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Pekinesas

- Taxi. El idioma es una barrera infranqueable y estaba avisado de antemano: salvo si se tiene un plano que el taxista entienda, tomar un taxi en Beijing es complicado porque ninguno habla otra cosa que no sea chino y ni siquiera todos hablan el mismo dialecto. Aun así hubo quienes prefirieron el riesgo de perderse a caminar en el frío de la capital china, donde por la noche la sensación térmica llegó a pasar en algunos momentos la barrera de los ocho grados bajo cero. Algunos tuvieron la suerte de llegar a destino sin problemas, pero otros estuvieron hasta media hora dando vueltas en busca del lugar adonde iban.

- Chiflete. Dicen los que conocen Beijing, que de unos años a esta parte cada vez es más difícil conseguir un taxi para viajar de noche. La demora en caso de pedirlo a domicilio puede ser mayor a la media hora y tomar uno en la calle se torna una misión casi imposible. Puede dar fe un argentino que vino por la visita de la Presidenta y para no esperar se aventuró a la calle pensando que alguno iba a pasar y llevarlo: terminó arriba de unas motos carrozadas en la parte trasera con un asiento para dos personas apretadas. Se ofrecen para el traslado y a sus conductores hay que regatearles el precio del viaje. “Parecía una heladera, entraba un chiflete bárbaro”, relató al día siguiente ya recuperado de la experiencia.

- Menú. La dificultad para comunicarse también hace difícil elegir el menú a la hora de comer. Para los argentinos que estuvieron por estos días, la alternativa siempre a mano fueron las cafeterías o las casas de comida rápida que hay en todas las grandes capitales del mundo y de las que en Beijing llega a haber hasta tres de una misma cadena en menos de 100 metros. Aun así, la mecánica fue rudimentaria: llegar al lugar, mirar el menú –o la foto, si había– y señalar con el dedo aquello que se quería. Los que incursionaron en la cocina autóctona se la jugaron a suerte y verdad.

- Preparativos. Beijing está en plenos preparativos para la celebración del Año Nuevo Chino. Se trata de la mayor fiesta en este país, tanto es así que hay comercios que los únicos días del año que cierran son los que van del 18 al 20 de febrero. Los argentinos se preguntaban por qué, además de las luces en los árboles y las características lámparas chinas rojas con vivos dorados, en estos días empezaron a aparecer muñecos y peluches de ovejas en negocios, calles y hoteles. El nuevo año comienza el 19 y este que viene es, precisamente, el de la Oveja.

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