SOCIEDAD

Una condena menor para un caso de gatillo fácil

Cinco policías estaban acusados por el caso Levickas, el joven muerto en Béccar en una persecución a dos ladrones. Sólo uno fue condenado, con la mínima pena. Sin embargo, en un fallo contradictorio, el tribunal criticó el accionar de la policía en sus procedimientos.

 Por Carlos Rodríguez

La persecución policial a dos ladrones por robar un auto se extendió por 40 cuadras, intervinieron 30 patrulleros, se hicieron 100 disparos y el resultado fue terrible: murieron un chico inocente que recibió cinco balazos y uno de los delincuentes, con 15 impactos. Otro joven fue herido de bala, le amputaron la pierna derecha y arrastra un grave daño psicológico. Dos policías fueron heridos, el segundo por sus compañeros. También fue herida una mujer ajena al hecho que estaba parada frente a la puerta de un colegio. Al juzgar el caso, conocido por el asesinato de Alejandro Levickas, uno de los inocentes, el Tribunal Oral 3 de San Isidro criticó con dureza el accionar policial por tratarse de “una cultura que exige una revisión”, pero se limitó a tirarle la pelota al poder político, que debería ahora aplicar sanciones administrativas. En el plano judicial, después de un largo proceso, la condena fue apenas simbólica: un policía condenado a ocho años de prisión, la mínima por homicidio simple, y los otros cuatro acusados absueltos por falta de pruebas.
En una sala pequeña, llena de personas con intereses contrapuestos –había familiares de las víctimas y de los cinco policías imputados, cuatro de los cuales terminaron festejando–, la lectura del largo fallo acaparó la atención de todos. Con una redacción cargada de fundamentaciones jurídicas, el tribunal calificó de “simplista” la acusación del fiscal Fernando Frutos, quien al igual que la querella, representada por Luis Pastor y Martín González del Solar, había pedido entre 16 y 18 años de cárcel para los cinco imputados. El único condenado, a 8 años, fue el sargento Juan José Cabrera, porque los jueces entendieron que un disparo que partió de su 9 milímetros fue el que mató a Levickas, quien cuando lo recibió estaba tirado en el piso, maltrecho, porque había sido atropellado mientras iba en su ciclomotor, con su amigo Manuel Fernández Gache, por el Peugeot 106 rojo y robado en el que escapaban los ladrones.
Los otros cuatro imputados recibieron la gracia del beneficio de la duda, ante la imposibilidad, según el criterio del tribunal, de demostrar que ellos fueron los que mataron a Levickas. Fueron absueltos los sargentos Jorge López, Eduardo Solís y Osvaldo Luna, y el cabo Silvio Barretto, para quien el fiscal y la querella habían pedido 18 años, por entender que de su pistola Astra 9 milímetros había salido la bala que mató al inocente. Además, en el juicio, el sobreviviente Fernández Gache lo señaló a Barretto, aunque con dudas, como el policía “gordito, morrudo y de pelo corto” que le había disparado directamente a la pierna que después tuvieron que amputarle.
Los jueces Ezequiel Igarzábal, Carlos Vales Garbo y Marcelo García Helguera dictaron un fallo cuya lectura demandó más de dos horas. Después de la resolución, ordenaron a la fiscal de instrucción Fabiana Covello que “profundice la investigación” del caso para tratar de determinar si hubo otros responsables. En el juicio fueron acusados el oficial Félix Ocampo –está demostrado que hizo 13 disparos con su Browning en el lugar donde se produjeron las muertes– y el cabo Emir Champonois, quien está detenido por el homicidio, en circunstancias similares, del joven músico Mariano Witis, quien era rehén durante un robo.
Las conclusiones del tribunal dejaron en claro que en el caso no hubo una correcta administración de Justicia. Además de cuestionar al fiscal, luego defendido por los padres de Levickas (ver aparte), los jueces cuestionaron a los policías, por el desmedido procedimiento que comenzó en San Fernando y terminó en Béccar, y también por la “actitud corporativa” que asumieron cuando les tocó ser testigos del juicio, donde fueron reticentes. La desmesura policial durante la persecución quedó sellada en el expediente. “El accionar policial colectivo tuvo un proceder cuestionable”, dijeron los jueces.
También quedaron asentadas las manifestaciones, en el mismo sentido, de algunos policías que participaron en el megaoperativo. “Dejen de tirar”, tuvo gritar uno de los uniformados, dirigiéndose a sus compañeros, cuandoestaba parado al lado de los cuerpos malheridos de Levickas y Fernández Gache, y cuando los dos ladrones habían quedado fuera de acción. “Pará que me vas a dar a mí”, tuvo que advertirle otro a su compañero motorista.
Se cree que el imputado Barretto fue herido en una mano por sus colegas. Los autos policiales fueron “un sinfín”, admitió un parte de la Jefatura Bonaerense. Todos circulaban a más de 100 kilómetros por hora por calles atestadas de automovilistas y peatones. Algunos disparos pegaron en comercios, en una escuela, hirieron a una mujer, Miriam González, y destrozaron el espejo retrovisor de un auto, además de matar a un inocente y de herir de gravedad a otro. Al ladrón que murió, Mario López, ni siquiera lo salvó el chaleco antibalas que llevaba puesto. Por todo eso, el tribunal pidió a la fiscal de instrucción que siga investigando y al Ministerio de Seguridad que tome “las medidas administrativas que correspondan” con los que participaron del operativo.

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El único condenado, a ocho años de prisión, fue el sargento Juan José Cabrera (a la izquierda).
Los otros cuatro imputados recibieron por parte del tribunal la gracia del beneficio de la duda.
 
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