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BERLINESAS

“No lo vi a De Vido, lo vi sólo a Cameron”, se justificó Cristina Fernández de Kirchner cuando un empresario de Siemens detallaba ayudado por imágenes la firma de los contratos luego de que ganaran la licitación para la construcción de cuatro turbinas para la Argentina. El empresario nombró a quienes se veían en la fotografía y Cristina lo corrigió. “De Vido no está”, dijo. Pero estaba, detrás de las letras blancas que detallaban los números del acuerdo. Hubo algunas risas y el recuerdo del reciente malhumor de la senadora con el ministro de Planificación luego del affaire de la valija de los 800 mil dólares y el despido del ex titular de Occavi Claudio Uberti.

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El edificio de la Cancillería alemana, donde está el despacho de Angela Merkel, impacta por su diseño futurista. Son 400 oficinas en un espacio de 70 mil metros cuadrados. Lo curioso es que su exterior es enteramente de vidrio y permite ver lo que sucede dentro. En un ejercicio literal de transparencia, desde la calle es posible observar el trabajo de cada empleado en los despachos que dan al exterior, que son mayoría. Y no sólo de los empleados y funcionarios de menor rango. También las salas donde se reúnen las comisiones pueden ser observadas desde afuera mientras están sesionando. Eso sí, el despacho de Merkel no se ve.

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La comitiva argentina apenas si alcanzó a distinguirlas porque pasaron por la esquina encabezados por los policías que le abría paso rumbo a la entrevista con Angela Merkel. Pero, ayer, en el Checkpoint Charlie (el paso fronterizo más famoso mientras existía el Muro y donde ahora hay un museo que es una de las principales atracciones turísticas de Berlín), había dos chicas rubias vestidas de soldados, ambas con la bandera americana en las manos. Un cartel recordaba que se cumplía otro aniversario del 11 de septiembre y había un ramo de flores en el piso. Pero el objetivo de las señoritas no era hacer un homenaje. En la cintura llevaban colgado un cartelito: 1 euro o 2 dólares. Era lo que cobraban para sacarse una foto con ellas.

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Silenciosa y educada, Berlín llamó la atención de Cristina Fernández de Kirchner, aunque esta vez –sin la presencia de su marido, el Presidente–- no se hizo tiempo para recorrer alguna atracción turística o un museo. Prefirió quedarse en su habitación del lujoso y un tanto recargado Hotel Regent para preparar sus reuniones o descansar entre una y otra. No obstante, le alcanzó para distinguir la diferencia entre Berlín y Wolfsburgo, donde está la sede de Volkswagen, que en algunas horas del día parece un pueblo fantasma. “Es aburrido. Una ciudad para trabajar pero no para vivir”, la definió el presidente de VW argentina, el ex canciller austríaco Viktor Klima. Político al fin, Klima dijo que sus dos ciudades favoritas en el mundo eran “Viena y Buenos Aires”, donde vive actualmente.

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A propósito de Klima, muy activo en esta gira, viajó anoche con Cristina y hoy estará presente en los encuentros que mantendrá en Austria. “Son amigos míos”, definió el ex canciller a los interlocutores de la candidata. Por cierto, el presidente de Austria, Heinz Fischer, cuando el año pasado se reunió con Néstor Kirchner, le contó que se mantenía al tanto de las novedades en Argentina gracias a Klima.

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