ESPECTáCULOS › “GRAN HERMANO 3” YA PROMOVIO A SUS DOS PRIMEROS NOMINADOS

Una casa que se parece a un diván

Viviana, que confesó ser prostituta, y Natalia, la madre soltera, competirán por no dejar el ciclo, que privilegia las historias dramáticas.

 Por Julián Gorodischer

Confiese rapidito, no pierda tiempo: el rating no espera. Deje pasar un par de días y asuma que es gay, madre soltera, abandonado o prostituta, y haga llorar con un relato emocionante. Una nueva raza de profesionales, ya no los aficionados de los primeros tiempos, llega a la tele para optimizar el reality show: no es cuestión, a esta altura, de que el continuado aburra, sature, deje tiempos muertos, y entonces Viviana saca de la manga el as “presto servicios sexuales” y Matías Bagnato agrega un nuevo interés a su historia de sobreviviente del incendio en el que murió toda la familia (la tragedia de Flores): también es gay. El participante profesionalizado miró largo y tendido, aprendió trucos, e incorporó el manual de reglas que impone la TV; para sobrevivir hay que ser buenazo, sufrido o galán, y la repartija de roles se apura en pocas horas. “Vive y sobrevive”, dicta el nuevo leitmotiv de la casa del encierro, y ya hay varias víctimas haciendo pucherito, conocedores avezados del peligro inminente que implica el “llame ya”. “Gran Hermano: El melodrama” necesita una confesión y un arrepentimiento de todos y de cada uno. ¿Quién da más?
Empiezan las definiciones: los rehenes convierten a Viviana en la participante con más votos en contra del “Gran Hermano” y a Natalia (la madre soltera de Junín) en la segunda elegida de esta fecha. La damita de provincia llora y circula por la casa con anteojos de sol; la prostituta se mira en el espejo y declama su lección moral a cualquier hora: “Lo hago por mi hijo”. Protagonista absoluta del nuevo reality show, el que copa todos los horarios de Telefé (a las 11.30, a las 15, a las 17, a las 20 y a las 23), Viviana quiso dejar en claro que era prostituta desde el primer día. “¿Para vos qué es un yiro? ¿Un gato?”, provocó al bromista y después justificó la estadía como una forma de redención. “Yo entré a la casa para cambiar de vida”, admitió, y con esa frase logró ganar la conmoción del resto, el comentario aclamatorio: “¡Qué cojones!” o “¡Qué ovarios!”. El héroe reitera su verdad a toda hora, vuelve sobre el tema, deja en claro que es distinto, se afirma sobre su diferencia y reclama notoriedad. La prostituta está en la casa para contar cómo es una prostituta, a toda hora, agotada la mística del cepillado de dientes y las técnicas de desnudo parcial bajo la ducha. Saturado el bastidor de las personas comunes, el raro hace escuela. El nuevo “Gran Hermano” introduce al “diferente”, esmerado en demostrar cuán equivocado era el rumbo de las caras bonitas y los “huecos” al lado de este paraíso de historias de “alto valor dramático”.
“Y si nos vamos todos juntos de la casa –dicen en el living, momento de provocación–. Que se busquen a doce menos sensibles”, propone Fernanda. El sueño de revolución dura poco: corte abrupto y a nominar. Dice el novedoso manual actualizado de este reality: en el living escuche al gay y a la prostituta, cultive una variante moderada de la corrección política tan en boga también en la Argentina, demuestre cómo le abrió la cabeza la experiencia de estar adentro pero, a la hora de los bifes, conviértase en una imitación calcada de sus precursores y diga: “No hay afinidad”, “No se integró al grupo”.
Para estar en la tele, después de varias versiones de reality, hay que saber sufrir, y por eso todos tienen algo que ocultar, algo que los hace no tan héroes como Viviana, pero a punto. El hijo del militar llora en el hombro de la damita joven porque no se integra; duda en tomar mate con el “puto” y después asume que está cambiando. El reality redime y “abre cabezas” en apenas dos días, y Soledad Silveyra festeja el entendimiento que se ha producido: así realmente da gusto. El “dark” (Sebastián) reniega de su condición de prodigio; el abandonado recuerda a su madre rara. Lágrimas y confesiones múltiples constituyen el abanico de variantes para el sufrido. Faltan galanes y buenazos: ya aparecerán. Por ahora, el debate se multiplica: más debate que nunca, todos los días a las ocho de lanoche. La nueva casa provee temas con su casting hecho para confesar. Con la vidriera no alcanza –intuye “Gran Hermano”– y agrega el diván. Una catarsis por día y, después sí, los raros cumplen con los deberes (la tele trabajando como una suerte de escuela): se tiñen, protestan, complotan y reclaman comida y cigarrillos. Con la tristeza no alcanza.

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