EL PAíS › POR QUE ISABEL ALLENDE

Treinta años de lucha

Por F. R.

En la oscuridad de la noche del 15 de septiembre de 1973, el avión del presidente de México, Luis Echevarría, despegó del aeropuerto de Santiago de Chile. Viajaba a bordo una joven de 28 años llamada Isabel Allende Bussi. Cuatro días antes, su padre, Salvador Allende, se había quitado la vida en el palacio presidencial de La Moneda, tras comprobar que el golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet era imparable. Aviones y tanques de los sublevados bombardearon repetidas veces el Palacio, en pleno centro de la capital chilena. El Gobierno de la Unidad Popular, que agrupaba a socialistas, comunistas y otros partidos de izquierda, apenas había durado tres años en su experiencia inédita de instaurar un régimen socialista por la vía pacífica.
Isabel Allende y su madre, Hortensia Bussi, llegaron a la capital mexicana a las tres de la tarde del 16 de aquel mes de septiembre. Empezaba así un exilio de 17 años desde el que promovió la solidaridad internacional con un país ensangrentado por los golpistas. La hija del presidente derrocado realizó un primer viaje a Chile el 1º de septiembre de 1988 desafiando la prohibición de la dictadura pinochetista.
El avión de Aerolíneas Argentinas volaba desde Buenos Aires, y en pleno vuelo los militares chilenos levantaron la famosa orden que amenazaba con multar a la compañía aérea y deportar a la exiliada. Veinte días después llegaba a Santiago doña Hortensia. Madre e hija pudieron votar en el plebiscito organizado por el dictador con el propósito de perpetuarse en el poder. Pero ganó el no de manera abrumadora y Augusto Pinochet no tuvo más remedio que convocar a elecciones. Isabel Allende regresó definitivamente a su país en noviembre de 1989.
Chile recuperó una democracia maniatada por el dictador, que mantuvo el cargo de comandante en jefe del ejército, y la hija del primer presidente socialista asumió el cargo de directora general de la fundación que lleva el nombre de Salvador Allende. Posteriormente ocupó la vicepresidencia de relaciones internacionales del Partido Socialista (PS), y llegó a ser nombrada presidenta del partido. Ha sido elegida diputada en tres mandatos consecutivos desde 1993.
El mismo año que se cumple el 30 aniversario del golpe de Pinochet, Isabel Allende alcanzó el pasado 18 de marzo la Presidencia de la Cámara de Diputados después de una reñida votación, en la que un solo voto separó a la diputada socialista del candidato de la derecha. La situación obligó a que un diputado de la coalición oficialista que respalda a Isabel Allende acudiera a emitir su voto después de haberse sometido a una sesión de quimioterapia. Todos los parlamentarios presentes le recibieron con un gran aplauso. Es todo un símbolo ver a la hija del presidente depuesto dirigir las labores parlamentarias en un Congreso que fue disuelto por los golpistas. “Me parece único, simbólico, tiene un significado especial y ha provocado un impacto muy fuerte”, declara. El debut en el nuevo cargo fue la Conferencia Interparlamentaria Mundial, que reunió en Santiago a delegados de 134 Parlamentos de todo el mundo. A Isabel Allende le tocó presidir la delegación chilena y la conferencia de mujeres.
La cita para la entrevista es en la vivienda de la madre, en la parte alta de Santiago. En el salón hay varias fotos de Salvador Allende y Hortensia Bussi. La presidenta de la Cámara de Diputados llega agitada, con cierto retraso. Su vida transcurre estos meses entre la capital chilena y la ciudad de Valparaíso, sede del Congreso de la Nación.

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