EL PAíS › OPINION

Cuestión de números

 Por Sergio Moreno

Cuenta la leyenda que Ramón Hernández solía esperar a Carlos Menem fuera de la bañera para ponerle la salida de baño sobre los hombros y evitar así que el Jefe no se molestara en secarse. Con masajes rápidos sobre la fina toalla, Ramón terminaba la faena y el Presidente quedaba sequito, sequito. Sólo Ramón hacía eso. Sólo a Ramón el Jefe le dispensaba tal confianza. Ramón conoció a Menem cuando gobernaba La Rioja entre 1973 y 1976. Desde ese entonces estuvieron juntos y, por supuesto, mantuvieron ese statu quo durante los 125 meses que duró el menemato en la Casa Rosada, entre el 9 de julio de 1989 hasta el 10 de diciembre de 1999.
El ex basquetbolista y ex policía declaró en su última manifestación de bienes que, en su condición de secretario privado del Presidente de la Nación cobraba 3.667 pesos de sueldo más 4.845 pesos en calidad de gastos de representación y protocolo, lo que redondeaba una cifra mensual de 8.512 pesos. Concedamos que esa cifra fue la de sus ingresos a valores constantes, desde 1989 hasta 1999, más allá de que al igual que todos los argentinos Hernández vio oscilar sus ingresos fijos con los vaivenes de la economía; comenzó cobrando en australes y terminó haciéndolo en pesos convertibles a dólares. Pero hagamos esa concesión: en 124 meses, Ramón cobró un total de 1.055.488 pesos. A ello se le debe sumar el proporcional a los diez días de diciembre de 1999 que trabajó hasta dejar su cargo, unos 2.837 pesos más o menos, lo que eleva la cifra a 1.058.325 pesos.
Hagamos otra concesión: supongamos ahora que Ramón Hernández no gastó un sólo centavo en esos diez años y medio. Que la manutención de su ex mujer y sus hijos no le costó nada; que con los viáticos recibidos en cada viaje oficial pudo pagar los hoteles y gustos lujosos que supo mostrar, con despiadada obscenidad, en las revistas del corazón; que al igual que la suite donde vive desde hace años en el Hotel Alvear, su indumentaria de Giorgio Armani, Hugo Boss, Gianni Versace y otras marcas igualmente onerosas fueron donadas por amigos que lo quieren bien; que no tiene un lujoso departamento en Miami y, por lo tanto, no debe mantenerlo. Supongamos también que todo ese dinero, ganado con el sudor de su frente durante diez años y medio, fue a parar a una cuenta en el extranjero, en Suiza. Gracias a la convertibilidad, Ramón pudo haber depositado a fines de diciembre de 1999 la cantidad de 1.058.325 dólares, esto es exactamente 4.941.675 dólares menos de los seis millones de dólares que la Justicia suiza encontró en la cuenta Red Spark, que está a su nombre.
No es menor el detalle que dicho dinero –los seis millones– descansan en la cuenta de marras desde 1996, tres años antes de dejar el poder, cuando Ramón podría haber ahorrado solamente unos 715.008 dólares.
Atendiendo a estas cifras, Ramón deberá ser virtuoso en la argumentación para convencer a la Justicia argentina y a la AFIP que la pequeña fortuna que consiguió amasar en esos diez años y medio es el fruto del esfuerzo de su trabajo como funcionario público al servicio de la patria. Por ahora, los números le juegan en contra.

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