Habían pasado un par de horas después del mediodía. Después llegó Horacio García Belsunce, hermano de María Marta, muy distendido. Tenía sus razones: no había colegas periodistas merodeando.
También estaban Marcelo Nardi y José Licinio Scelzi, los abogados. Su tarea: concentrar en la memoria de los presentes las próximas declaraciones ante el fiscal Diego Molina Pico. Sentada, sin compartir la euforia del resto, una mujer, muy paqueta, estilo hacendada, tomaba nota de cada uno de los detalles de horas, lugares y de más que salían de la boca de Nardi, a la sazón el que parecía encargado del papel de abogado del diablo. Era la única mujer presente en el lugar. Cerca de ella, de pie, se encontraba su marido, Michael Taylor, miembro del consejo directivo del Carmel, presidente del Banco del Sol y que acompañó a Guillermo Bártoli a la Casa Sierra a tramitar el sepelio de María Marta y el certificado de defunción, firmado por Juan Carlos March, y que después resultó visiblemente trucho.
–¿A qué hora terminó el partido? –preguntó en la clase de memorización Nardi.
–Yyyy... a eso de las siete –respondió Bártoli, el que más complicaciones tenía con su memoria.
–No, a eso de las siete no. Tenés que decir exactamente la hora. En eso se fijan mucho –corrigió Nardi.
–Bueno, después lo averiguamos –dijo, algo desganado Bártoli.
–No... después lo averiguamos, no. ¿A qué hora? –insistió Nardi.
No hubo caso. También se preocuparon por el último viaje en bicicleta de María Marta.
–¿Cómo fue el encuentro? –preguntó el abogado.
–Me habla el Negro Piazza –memorizó Bártoli–. Nos vamos con el auto. Me la cruzo. Ella iba en su bicicleta. Y yo le digo: ¡Qué cabezona que sos!
Por otro lado, Horacio intentaba desparramar calma: “Quedate tranquilo –decía–. No tienen nada”. Después, Horacio se retiró. La reunión siguió hasta las 18.30. Poco después comenzaban las indagatorias. Carrascosa detuvo sus ojos en un grupo de veinte mujeres paquetas que se sentó a tomar el té. Nora se levantó. Su marido se había apartado cuando ella despidió al Gordo. Le dio un beso, común, en la mejilla. No se entiende por qué el rubor en su rostro.
A las 20.45, cuando concluyeron las indagatorias, el grupo estaba de vuelta en el paquetísimo restaurante del Sheraton para encarar la cena.

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