EL PAíS › EL FESTIVAL POR LA RECUPERACIóN DE LA EX ESMA

Un cierre musical

El acto oficial por los diez años desde la creación del Espacio Memoria y Derechos Humanos terminó con la presentación de Coplanacu, Los Pericos y la Bersuit.

 Por María Zentner

“Es increíble. No hay palabras para explicar todo esto. O sí: la democracia”, reflexiona Nicanor, de 14 años. Larguirucho, con esa complexión particular que tienen los chicos cuando todavía están creciendo. Tiene puesta una remera de Independiente y usa anteojos de marco grueso. Lo acompañan Marcelo, Daniela y Marta, los papás y la tía. La familia entera hizo el mismo derrotero de tantos otros de los que esperan que empiece el festival musical que cerrará el acto oficial por los diez años de la recuperación de la ex ESMA, del que participarán el dúo Coplanacu, Los Pericos y la Bersuit Vergarabat. Más temprano estuvieron en la Plaza de Mayo, conmemorando el Día de la Memoria. “Estar acá es un cambio increíble. Maravillosos. Poder encontrarse con los hijos en una situación como ésta, tener la posibilidad de encontrarnos en otros temas que nos involucren a todos, además del fútbol y música, como es la política, es algo que en otro momento hubiera sido impensable”, se emociona Daniela y abraza a su hijo.

El acto empezó a las 19.30, con la proyección de un video conmemorativo, al que le siguió la inauguración de los tres pilares con los que se señaliza a la ex ESMA como un lugar en el que funcionó un centro clandestino. Después siguieron los discursos de funcionarios y referentes de los derechos humanos, y la lectura de documentos alusivos (ver aparte). Mientras, la tarde se hizo noche. Poco a poco, el mate se cambió por cerveza o por Fernet. Terminaron los discursos y se dio paso a la música. Gabriela Radicce y Camilo García fueron los encargados de presentar al primer número de la noche: el dúo Coplanacu subió al escenario e hizo una ajustada prueba de sonido ad hoc. Las banderas de las agrupaciones se iban alejando hasta que sólo quedó flameando adelante y en el centro de la multitud, una bandera argentina.

Algo retirados, donde la muchedumbre empieza a ser menos espesa, una pareja mira hacia al escenario donde acaba de empezar el show del dúo folklórico. Están tomados de la mano y tienen la mirada como perdida. “Es un momento que tiene que ver con nuestra historia. Estamos haciendo historia. Es muy emocionante estar acá. Siempre que vengo, no puedo evitar pensar en tanta gente conocida, amigos que pasaron por acá. Eso me conmociona. Me cuesta liberarme de esa sensación. Igualmente, celebro toda esta gente joven”, reflexiona Marisa, de 62 años, y su marido completa: “Para mí, lo maravilloso es la cantidad de jóvenes. Es el futuro. Y es maravilloso”.

Y tiene razón, porque la Plaza de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se emplazó el escenario, estuvo repleta de jóvenes. Muchas familias, muchos niños, pero, principalmente, jóvenes.

Promediaba el recital del dúo Coplanacu, dúo de “power folklórico”, según sus palabras, y por toda la plaza se improvisaban pasos con pañuelos imaginarios.

Camila, de 18 años, mira alrededor con la perplejidad de quien experimenta algo por primera vez. Camila es de Rauch, provincia de Buenos Aires, y llegó a la Capital hace menos de un mes para estudiar Comunicación en la UBA. Igual que la familia de Daniela, Marcelo, Nicanor y Marta, más temprano estuvo en Plaza de Mayo: “Es muy impresionante, yo creo que, no hoy, pero recién en un par de días me voy a dar cuenta de todo lo que estoy viviendo. La multitud... esto es algo que me impresiona muchísimo. Es muy loco, venir acá. Poder estar acá, vivirlo en primera persona. La multitud y las palabras. Ver a las Madres y a las Abuelas, los nietos. Es todo muy impactante”, reflexiona.

El festival musical siguió su curso. La gente pasó de las chacareras y los gatos al reggae de Los pericos sin hacerse ningún problema. La música fue el camino elegido para seguir exorcizando ese espacio tan terrible en el pasado y tan distinto en el presente. Los Pericos arrancaron el show y la ex ESMA se transformó, definitivamente, en una fiesta.

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La Plaza de la Declaración Universal de los Derechos Humanos estuvo repleta de jóvenes.
Imagen: Leandro Teysseire
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