ESPECTáCULOS › “BESANDO A JESSICA STEIN”, DE CHARLES HERMAN-WURMFELD

Las sorpresas de una cita a ciegas

Una comedia romántica que incluye sexo en una relación entre mujeres, pero no practica proselitismo sobre las opciones sexuales.

 Por Horacio Bernades

La modosa Jessica mira a Helen, la exuberante. Duda, cavila y se frena por enésima vez, enredada como de costumbre entre lo que aconsejan su educación, su costumbre y sus ganas. Da mil vueltas hasta que se pregunta: “¿Qué somos? ¿Novias, amigas, amantes o qué?”. En la falta de respuesta tajante probablemente resida aquello que hace de Besando a Jessica Stein una película viva, abierta, imprevisible y por todo eso, más libre de lo que su formato sugiere. Comedia romántica del tercer tipo escrita por sus protagonistas, Besando a Jessica Stein incluye el sexo en una relación entre dos chicas, pero no practica ninguna forma de proselitismo en cuanto a opciones sexuales. Con lo cual es posible que se gane enemigos, tanto a derecha como a izquierda del espectro. Bienvenida sea.
Bonita, tal vez demasiado impecable y con los típicos anteojitos y pelo recogido que definen en cine a las chicas retraídas, Jessica Stein (la debutante Jennifer Westfeldt) trabaja como correctora en una editorial. Soltera a una edad en la que la soltería empieza a pesar, es tal la presión familiar que no puede ni hacer tranquila su expiación en el templo sin que la mame y la bobe le busquen novio entre los asistentes. Jessica no vive mal, no padece un cuadro particularmente álgido de soledad y sus neurosis tampoco parecen demasiado graves: ¿puede alguien culparla de no conseguir novio, si sus candidatos son un amarrete que suma, resta y divide hasta el último centavo en un restaurante, o un pretendido escritor que pifia dos de cada tres palabras? Al final, como es lógico, se cansa y se deja tentar por un aviso en el que una chica busca una cita a ciegas con otra chica. Como si se tratara de un alma gemela, la desconocida cita justo el fragmento favorito del poema favorito del poeta favorito de Jessica, Rainer Maria Rilke. Y eso termina de decidirla.
La desconocida se llama Helen (Heather Juergensen, también debutante y guionista de la película junto con Westfeldt) trabaja en una galería de arte y tiene un tipo para cada necesidad: uno para cuando quiere charlar, otro para cuando quiere salir y un cadete morochón para cuando quiere sacarse las ganas. Tantos tipos, que, para probar algo distinto, anda buscando una chica: Helen elige con quién ir a la cama como quien selecciona vestido frente a un placard superpoblado. Sin embargo, cuando conozca a Jessica tal vez quiera reducir su vestuario a un vestido único. ¿Quién sabe? Esa parecería, en verdad, la pregunta esencial de Besando a Jessica Stein, una película que hasta tal punto refuta todo estereotipo (el de lesbiana-camionera, el de película de chicas en la que todos los hombres son necesariamente imbéciles) que hasta rechaza –y éste es posiblemente su mayor mérito– caer en el estereotipo de película gaypropagandística.
Aquí ser gay no es mejor que no serlo, ni condición excluyente, ni algo que se elija obligatoriamente para toda la vida: es una circunstancia que puede ser bonita y placentera. Después, vaya uno a saber. Por eso, lo que a algunos podrá parecerles un final poco jugado tal vez sea la culminación lógica de una busca cambiante y siempre provisoria. Dirigida por el también debutante Charles Herman-Wurmfeld, la película es sencilla sin serelemental, “piola” y sofisticada sin pecar de canchera, bienhumorada sin abusar de chistes y tan agradable como una buen sitcom televisiva, aunque más fresca y espontánea. Esos son sus méritos. Y sus límites, justo es reconocerlo.

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Heather Juergensen y Jennifer Westfeldt escribieron y protagonizan un film libre de prejuicios.
 
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