EL PAíS › LAS ANDANZAS DE EMIR YOMA CON MENEM, YABRAN Y AL KASSAR

Más que un ex cuñado de un ex presidente

En la Argentina menemista de los ’90, decir Emir Yoma era lo mismo que decir Carlos Menem. Tanto es así que, aun cuando su nombre apareció vinculado a los escándalos más sonados de aquella década, el jefe del clan Yoma nunca dejó de ocupar un lugar clave dentro del esquema de poder del menemismo. Así como llevó a que los dos se conocieran en los ’60 en Siria y a partir de entonces forjaran una relación de “hermanos en el afecto”, como alguna vez la definió Emir, el destino quiso también que muchos años después ambos terminaran presos por la misma causa: la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, un caso por el que ayer Yoma fue otra vez procesado y en el que Menem podría seguir sus pasos.
A pesar de ser el menor de los nueve hermanos, Emir traía de la cuna el mandato de erigirse en el patriarca de la familia: jefe es precisamente lo que en árabe quiere decir el nombre que al nacer el 1º de noviembre de 1947 sus padres le pusieron en el polvoriento paraje riojano de Nonogasta en el que se afincaron al llegar de Siria. Fue bajo el mandato de Emir que los Yoma edificaron su imperio y allí mismo donde medio siglo después –con Menem instalado en la Casa Rosada y créditos por unos 140 millones de pesos que los bancos Nación, Provincia y Ciudad aún hoy tratan de cobrar– abrieron la curtiembre más grande de Latinoamérica.
Los caminos de Emir y Menem se cruzaron en Damasco a mediados de los ’60. En esos años el ex presidente viajó a Siria a conocer la tierra de sus padres y conoció también a los Yoma. Con el paso del tiempo Zulema se convirtió en su esposa y su amistad con Emir se hizo tan fuerte que se mantuvo incólume aun cuando el matrimonio se hizo trizas.
La amistad y el poder fueron siempre los dos ingredientes de la relación entre Emir y Menem. El grupo Yoma fue el principal sostén económico de la campaña que en 1973 convirtió a Menem en gobernador de La Rioja. “Emir estuvo siempre en las malas. Siempre será mi amigo”, dijo en una oportunidad Menem en señal de gratitud al jefe del clan Yoma por no haberlo abandonado cuando lo derrocaron de la gobernación en 1976.
Cuando Menem llegó a la Presidencia, los Yoma ya habían extendido sus negocios a una España ligada al Islam, a la ultraderecha internacional y a los negocios de armas. El riojano los llevó consigo al gobierno: a Amira la nombró su secretaria de Audiencias; a Karim le dio un cargo diplomático y para Emir reservó el papel de asesor presidencial. A decir de muchos en los ’90 su rol fue el de un “jefe de gabinete en la sombra”.
Aunque su despacho en la Casa Rosada no le duró mucho, Emir mantuvo su poder detrás de bambalinas durante toda la década. Cuando el Swifgate –el escándalo por el pedido de una coima a ese frigorífico que dio a publicidad Página/12 y que motivó una queja del entonces embajador norteamericano Terence Todman– lo obligó a abandonar el gobierno, lo único que Emir hizo fue trasladarse a un lugar más reservado: alquiló unas oficinas en Florida y Paraguay. En ese lugar armó lo que se conoció como la “minicarpa” con otros menemistas como Miguel Angel Vicco y desde allí manejó los intereses de Menem.
En los diez años y medio que Menem estuvo en el poder, el nombre de Emir no sólo tuvo que ver con el Swifgate, la venta ilegal de armas y la obtención de créditos jamás devueltos sino que resonó también en otros escándalos emblemáticos de entonces, como el contrabando de oro, el caso IBM-Banco Nación y la corrupción en Yacyretá. Muchos son los poderosos con los que tejió vínculos, pero hay dos que sobresalen: Alfredo Yabrán y Monzer Al Kassar.

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