En la Cancillería argentina las palabras de Reinaldo Gargano causaron malestar y anoche se discutía si se le daría una respuesta oficial dado el ámbito “informal” –una charla con periodistas– en el que fueron realizadas. En el Palacio San Martín hacían hincapié en lo “ambiguo” de la postura de Gargano, que tanto en las conversaciones en medio de la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile como luego cuando se encontró en Montevideo con el jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, habló de la necesidad de seguir dialogando entre ambos gobiernos y que ahora daba esa posibilidad por cerrada.

La Cancillería argentina ya tuvo su escalada por el conflicto. Fue cuando el viernes convocó al embajador uruguayo en Buenos Aires, Francisco Bustillo, para entregarle una carta con una dura respuesta a la decisión de darle luz verde a la puesta en marcha de Botnia.

Luego circuló una especulación: la posibilidad de que el embajador argentino en Montevideo, Hernán Patiño Meyer, sea citado a consulta y que el Gobierno mantenga esa embajada vacía. Simplemente, como a Patiño Meyer se le termina el mandato se lo dejaría aquí y no se designaría su reemplazante. Sería una salida elegante, porque en verdad hay muchas embajadas importantes que funcionan a nivel de encargados de negocios –como es el caso de Alemania– que están a la espera de que asuma el nuevo gobierno para cubrir las vacantes.

Esas alternativas por ahora están en suspenso. El clima que imperaba ayer en la Cancillería era de “sorpresa” por el nuevo discurso de Gargano, que ahora asomaba como “halcón”, cuando siempre había formado parte de las “palomas” en el elenco de Tabaré Vázquez. También destacaban que horas después de haberse mostrado convencido de que el momento de las palabras había terminado, habló con la agencia Télam y buscó relativizar lo terminante de sus declaraciones. “Es un mensaje muy ambiguo, en un momento dicen una cosa y después terminan imponiendo su estrategia de los hechos consumados”, repetían.