EL PAíS › UNA RECORRIDA ENTRE QUIENES PRESENCIARON LA CELEBRACIóN OFICIAL

“¡Ahí vienen los verdes!”

Entre banderitas argentinas, escarapelas y gritos de “viva la Patria”, los espectadores del desfile mezclaban críticas al gobierno anterior con la defensa de las Fuerzas Armadas.

 Por Werner Pertot

Los edificios de la Avenida Libertador se engalanaron no sólo con banderas que colgaban de las ventanas, sino en muchos casos con un coqueto friso con los colores de la bandera argentina. Desde uno de esos balcones, un conjunto de señoras paquetas y hombres de boina en la cabeza y pañuelo al cuello gritaban a viva voz: “¡Ar-gen-tina, Ar-gen-tina!”, mientras pasaban las formaciones de las Fuerzas Armadas. Abajo, a ambos lados del desfile la gente se amontonaba contra las vallas, pero sin empujar. Había mucho espacio para moverse sin problemas. Ni el olor de los choripanes, ni el ruido de los bombos molestó a las personas que ondeaban banderitas, aplaudían a los uniformes y, si se les preguntaba, despotricaban contra el gobierno anterior como si llevaran todavía en sus manos la cacerola abollada.

El militar levantó su sable y arengó a la multitud con voz ronca: “¡Viva la patria!”. “¡Viva!”, le respondieron. “Ar-gen-tina, Ar-gen-tina”, cantó el hombre de uniforme verdeoliva y las personas corearon con él. En la multitud había quienes miraban el desfile sin demasiada participación y quienes aplaudían sin cesar el paso de los militares. Pero todos se sumaron a la vez cuando el oficial los arengó. Luego hubo un aplauso para celebrar el cantito, uno de los pocos que entonarían todos juntos, además del himno.

“Esto es mejor que el otro Bicentenario, porque acá no hay banderías políticas”, dice Ariel, mientras agarra fuerte la correa de su dogo. Con una campera de club náutico, agrega: “Lo otro estuvo muy politizado”. No muy lejos, pegados a la valla, Laura y Roberto coinciden con su diagnóstico. Ella ondea una bandera argentina y no para de aplaudir. “No fui al otro”, alcanza a decir ella, que es gerenta de recursos humanos, y su marido continúa la idea: “Durante los últimos 12 años, este tipo de cosas no se podían hacer por el resentimiento del gobierno anterior. Antes estábamos en una dictadura pseudodemocrática. Esto es cien veces mejor. Volvimos a ser un país”, afirma.

Las banderas argentinas de todos los colores y tamaños fueron la constante entre los asistentes. A falta de puestos de choripanes, proliferaban vendedores de banderas y de escarapelas. A juzgar por la cantidad que tenían al final del desfile, no les fue muy bien en las ventas.

Algunos llevaban la bandera como capa, otros la ondeaban. Un hombre mayor estaba íntegramente vestido de celeste y blanco, con anillos y gorro haciendo juego y un bastón de mando dorado en el que se apoyaba señorialmente. Las personas se acercaban para sacarse una foto. Dos chicas invitaron a unos militares a sacarse una selfie. Los oficiales se sonreían, casi sorprendidos por la repentina popularidad.

Entre ellos caminaba, exhibiendo sus medallas, Alberto Campello, que supo conducir un Fokker y un C530 en las guerras de Malvinas y del Golfo Pérsico. “El gobierno anterior era antimilicos. Destruyeron las Fuerzas Armadas. Esto es maravilloso”, dijo, mientras avanzaba a paso doble. “¿Por qué no le hicieron juicio también a los extremistas, que mataron gente? Encima los tuvimos en el gobierno. Se robaron la plata y hoy se cagan de risa”, pecheó. Y esbozó una crítica al gobierno actual: “No liberó a los militares y no metió presos a los otros. ¡Una locura!”. Pese al clima castrense que reinaba, no fueron muchos los que compartieron la reivindicación de la dictadura. Más bien, el planteo en boca de varios asistentes que conversaron con este diario era separar lo ocurrido de las Fuerzas Armadas actuales.

Con una gorra con visera y camuflaje militar, Juan comentó que no es militar, pero le gustaría haber sido. “Quise pertenecer al Ejército, pero no pude”, acota. Hoy es despachante de aduana. “Los gobiernos anteriores no respetaban la investidura del Ejército. Los argentinos tenemos que creer más en nuestras Fuerzas Armadas, que tienen poco prestigio después de los últimos acontecimientos históricos”.

–Forrrtaleciendo a nuestros hombres y mujeres de la Gendarrrmería nacional. ¡Bien arriba nuestras banderas! –proponía una locutora desde los parlantes y una parte la seguía, mientras otros hacían caso omiso y sacaban fotos. La mayoría fueron con sus hijos, que se divertían señalando a los soldados. “¡Ahí! ¡Ahí vienen los verdes!”, decía una nena.

De barba blanca y boina, Raúl observaba el desfile desde la parte de atrás de una cuatro por cuatro. “Mirá, tienen armas. ¡Fusiles!”, le decía a uno de los más chicos. Al conversar con Página/12, se presentó como capellán naval de la base de Punta Indio. “Traje a los chicos que nunca vieron estos desfiles”, comentó. Uno de los chicos lo interrumpió con una pregunta. “No, esos no son los míos. Los míos son los marinos”, dijo. “Había enemistad de parte del gobierno kirchnerista hacia las Fuerzas Armadas y una persecución que ahora se cortó”.

–Los juicios por delitos de lesa humanidad siguen –acotó este diario.

–Sí, pero todas las personas que están contra derecho detenidas, por suerte, ahora las están mandando a la casa. Esto es la culminación de todo un proceso de pacificación.

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“El gobierno anterior era antimilicos... Esto es maravilloso”, celebró un oficial.
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