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Sin paz en Patagonia

Por S. A.

Hans Blix, ex presidente de la Comisión de Vigilancia, Verificación e Inspección de Armas de Naciones Unidas en Irak, describe en su libro Desarmando a Irak (Planeta) lo que fue su trabajo en busca de armas que no existían. El libro es casi un diario, minucioso, sin la menor concesión a la imaginación ni a la especulación.
Blix, de 76 años, nació en Upsala, Suecia, y siempre ha estado obsesionado por el cumplimiento del derecho internacional, materia en la que ha trabajado toda su vida, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país, como consejero y ministro, y sobre la que ha escrito varios libros. También fue delegado de su país en la Conferencia de Desarme de Ginebra y de la Agencia de la Energía Atómica. Parecía que ya había hecho bastante. Se había jubilado y acompañaba a su mujer en un nuevo destino en la Argentina (ella también es diplomática) y pensaba resarcirse de 10 años durante los cuales, en destinos distintos, sólo pudieron verse los fines de semana. Pero un día, paseaban por la Patagonia, sin teléfono, y sin cobertura para los móviles, cuando alguien salió de un coche y le dijo: “Venga conmigo, el secretario general de la ONU quiere hablar con usted”.
Kofi Annan le ofreció la Comisión de las Naciones Unidas para la Verificación, Inspección y Vigilancia de las armas en Irak. Una tarea que adquirió una importancia inimaginable en septiembre de 2001, tras el atentado contra las Torres Gemelas. A partir de entonces, todo sucedió muy rápido. El 12 de septiembre, Bush advirtió en su discurso ante la ONU que era inevitable una acción contra Irak, a menos que se cumplieran las resoluciones que exigían su desarme y la vuelta de los inspectores de la ONU. Asimismo presentó un informe, “Una década de engaño y desafío”, donde se argumentaba la necesidad de una acción militar. Cuando Irak aceptó el regreso sin condiciones de los inspectores, como mandaba la resolución 1441 de noviembre de 2002, Blix entra en acción. Lo demás, su firmeza, su prudencia, son bien conocidas. Hasta la fecha en que comenzó la guerra, el 20 de marzo de 2003, dijo lo que le dictaba su conciencia. Tal vez hubiera armas en Irak, pero no podía decirse que existieran sin poder demostrarlo. El derecho es el derecho, y la sociedad internacional debe respetarlo. Ese pequeño grano de arena de cordura en un asunto tan grave como una guerra ilegal es el mensaje que Hans Blix quisiera enviarnos a todos.

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