ESPECTáCULOS › REPORTAJE A NOEL HOGAN, GUITARRISTA DE THE CRANBERRIES

“Llegamos a estar agotados”

El lanzamiento del disco de grandes éxitos “Stars” sirve para repasar la carrera del grupo irlandés que encabeza Dolores O'Riordan

 Por Roque Casciero

El grunge empezaba a suicidarse y el brit pop estaba en pañales. En ese momento de transición de los 90, una banda irlandesa se hizo escuchar en todo el mundo: The Cranberries. Lo más llamativo del cuarteto era la voz aguda de su cantante, Dolores O’Riordan, de ésas que dividen las aguas: o se la ama o se la detesta. La pequeña de la garganta potente aparecía acompañada de riffs de guitarras que le debían (y mucho) a The Smiths y The Cure, pero con un sutil tinte céltico. Diez años después de su tímida aparición con Everybody is doing it, so why can’t we –que en poco tiempo sería un éxito rotundo–, los Cranberries publican Stars - The Best of 1992/2002, el primer trabajo recopilatorio de su carrera, en el que reúnen los singles de sus cinco discos y un par de temas nuevos. Una suerte de memoria y balance para los irlandeses. “Es como el final de una era y, con suerte, el comienzo de algo diferente”, afirma el guitarrista Noel Hogan en comunicación telefónica con Página/12. “Hicimos cinco álbumes del mismo modo, en el sentido de que escribimos canciones y las grabamos de una determinada manera. A partir de ahora queremos experimentar un poco más. Sabemos que escribiendo de cierto modo hemos tenido mucho éxito, pero después de algún tiempo se torna un poco aburrido si no se cambia. No sabemos bien cómo va a terminar sonando, pero queremos intentarlo.”
–¿Tiene en mente alguna forma especial de experimentación?
–No, pero será la primera vez que entraremos a estudios sin demasiado con lo que empezar. Usualmente llevamos todas las canciones escritas de antemano. Ahora tenemos pequeños trozos que deliberadamente no hemos terminado, así que tendremos que ver qué sale de eso. Tal vez incorporemos diferente gente en cada track, distintos productores... Quizás usemos electrónica, pero como fondo, sutilmente.
–Ya que Stars es una especie de revisión del pasado, ¿hay cosas de la que se arrepiente?
–No. Probablemente, en su momento quisiera haber hecho ciertas cosas que no hice, pero cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que si no hubiera tomado las decisiones que tomé, no podría haber aprendido. En nuestros primeros pasos en los estudios de grabación tomamos decisiones que quizá no debimos haber tomado, pero es preferible que las hayamos tomado entonces y no ahora. Los errores sirven para aprender y eso nos fortaleció.
–Sin embargo, hubo un tiempo en el que la banda estuvo casi separada.
–Sí, en 1996. Fue porque habíamos aceptado hacer demasiadas cosas durante el año anterior. Hacía casi seis años que estábamos de gira y cada vez que nos proponían hacer algo decíamos que sí. Pero llegamos a un punto en el que estábamos agotados físicamente y no queríamos seguir adelante, entonces ya ni siquiera nos interesaba la banda. Por eso decidimos tomarnos un tiempo. Cuando lo decidimos, no sabíamos si íbamos a volver a trabajar juntos. Afortunadamente, pudimos reagruparnos.
–Antes de eso, con el hit “Zombie”, ustedes se hicieron famosos en todo el mundo, pero los flashes generalmente le apuntaban a Dolores. ¿Eso generó fricciones en el seno del grupo?
–No, porque siempre fue y es así. Pero nosotros no formamos la banda para salir en las tapas de las revistas, sino porque nos gusta la música.
–Los últimos discos de Cranberries no fueron tan exitosos como los dos primeros. ¿Eso los preocupó?
–No, porque nunca nos fijamos en las ventas de los discos. Lo que queremos es grabar lo que tenemos ganas: si a la gente le gusta, bien; si no, también. No voy a grabar un álbum pensando en que si hago una determinada clase de canción voy a vender más. Hago discos de los que puedo estar orgulloso más tarde.
–A los directivos de su compañía discográfica seguramente no les disgustaría que ustedes hicieran “Zombie II” o algo así.
–Supongo que deben haberlo pensado, pero nunca tuvieron el coraje como para proponérnoslo. ¿Para qué querríamos hacerlo otra vez, si ya lo hicimos? Lo mejor es seguir adelante.
–Para usted, ¿fue un alivio ya no tener que lidiar con el megaestrellato?
–Sí, en cierto sentido. Pero yo nunca tuve ese problema, para ser honesto, porque cuando no estábamos de gira volvía a Limmerick, donde todo el mundo me trata igual que antes. Podemos haber vendido muchos discos o lo que sea, pero en nuestro círculo las cosas no cambiaron tanto.
–Pero para Dolores debe haber sido diferente.
–Sí, claro, ella tuvo más problemas. Pero también se volvió a casa y se olvidó de todo eso.
–¿Todavía viven en Limmerick?
–Sí. Es una de las ciudades más grandes de Irlanda, pero las ciudades de Irlanda son pequeñas. La población de todo el país es de tres millones de personas y más de la mitad vive en Dublin y los alrededores. Después vienen Cork y Limmerick, que tiene unos 90 mil habitantes. Mientras crecíamos, la ciudad era muy gris y muy industrial, pero durante la última década todo eso se volteó y se construyó encima, así que todo está mucho más lindo que antes. Llueve mucho y tiene eso de que todo el mundo se conoce, pero es lugar donde están nuestras familias y amigos, por eso siempre volvemos.
–¿Es verdad que durante un tiempo había turistas que iban a Limmerick sólo a verlos a ustedes?
–Sí, eso sucede, aunque ahora no tan seguido. Como yo vivo en la ciudad, probablemente mi casa es la más fácil de ubicar de los cuatro, así que a veces tengo gente que me toca el timbre. Hace algunos meses paró frente a mi casa un colectivo lleno de estudiantes españoles. Pero sólo me dejaron unas flores y se fueron.

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Una potal de los Cranberries: Dolores O’Riordan siempre al frente.
 
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