ESPECTáCULOS

“Me olvidé de que me filmaban, me entusiasmé y tuve sexo en cámara”

El conductor Leo Montero y los seductores de “Confianza ciega” cuentan cómo a veces el temperamento traiciona a los razonamientos.

 Por Julián Gorodischer

Los seductores creen que su trabajo les abrirá las puertas de la tele. Es el deseo multiforme, que también espera en la cola por un lugar en “Popstars” o en “Gran Hermano”. Pero esta banda de rompeparejas llega con los slips al aire y los breteles caídos, autodefinidos como “más sensibles y humanos” que sus precursores, decididos a hacer lo que sea para que se los lleve un productor. Ellos se mostraron “tal como son” cuando tuvieron sexo ante las cámaras o robaron un beso al participante de “Confianza ciega 2”. El reality paga a una flamante raza de sensibles para que vayan a romper corazones. Fue “el desafío más importante” de sus vidas, y el resultado es un porno soft (que se ve por Canal 9, los lunes y miércoles a las 22) con fondo de aguas marrones.
Gabriel Pardo tuvo relaciones con “la participante Sabrina” frente a cámaras, pero no cree que esté en los inicios de una carrera en el género condicionado. “Me involucré amorosamente”, afirma con aire extraviado, fiel a la verdad de la vida en directo, convencido de que “uno no actúa, uno es”. Las chicas fueron secretarias de Sofovich; a los musculosos (“¡no digas patovicas!”, piden) les tira el Aerobox. La tele les asigna una misión, y ellos la cumplen: animar la despedida de soltero que siempre termina mal, recrear el desbande que aniquila el amor verdadero.
Insistencia de seductor: la culpa la tiene el otro. Las parejas se juran fidelidad y, una hora después, arman el trencito al borde de la pileta, se dejan comer la uva en el ombligo, parten raudos a la habitación para que les den un beso (como Gustavo) o para llegar más lejos (como Sabrina). En blanco y negro, tratado como asunto de corrupción, la cámara oculta toma el plano pescado in fraganti, el gemido y el movimiento bajo las sábanas. El musculoso a cargo del cuerno nunca está arrepentido, aun cuando el novio (Sebastián) circule por el lugar obsesionado por un regreso a la escena del crimen. Dicen que una seductora lo metejoneó.
- “No te creas que una no sufre”, susurra Sandra Casas, alias “La Psicóloga”. “Me parte el alma verlo a este chico rondando por acá, destruido.”
- “No somos culpables”, explica Mariela Melcon, rubia pulposa ex Sofovich. “Le di un beso a Gustavo y no me arrepiento; yo le comí frutas sobre el calzoncillo, pero no soy la responsable de su pelea con la novia.”
Certeza de seductor: en el intento más extremo por conseguir un lugar en el paraíso a la criolla, entrar a la tele implica un sacrificio.
- “Mi mamá me dijo: ‘No hagas cualquier cosa, cuidate la imagen’”, cuenta la brasileña Fabiana Souza. “Hay cosas que ella no entiende, pero yo decidí hacerlo para lograr trabajos más dinámicos en la tele, como las notas que estoy haciendo en ‘Salud con belleza’ en el cable. No pretendo conducir, pero si me sale, estaría agradecidísima.”
- “La vida en los castings es un embole”, recuerda Alejandro Cupito, que trabaja aparte de relaciones públicas en un boliche de San Isidro. “La idea es abrir puertas: trabajar en una novela.”
Preguntas sobre el seductor o el villano-rompeparejas: ¿es la forma más maltratada entre “las personas comunes” que golpean a las puertas de la tele? ¿Es la versión más atlética del buscador de bolos?
- Gabriel Pardo: “Me dejé llevar. Me olvidé de que me filmaban, me entusiasmé, le di para adelante y tuve sexo en camara. Es complicado: podés ir a seducir y terminás seducido. Yo no me hago cargo de la ruptura de una pareja: la culpa es del novio, que la llevó a un juego así”.
- Mariela Melcon: “Los participantes (el otro bando) pueden tomar de más y estar borrachos, pero eso no les da excusas. Gustavo se prendió, se divirtió, se involucró en el juego y sabía lo que estaba haciendo.
- Rodrigo Distéfano: “Acá el tamaño no importa (N. de la R.: su casting incluía una prueba en slip). A la tele le interesa el personaje. Yo soy elpibe de barrio; hay un simpático, un natural y un musculoso. Entre las chicas están la transparente, la sencilla, la psicóloga y la divertida.
- Leo Montero (conductor): “Yo les creo. Se calientan y se dejan llevar por la situación, nadie los obliga a tener sexo en cámara. Pintó, hubo sexo y lo vi muy genuino. Ha pasado que el seductor está cumpliendo con su trabajo y, de pronto, deja de ser una actuación; se calienta o se enoja o hasta se enamora. Es un laburo jodido”.

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Las seductoras tienen perfiles diferentes pero sueños semejantes.
Para todas, exhibirse es una forma de intentar seguir en la televisión.
 
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