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Todo suma para el peculio de los jefes

 Por Horacio Cecchi

La escuela de cadetes del Penitenciario Bonaerense es el centro de enseñanza donde los futuros guardias empiezan a aprender los meandrosos caminos de la corrupción, según se da a entender en la denuncia anónima de oficiales y suboficiales. Como en toda escuela, el final de curso es motivo de festejo. Y en el SPB, el festejo es algo pasible de traducirse en billetes. El negocio es redondo. A los cadetes se les descuenta en forma compulsiva, durante los dos años que dura la cursada, tanto para la compra de elementos de estudio que en cualquier comercio se encuentran a mitad de precio, como para el viaje de fin de curso. Este año, la camada de festejantes fue de 300 graduados flamantes. En números, a cada cadete, el viaje de fin de curso le costó 2400 pesos, lo que hace 720 mil pesos si se multiplica la suma por 300. El viaje literalmente es para el recuerdo: pagaron esa suma para pasar 8 días recorriendo las cárceles del norte del país. El hospedaje fue pautado en hoteles de mala muerte y media pensión incomible.
El fin de curso no es el único festejo. Para las autoridades, los presos son seres humanos y como seres humanos es posible hacer negocio sobre ellos. Si hay un día especial para un interno, es el Día de la Madre. Según aseguraron a este diario los dos guardias, es costumbre que los jefes ordenen los festejos previa recepción de donaciones empresarias (desde alimentos hasta electrodomésticos). Es común que recibidas las donaciones, los jefes recauden entre los presos una suma para comprar aquello que ya fue donado. Los fondos los obtienen de una suma conocida como peculio, depositada por cada familiar en una cuenta, en Contaduría, a nombre del preso. Más que para cigarrillos, el peculio es usado por los presos para comprar beneficios. Por ejemplo, cambiar de un pabellón de máxima seguridad –donde, si es un preso con plata, es atacado por los internos punteros (que responden a los jefes)– a otro pabellón más tranquilo. También para pagar por buena comida, visitas íntimas, drogas. Y, si el peculio es bueno, servirá para el mejor servicio: la libertad anticipada.

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