EL PAíS › NOELIA, UN RELATO ESTREMECEDOR

Empezando a los 14

Por A. D.

Noelia salió la primera vez con una amiga del barrio hace dos años; todavía tenía catorce. Hace siete meses conoció al padre de su hijo, uno de los cafishios de Río Cuarto. “Directamente me robada la plata del bolsillo, no le podía decir nada. Dos veces me pegó una cachetada por tonterías mías. Me quedé embarazada y después quería que me lo sacaran, intenté sacármelo y no salió, estaba muy prendido el bebé. Me hicieron ecografías y todo y ahora está bien el bebé. Yo creí que laburando, y dándole la plata a él no me iba a cagar. Y es mentira, porque yo me venía a trabajar y él se iba con la mina, hasta que los vi. Para el Día del Padre, los vi juntos a los dos.”
En sus días de nena de 16 años no hay juegos. A las seis de la tarde en punto llega a la “parada”, la puerta de la pensión donde se quedará hasta la medianoche si saca algunos pesos. Y donde seguirá hasta después de las dos de la mañana si los clientes no llegaron. Durante estos meses, salió a trabajar dos veces con la hermana más grande, de 19, como quien hace una prueba para ver si un trabajo cualquiera funciona. “Te juro que la vi, y no aguanté: le dije que no trabaje, que mientras yo esté bien, trabajo yo. Y yo le compro los pañales a su hijo, le compro las cosas para comer, mantengo a toda mi familia.”
Tiene 16 y un embarazo que explota. La policía se la lleva cada tanto cuando la pescan durante las noches de razzia. Hace unos meses la tuvieron cinco horas demorada, hasta que uno de los adultos de su familia pasó a buscarla. Al otro día, volvió a la calle, “porque no tengo ganas de morirme de hambre, como pasé hambre y lo probé cuando era chica, porque con los 150 pesos de los planes Trabajar no me alcanza”.
Una bufanda colorada le tapa toda la cara. Vive a unos diez minutos del centro, en el barrio Alberdi, uno de los lugares que creció alrededor de la estación de trenes en los comienzos de la historia de Río Cuarto y cuyos visitantes comenzaron a multiplicarse cuando las mujeres empezaron a trasformar las puertas en grandes ventanales. Como en Amsterdam pero en medio de la pobreza, las mujeres se pintan frente a los ventanales abrigadas por la presencia raquítica de la pantalla de una estufa de garrafa. Noelia no trabajó en el Alberdi, tal vez porque vivió sólo su decadencia. Hasta hace unos años, las cuatro manzanas del barrio concentraban el considerable público del turismo sexual que llegaba a Río Cuarto, uno ciudad ubicada al paso de las rutas nacionales, cruce de caminos, concurrida por el tránsito de camiones, pero además populosa durante la época del Turismo Carretera, uno de las actividades que suele movilizar el mercado del trabajo sexual. La pauperización paulatina del barrio y de la economía fue dejando rastros en el Alberdi. En este momento son pocos los turistas o clientes que se acercan. Y sus mujeres han comenzado a buscar nuevas alternativas en las calles o cabarets ubicados sobre la Ruta 8 y la A005.

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