Domingo, 16 de junio de 2013 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Siempre es necesario averiguar las causas anecdóticas de una tragedia como la ocurrida en Castelar. Es prematuro expedirse sobre ellas. Pero es superfluo y hasta chocante imaginar que puedan desligarse del estado general del sistema ferroviario y de la línea Sarmiento en particular.
La secuencia de estragos en pocos años, con abrumadoras cantidades de víctimas para el medio de transporte presumiblemente más seguro, fuerza a un análisis más abarcador. Las tragedias (que no fueron las únicas en la década), la persistencia del pésimo servicio “hacen sistema”: comprueban un patrón que es la pésima prestación de un servicio público esencial. Lo utilizan, permítase una redundancia, las personas más humildes. Un recomendable informe de Alejo Flores en el portal Agencia Paco Urondo da cuenta sistemática de la proveniencia social de los usuarios-ciudadanos desprotegidos.
El Gobierno reaccionó, en los gestos y las palabras, mucho mejor que respecto de Once. Las palabras del ministro Florencio Randazzo fueron ponderadas, creíble la información que proporcionó, a condición de asumir que no vale como prueba legal o judicial.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner manifestó solidaridad con las víctimas, lo que es un deber. Funcionarios nacionales, provinciales y municipales de primer nivel (ex)pusieron el cuerpo en el lugar, con presteza.
Las respuestas, con ser correctas, están lejos de bastar. Y algunos de los argumentos, al ver del cronista, distan de ser exactos o aun razonables. La decadencia del ferrocarril viene de muy lejos, cual apunta Randazzo. Pero no se puede soslayar que este Gobierno lleva diez años de activa gestión, que lo hace corresponsable en una buena cuota parte.
Cabe agregar que, antes de Randazzo, la autoridad máxima de Transporte fueron dos funcionarios deplorables, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi. Más allá de la opacidad de sus gestiones, el núcleo de sus afanes fue la ecuación económica subestimando (por decir lo menos) el trato digno a los pasajeros y su seguridad.
La Presidenta añadió que el Gobierno hizo todo por los ferrocarriles. Si se cotejan inversiones con resultados tangibles, este escriba opina que no es así.
El tema excede esta columna, pero hay una tendencia oficial al dar por hechos avances por haber existido inversiones importantes. Así ocurre con el presupuesto educativo, que es un ejemplo más feliz de las políticas públicas del kirchnerismo. La plata es necesaria, la inversión pública un valor positivo o hasta imprescindible... pero siempre es una herramienta, un instrumento. Los objetivos deben valorarse en forma independiente del “esfuerzo fiscal”.
El sistema de transporte (que incluye al terrestre, generador también de accidentes y pérdidas humanas terribles y evitables) no se corresponde con los objetivos políticos de un gobierno popular, predispuesto a importantes cambios de paradigma. El horror debe compeler a repensar esa carencia, que impacta en la vida cotidiana de millones de argentinos de a pie.
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