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“Los anillos son como una droga, generan adicción”

La frase de Elijah Wood, protagonista de “El señor de los anillos - Las dos torres” alude a la película, pero bien podría hablar de los fans de Tolkien, que esperan con ansiedad entrar al cine. Ayer fue su estreno mundial, en Francia. Aquí, se verá desde el 1º de enero.

Por Octavi Martí *
Desde París

Toda espera llega a su fin. Hace poco menos de un año, desde el estreno de La comunidad del anillo, que los fanáticos de J. R. R. Tolkien esperan la segunda parte de una trilogía que ya demostró estar a la altura del desafío. El epicentro de la ansiedad, en estos días, se encuentra en Francia: París fue escogida para la primera gala europea de Las dos torres, segunda entrega de El señor de los anillos. Su director Peter Jackson, buena parte de sus protagonistas y técnicos acudieron a la capital francesa como un ejército de hobbits amable y risueño —los 900 millones de dólares recaudados por la primera entrega hacen que el proyecto parezca a prueba de todo tipo de malhumores– que, de todas maneras, desembarca protegido por centenares de copias. “Esta segunda película es la más difícil”, dice Jackson. “La primera era la introducción, la presentación de los personajes y del problema. La tercera será el climax y desenlace, pero Las dos torres tienen que sostenerse por sí mismas, sin contar con las otras dos partes, ser capaz de existir también como película aislada.” El film se estrenará en Argentina el 1º de enero de 2003.
Este neocelandés enamorado de su país, nacido en Pukerua en 1961, es, bajo su aspecto encantador y despreocupado –gordito, descalzo, con la remera fuera de los pantalones y el pelo enmarañado–, un tipo capaz de cálculos de riesgo muy precisos: “No podemos contar con que todos nuestros espectadores, ni tan sólo una parte importante, haya leído el libro. Eso significa que el relato necesita de una claridad suplementaria. Una adaptación es siempre una simplificación y esta exige clarificación. Que nadie pierda el hilo del relato”.
Los actores asumieron las “píldoras filosóficas” de Tolkien y Jackson y las transmiten con gran convicción. Para el hobbit Frodo (Elijah Wood), “mi personaje prueba que el individuo más insignificante es capaz de cambiar el orden de las cosas y salvar el mundo”. El enano Gimli (John Rhys Davies) lo ve de manera muy parecida: “Nosotros escogemos lo que queremos ser, en qué persona queremos convertirnos. Es posible ser noble o plebe, príncipe o siervo y todos debiéramos querer ser príncipes pero optamos por ser esclavos, ya sea del alcohol, del tabaco, de la avaricia o de cualquier otra dependencia”. Arwen (Liv Tyler) lo cuenta todo desde un prisma más contemporáneo, pues para ella “lo que cuenta es que no hay que perder nunca confianza en la fuerza del amor”.
Los tres episodios fueron rodados en un solo proceso –“pude hacerlo gracias a dedicar a tres años a la preproducción y un año de posproducción a cada film”, dice Jackson– y narran la aventura de tres “comandos” por evitar que el señor oscuro Sauron se adueñe del mundo gracias al poder que le confieren los anillos. Para Wood, “los anillos son como la droga, pues te hacen sentir fuerte y vivir al margen de la realidad, al tiempo que generan adicción. El poder es una droga muy fuerte. Uno puede servirse de él para hacer cosas positivas, pero también para difundir el mal. El poder es corruptor”, concluye Wood, sentencioso pero simpático filósofo de bar. “Hay épocas que exigen mucho de la gente, épocas en las que todo depende de una generación que, si no lucha por salvar un legado, puede permitir o abrir la puerta a la muerte de toda una civilización”, dice en el mismo sentido Rhys Davies, mientras hace un elogio “del corazón sencillo de los hobbits”.
Los 300 millones de dólares invertidos en los tres episodios de El señor de los anillos ya están amortizados por los ingresos de la primera parte. Jackson tuvo que rodar, entre film y film, algunos planos suplementarios, ya que la mesa de edición le demostró que no podía preverlo todo. “Hubo varias versiones del guión. A medida que rodábamos íbamos cambiando cosas, rectificando ciertos aspectos. El libro lo conozco de memoria, lo leí envarias oportunidades y hay pasajes que repasé decenas y decenas de veces, pero el film no podía ser el libro, porque hubiera sido una mala película”, afirma el director. Para Wood, “el libro es más denso y el film más espectacular”. A él lo que le impresionó fue que “el plan de rodaje cambiaba cada día, dependía del tiempo y de otros imponderables. Todo era caótico, salvaje y, al mismo tiempo, tranquilo y productivo. Jackson supo llevar una gran producción como una película independiente, una mecánica abierta a la improvisación”.
Rhys Davies, que anda apoyado en un bastón porque convalece de múltiples fracturas que le causó otro rodaje, cuando cayó de espaldas contra un muro, se prepara para viajar de nuevo a Nueva Zelanda para rodar algunas escenas complementarias: “Lo peor son las cinco horas diarias de maquillaje, y haber descubierto que mi piel es alérgica a la mayor parte de los productos cosméticos”. El actor, con una voz profunda y una dicción shakespeareana, recuerda que “cuando salí de la universidad consideraba con menosprecio la obra de Tolkien, catalogada como para niños. Luego la leí varias veces y me parece un trabajo insuperable de ficción imaginativa. Las tres películas, juntas, son una obra maestra de la épica”. Liv Tyler, igualmente entusiasta, lo dice de manera más prosaica: “Hay fanáticos del golf, los hay del fútbol y, ¿por qué no?, los hay de la imaginación: para ellos no puede haber nada mejor que El señor de los anillos”.

*De El País, de Madrid,
exclusivo para Página/12.

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Uno de los afiches de “Las dos torres”, la segunda parte de “El señor de los anillos”.
 
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