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Sordos ruidos

Por Alfredo Bravo *

Como era de esperar, el titular del Ejército, Ricardo Brinzoni, desmintió que se hubiese reunido con el empresario Adrián Werthein para hablar de política y del rol de los militares frente a un eventual desborde social, tal como lo dijese Miguel Bonasso en la nota que publicara Página/12 el pasado domingo.
Pero las desmentidas del jefe militar no son convincentes. Por el contrario, la reconstrucción que de la reunión Brinzoni-Werthein hace Bonasso resulta al menos verosímil, si se la lee con elementales conocimientos de la historia y de la psicología castrense y se la vincula con la intensa lucha que libran por el poder político los distintos sectores en que se ha desmembrado la alianza dominante durante la década infame menemista.
En ese sentido es verosímil que al ser interrogado por Werthein acerca de las posibilidades de la fuerza para poner coto a un eventual desborde, Brinzoni habría manifestado que: “Hoy no tenemos recursos, pero si no hay más remedio haremos lo que tengamos que hacer”.
La frase atribuida a Brinzoni es peligrosa. Desde que a fines del siglo XIX se refundaron las fuerzas armadas, los militares incorporaron la convicción de que “hacer lo que tenía que hacer” era cumplir con el deber que les fijó la entonces clase dominante: ser los garantes de última instancia del orden interior cuando el descontento social arrasaba con otros diques de contención. Al respecto, cabe recordar la orden que le dio el presidente Hipólito Yrigoyen al Tte. coronel Héctor Benigno Varela, cuando lo mandó a desbaratar la huelga patagónica de 1921. “Vaya y cumpla con su deber”, dijo el viejo caudillo radical. Varela descifró el enigmático mandato, viajó al sur con sus fusileros, asesinó a cientos de trabajadores rurales y se ganó el aplauso de los terratenientes patagónicos que se aferraban a un modelo agroexportador que comenzaba a dar muestras de agotamiento.
El general Brinzoni era funcionario del gobierno militar de la provincia del Chaco cuando fue la masacre de Margarita Belén. No la denunció en su debido momento como hubiese correspondido a un hombre de bien, aunque recientemente reconoció que se trató de un fusilamiento. El silencio que mantuvo durante tantos años sobre un hecho que no ignoraba es suficiente mácula en su pasado. Que no le agregue a su trayectoria futura la mancha de ser el Tte. coronel Varela del capital financiero especulador.

* Diputado nacional, Partido Socialista Democrático

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