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“No fue por teoría, sino porque las empresas empezaron a cerrar”

 Por Laura Vales

“Las cooperativas de trabajadores somos los socios ideales en la pelea del Estado por la empleabilidad”, dice José Abelli, presidente del Movimiento de Empresas Recuperadas. Desde hace más de diez años en Rosario, y en los últimos tiempos recorriendo todo el país, Abelli trabaja en la creación de cooperativas de desocupados o de trabajadores que mantienen en funcionamiento compañías quebradas. En el Gobierno todavía no hay cifras oficiales, pero se estima que en todo el país las cooperativas obreras lograron salvar de ocho a diez mil puestos de trabajo.
–¿Cómo empezaron a organizar las cooperativas de desocupados?
–En Rosario fue después del Plan Primavera, cuando la desocupación empezó a ser un problema de magnitud. Tuvimos la idea de trabajar con el municipio, armamos un proyecto y logramos que nos contrataran. Fue la primera vez que en la ciudad se hacía un contrato de este tipo, por un monto de 4500 pesos.
–¿Y de ahí en adelante?
–Participamos en la construcción de viviendas ejecutadas por el municipio, en la poda, en hacer veredas, aunque nos cortaron el contrato de poda porque no nos pueden pagar y eso significó que 70 compañeros quedaran en la calle. Pero en el camino se crearon más de 30 cooperativas.
–¿Por qué dice que son los mejores socios del Estado en la pelea por el trabajo?
–Pongamos el ejemplo de la recolección de basura: hoy en esta ciudad se pagan 17 millones de dólares anuales por el servicio. A través de la economía solidaria la sociedad podría organizarse junto al municipio y dar la misma prestación a un costo menor, pero con un impacto ocupacional mucho más alto. Las empresas privadas achican personal en base a una mayor explotación de los que trabajan; las cooperativas tienden en cambio a generar empleo. También a una mejor distribución de la riqueza porque, en el mundo con el neoliberalismo y en la Argentina con la burocratización de los sindicatos, los instrumentos de los trabajadores para discutir su participación en la renta se dejaron de usar. Nosotros, en las empresas de economía solidaria, democrática, que funcionan sobre la base de un socio un voto, discutimos la renta de los trabajadores.
–¿Cuáles son los casos exitosos de empresas recuperadas y autogestionadas?
–En el ‘98 comenzó la experiencia del frigorífico Yaguané, en La Matanza, cuyo principal accionista era (Alberto) Samid. Cuando estalla la defraudación fiscal de Samid la empresa entró en un proceso de crisis y comenzó la pelea por las fuentes de trabajo. Los delegados pasaron de todo, sufrieron atentados, los metieron presos, y finalmente consiguieron en el marco de un proceso de quiebra y convocatoria de la empresa, manejar el frigorífico a través de una cooperativa de 480 trabajadores, con capacidad para faenar 18 mil cabezas de ganado por mes. Para nosotros hubo un antes y un después de Yaguané, es un punto de referencia exitoso que dinamizó el proceso, pero la soledad y la indiferencia en la que se ha peleado ha sido tremenda. Hay muchos casos: los pescadores de Mar del Plata, las cooperativas metalúrgicas apoyadas por la UOM de Quilmes, el caso de IMPA en Caballito, donde se fabricó el primer avión de guerra en la época de Perón y hoy es una de más antiguas cooperativas obreras.
–¿Qué incidencia ocupacional tienen?
–Depende de los casos. En la zona sur de Santa Fe, por ejemplo, producto no se sabe bien si del cambio climático o de las distintas canalizaciones, se produjo una inundación que dejó más de 300 mil hectáreas bajo el agua. Allí hay un pueblito que se llama Diego de Alvear donde se fundió una fábrica de lácteos y armamos una cooperativa con los trabajadores. El pueblito tiene 500 habitantes y en la fábrica trabajan 50personas; es decir que allí el impacto es altísimo. O tomemos el caso de la fábrica de tractores Zanello. Armamos una sociedad anónima entre trabajadores, personal superior y concesionarios. Cuando Zanello cayó, había arrastrado un grupo de empresas subsidiarias y en la región dejaron de circular 120 millones de dólares. Por eso al empezar a trabajar por su recuperación toda la sociedad nos rodeó.
–¿Cuál es la situación actual Zanello?
–Sacamos 4 tractores, el primero hace 3 semanas; el compromiso de los concesionarios es integrar el capital de trabajo que no teníamos. Nosotros sabemos hacerlos pero no venderlos, ni tenemos el capital. Por eso la sociedad anónima es una alianza estratégica, garantizamos el salario de los compañeros pero además, como somos dueños del 33 por ciento de la sociedad, aseguramos una distribución equitativa de las ganancias. A todo esto lo fuimos descubriendo, porque estas cooperativas se fueron planteando como una herramienta ante el problema del cierre de las empresas, no como una construcción teórica o ideológica. No fue que estuviéramos siguiendo un manual que nos dijera que los desocupados debían hacer tal o cual cosa; teníamos nada más que olfato de clase.

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