ESPECTáCULOS › LOS REALITIES POP, EN UNA ETAPA DE FINALES Y DEFINICIONES

El sufrimiento frente al micrófono

“Escalera a la fama” define un solista, y “Operación triunfo” prepara su gala final. Algunos apuntes sobre los realities del 2003.

 Por Julián Gorodischer

Este fin de semana se rinde examen final en “Operación triunfo”, y un parcial en “Escalera a la fama”. Ambos programas fueron el lavado de imagen que la tele impuso después del encierro forzoso; fue la vida después de “Gran hermano”. Esta vez no hubo romance ni sexo insinuado, y mucho menos peleas de pasillo, cotorreos, mujeres contra varones. Nadie habló de complot. El reality serio, el del aprendizaje, puso a los cantantes en una Academia y les entregó un nuevo canon: el pop latino. Los huéspedes (ahora voluntarios, liberados, durmiendo en hoteles) entendieron que cantar mejor era cantar muy fuerte, y a Andrea, favorita de “Operación...”, le regalaron un piropo no muy agradable: “Te comiste una cantante”, le tiró Ricardo Montaner, y ella que es gordita sólo atinó a agarrarse el rollo.
Mañana, en “Operación...”, se sabrá quiénes son “los dos solistas de la Argentina”, esa figura de consagración que se disputan seis finalistas tras el acto demagógico del jurado que amplió los cupos y provocó el llanto de Marley. Al conductor lo subieron en andas, y caminaron todos al podio para festejar el gesto. “Operación...” fue, mientras duró, el editorial político del canal lavado (Telefé) donde los alumnos cantaron contra la guerra, por la paz, por los inundados, y por la Argentina de la era Kirchner (con una versión pop latino del Himno). Ahora las campañas políticas se cierran en la tele, pero el reality devuelve la gente a las plazas de los pueblos, a los clubes de barrio para apoyar no un candidato a gobernar sino a uno “mucho más importante”: aspirante a clon de Shakira, Thalía, Montaner o Ricky Martin. Hoy, en “Escalera...”, se sabrá también quién es “la solista” de la Argentina, con un suspenso todavía para el cantante masculino, pero allí las cosas llegan devaluadas: ya se formaron un grupo con reminiscencias folklóricas (Madryn) y un dúo (Gamberro) hecho de un gemelo (de Pablo, de Mambrú) y un ex policía.
La excusa parece ser que la industria pide a gritos más y más clones del entertainment latino, para aggiornar a la Argentina de los rockeros y los baladistas. Pues bien, con el reality –al menos eso sostiene el jurado de Magalí, Fernando y Afo Verde– la canción renovó su catálogo puertas adentro. Y para qué mirar a la colombiana o al portorriqueño si ahora estos nuevos nombres de pila (nunca un apellido: confundiría) fueron entrenados para asemejarse. Imponerles un estilo significó, para los coaches, arreglarles llamados telefónicos con Juanes o con Montaner para que les dieran consejitos.
Entre los finalistas de “Operación...”, Andrea es gordita y la sobrevuela el fantasma de lo que pasó con Natalia, una eliminada. A la salteña, que cantaba como una joven Mercedes Sosa, la echaron por desconcentrada (tiraba saluditos en la gala), y, para su consuelo, Andrea escuchó muchas veces el piropo: estás más flaca. Finalmente, renunció a la dieta, pero igualmente le piden: “Más sexy, ¡movete!”, como corresponde a una sucesora de Christina Aguilera a la criolla. Todavía no le sale esa oscilación de la cadera, pero la salva “el caudal”.
Guadalupe, la linda con chances, abandonó “los vicios” –según sentenció el tribunal–, que consistían en engolar la voz como Patricia Sosa y hacer mohínes de compromiso en el momento dramático. La Academia rindió frutos de la mano de la coach rubia que los apoya a todos por atrás y les dice: “Calentate”, o de Marcela Paoli, la dire, dura cuando hubo que amenazar con los miles que esperan del otro lado para entrar, pero tiernita cuando lloró la salida de un expulsado. Eso sí, a tono con el lavado de culpa y cargo, en las academias no se habló de nominados y todo se dijo en positivo: “El público eligió que se quede en la Academia...”, fue la frase fetiche, coronada por el alegato a favor de “No bajes los brazos”.
El resto de los finalistas (Pablo, Juliana, Emanuel y Claudio) responden al decálogo del buen alumno: agradecerás el fallo negativo y te pareceráslevemente a un consagrado. A Claudio, pelilargo, tímido y barbudo, le hicieron un fashion emergency que lo salvó de la derrota. Pero les está costando un requisito imprescindible: volverlo sexy. “Mové la cadera, movéla”, le gritó la rubia y lo manoseó para despertarle el indio, pero no hubo caso. Como una estaca, el Claudio lookeado mira fijo al vacío como si imaginara una cuenta regresiva, potenciada por la predilección por las metáforas bélicas del jurado. “Estás por explotar, sos un tic tic...”, dijeron antes a Lucho, que nunca explotó. Los de “Escalera...” tienen un toque de qualité que les da el saber inglés y acatar la onda retro que les impone el repertorio. Pipa, Anabella, Luli y Pablo sufrieron un jurado más amigable que los bancó durante la eliminación pero ahora, en el final, se desquita calificando con numeritos cada canción.
Los alumnos pasan a desafinar y el tribunal tira la cifra, varias para cada uno, para que ganen o pierdan por acumulación y se pongan rojos, presionados, tembleques como en el colegio. Toleran el alarde sadomaso con obediencia debida, y actualizan la vieja frase de sus precursores con una cara de piedra ante los bochazos y la humillación: “La fama cuesta (¿se acuerdan?) y aquí es donde empiezan a pagarla”.

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Marley, al borde del desborde emocional, celebrado por los participantes de “Operación triunfo”.
 
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