EL PAíS › LOS NUMEROS QUE SE JUEGAN EN LA DISPUTA CON LOS ACREEDORES

Una situación holgada, pero anómala

 Por Julio Nudler

Aunque el superávit fiscal primario comprometido para este año con el FMI es del 3 por ciento del Producto Interno Bruto, el pago de intereses de la deuda que no está en default sólo insume 2,1 por ciento del PIB. Hay, por ende, otro 0,9 por ciento vacante, para el que se plantean en principio usos alternativos: darles un caramelo a los acreedores defolteados, acumular algún activo, anticipar la cancelación de pasivos, reconocer deudas pendientes con proveedores o formar un fondo contracíclico, para gastar cuando sobrevenga una recesión. Ese 0,9 por ciento también puede considerarse como un recurso para cubrir las necesidades de financiamiento del sector público.
La deuda en default devenga este año compromisos financieros por 3600 millones de dólares, mientras que la deuda que sí se atiende devenga intereses por 3100 millones. Esta última cifra es 1300 millones inferior al superávit fiscal primario previsto, que es de 4400 millones de dólares. Ese excedente corresponde al 0,9 por ciento del PIB arriba mencionado. Pero no hay que olvidar que se trata de un excedente anómalo, alcanzado por mantenerse la cesación de pagos parcial.
Las necesidades de financiamiento totales ascienden este año, según se previó, a 24.800 millones de dólares. De esa suma, 6700 millones son para pagar intereses. Pero, en la realidad, la Argentina sólo paga 3100 millones, porque otros 3600 millones se incumplen, que es una forma de financiación extraída por la fuerza a los acreedores. Además hay vencimientos de capital por 18.100 millones, 9000 millones de ellos correspondientes a deuda en default. Estos atrasos de capital, más los 3600 millones en intereses que quedan impagos, suman 12.600 millones, que se “financian” mediante el arbitrio compulsivo de la cesación de pagos.
Las fuentes identificadas de financiamiento suman 13.100 millones. Unos 7600 millones son provistos por los organismos multilaterales de crédito, siendo casi igual a lo que vence con ellos. Luego hay 800 millones de Préstamos Garantizados que, se supone, serán renovados.
Si se comparan esos 13.100 millones cubiertos con las necesidades totales por 24.800 millones, queda un bache de 11.700 millones, que el país salva atrasándose en el pago de su deuda defolteada en 12.600 millones. De nuevo, por esta vía “sobran” 900 millones de dólares, que más 400 millones usados para vencimientos de capital llegan otra vez a los 1300 millones, o 0,9 por ciento del PIB, que es la diferencia entre el 3 por ciento de superávit fiscal primario (SFP) y el 2,1 por ciento destinado al pago de intereses este año.
Estos números corresponden a proyecciones realizadas, pero se sabe que éstas están siendo desbordadas en la realidad. Así, si el SFP fuere del 4 por ciento, después de pagar intereses sobraría 1,9 por ciento del PIB. Esto no significa que la Argentina entonces automáticamente vaya a pagar más intereses. Es caja que sobra y a la que pueden darse diversos destinos, internos o externos, incluso aumentar el gasto público o las demás opciones arriba mencionadas.
Aunque esta aparente holgura es innegable, y por supuesto es por ello que los acreedores segregan saliva y echan espuma, también hay que considerar que los devengamientos mencionados se calculan en los términos contractuales originales de la deuda, que obviamente serán modificados en beneficio del deudor en cualquier arreglo imaginable. Para respetarlos, el país necesitaría 3 por ciento del PIB, pero sólo dispone de 0,9 por ciento (al menos en 2004, y de acuerdo a las proyecciones) una vez que atendió la deuda en situación regular, incluyendo la contraída con los organismos multilaterales.
Una manera hipotética de resolver el problema de la deuda sin quita alguna de capital consistiría en entregar un bono a perpetuidad, que nunca amortice, pero rinda una tasa lo suficientemente baja como para que el país pudiera afrontarla con su superávit. Pero entre esa tasa y la que hoy exige el mercado para financiar a la Argentina, al menos en teoría, hayuna considerable distancia. Por ende, la tasa de descuento con que los financistas calcularían el valor presente de esa corriente futura de pagos de intereses prometida daría como resultado una fuerte quita. Por donde se la mire, la historia es la misma.
Respecto de cuánto destinará el país a intereses este año es aún prematuro hablar, aunque si marchara hacia un rápido acuerdo es previsible que aceptara una factura más gorda. Si, como sugieren las expectativas, el PIB llega en 2004 a 420 mil millones de pesos, y el SFP trepa a 3,5 por ciento, el excedente rozará los $ 15 mil millones. En cambio, se están pagando 8700 millones. Hay, por tanto, mucho margen para la disputa... o para el consenso. En cualquier caso, salir rápidamente del default implicará empezar a saldar intereses que hasta ahora se ignoraban. Cuánto es lo que queda por determinar.

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