ESPECTáCULOS › KEVIN JOHANSEN LLENO LA TRASTIENDA PRESENTANDO SU NUEVO DISCO

De paseo por el sur de las canciones

Al comando de una banda multitudinaria y exquisita, el músico protagonizó una noche que abundó en cruzas de lenguaje y ritmos.

 Por Eduardo Fabregat

Quizá por agotamiento del chiste, la ya clásica referencia a su parecido con Claudio “Piojo” López no sonó ni una vez. Sin embargo, Kevin Johansen anda tan derecho para el arco como el delantero de la Lazio en los últimos días. Y sabe trabajar en equipo: el primer show de presentación de Sur o no sur tuvo mucho de Johansen como autor y frontman, pero también el saludable espíritu colectivo de una banda (“The Nada”) multitudinaria y precisa, entregada con criterio a las curiosidades sonoras que propone Johansen. Al frente de esa big band, 16–músicos en escena–16, el guitarrista y cantante se dedicó a hacer paladear a gusto las nuevas canciones, jugar con esa voz privilegiada que va del subtono uruguayo a un agudo sutil, y meter al público que llenó La Trastienda (repite el próximo sábado) en los caminos del nuevo disco.
The nada, el anterior CD de Johansen, ya lo había presentado como un músico por demás interesante, amante de neologismos derivados de su doble identidad (vivió sus años formativos en Argentina, para después afincarse en Nueva York y, hace tres años, volver al terruño) e ingenioso para el retrato de personajes y emociones. Sur o no sur, tal como se escucha en el disco y tal como sonó en el local de San Telmo, lo confirma como alguien no sólo ingenioso en la construcción, sino también en el mestizaje estilístico. Barry White meets Nirvana, subtitula la explicación de “Down with my baby”, y la canción efectivamente cruza la melosidad soul de aquel morocho imponente con la guitarra áspera de aquel rubio de Seattle. Sobre el escenario, Johansen indica que quiso componerle una canción relajante a James Brown, “el hombre más trabajador del show business”, y así suena “Chill out James”, un ejercicio musical divertido, raro mutante de lounge y cortes y gritos funk que despierta ovaciones. Johansen presenta una “cumbia andina”, y es “En mi cabeza”, uno de los grandes momentos de The Nada, y sí, es una cumbia andina, como aquella otra es una cumbia flamenca. Y nada hay de grasitud en esos experimentos: “Sí, Frank, la música puede tener humor”, se permite contestar Kevin a una pregunta histórica de Mr. Zappa, y aquí no se trata de chistes en pentagrama sino de una disfrutable intención de defragmentar códigos musicales y darles nuevo sentido.
Para ello, Johansen ganó La Trastienda con una intro a cargo de la Orquesta Alemana, pura banda de pueblo a todo bronce, que dio pie a “Star estrella” y abrió la puerta al festejo relajado. Percusiones y violines, la enorme sapiencia del Zurdo Roitzner y Pablo Mainetti para colorear momentos específicos, el delicado entramado de vientos y voces, un memorable duelo de guitarra y armónica de los hermanos Massolo en “Go on”, fueron demostrando el generoso juego de instrumentaciones que el músico elige para darle vida a sus canciones. Canciones que, para hacer el asunto aún más disfrutable, descubren otros hilos: vale como ejemplo la letra de “Puerto Madero”, un paseo por el angloturismo en el que los visitantes sebabean comprando “lots of mimbre” en Tigre mientras todo se derrumba alrededor. O el ácido retrato de “La tangómana”, la hija de la hija de la hija de la hija de alguien muy famoso. Pero también las alusiones estrictamente musicales de “Timing”, un homenaje a la borrachera de tugurio alla Tom Waits, con mesa de borrachos en el escenario incluida.
Por sus canciones y por la ambición con que éstas se presentan, Johansen le da forma a un caso raro y disfrutable. A diferencia de algún otro músico argentino que también computa experiencias de vida en Estados Unidos, él evita la soberbia y las poses afectadas para zambullirse de lleno en las contradicciones del argentino frente a su laberinto, eso de “Me voy porque soy de por acá, me vuelvo por ser un sudaca”. Con la misma sencillez se pone al frente de un espectáculo riesgoso y se cuelga la guitarra para una solitaria y bella versión de “La chanson de Prevert”, de Serge Gainsbourg. Con el mismo convencimiento toma un banjo baqueteado para generar los climas hipnóticos de “Hindu blues” y desata la fiesta sin reservas en el final con “No me abandones” y “Sur o no sur”, y el obligado bis de “Guacamole”, el tema que le valió ser algo más que otro Piojo López.
“El problema con el humor es que nadie lo toma en serio”, cita Johansen a Mark Twain. Su filosofía, así, es tomar bien en serio la tarea de utilizar el spanglish, un idioma indefinido y juguetón, para dar definiciones bien concretas, y aplicar el mismo método a los infinitos cruces de camino que propone la música del nuevo siglo. Cualquiera sea el punto cardinal desde donde se mire, y escuche, la vista es admirable.

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Johansen tocó junto a un complicado y sutil andamiaje en el que participaron casi veinte músicos.
La noche contuvo ironías como “Puerto Madero” o “Tangómana” y momentos hipnóticos como “Hindu blues”.
 
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