ESPECTáCULOS › LOS ALEMANES DIE TOTEN HOSEN, DE REGRESO EN BUENOS AIRES

“Ser cínico es demasiado fácil”

El quinteto punk, visita usual de la Argentina aun en las peores crisis, actuará mañana en el Luna Park y la semana próxima en el “Quilmes Rock”. “Hemos hecho de todo... excepto una buena canción”, ironiza el cantante Campino.

 Por Roque Casciero

“Parece que se conservara en formol.” La frase la musita una dama y el destinatario del piropo es Campino, el cantante de Die Toten Hosen. Es que el hombre ya pasó los 40, pero se lo ve en plena forma física: alto, flaco, el pelo revuelto y teñido de rubio, la sonrisa ganadora y la actitud amable. No tiene mucha idea de cuánto hace que está en Buenos Aires, pero cuando lo piensa un poco, da con la medida perfecta: “Digamos que llegamos hace tres churrascos”. Y se ríe, claro. Para la banda alemana que lidera Campino, la ciudad tiene cada vez menos secretos, ya que es asidua trajinadora de escenarios porteños. Esta visita es para actuar en el Luna Park mañana (con Los Violadores como soporte) y, una semana más tarde, para cerrar la noche del Quilmes Rock Festival en la que también estarán Attaque 77, Kapanga y Cabezones. “Siempre me sentí seguro en Buenos Aires”, dice el vocalista. “Escuché que todavía las cosas no andan bien en la Argentina, pero por lo que pude ver, la gente está de nuevo en la calle, en los bares. Quizá piensen que la situación es una mierda, pero que hay que seguir adelante. Hubo una vez que vinimos –durante el tiempo en el que le habían sacado el dinero a la gente– y todo el mundo parecía asustado. Pero ahora no se ve de ese modo.”
–Aun en ese momento, siguieron viniendo a tocar. ¿Sintieron una obligación moral o algo así?
–Hay varias razones, porque tenemos una relación muy especial con la Argentina. Cada vez que venimos, pasa algo: o se cae un escenario, o hay peleas callejeras. Pero es un caos positivo, porque nunca nadie salió herido. Nosotros siempre estamos intentando salir de la rutina y para eso la Argentina es especial. Siempre traemos a nuestros amigos para mostrarles Buenos Aires. ¡Esta vez somos como cien! Además, Die Toten Hosen ya hizo más de mil conciertos, pero si tengo que elegir mis veinte favoritos, por lo menos cinco fueron en Buenos Aires.
–¿El que hicieron con los Ramones e Iggy Pop (River, 1996) está entre esos cinco favoritos?
–Sí, por la atmósfera de la noche. Ver a esas 50 mil personas con remeras negras cantando “Ra-mo-nes” fue impresionante. Pero al día siguiente tocamos en un lugar más chico (Dr. Jekyll) e Iggy Pop subió a cantar con nosotros. Sólo había 2 mil personas, pero ésa fue una de las mejores noches que tuve en mi vida. ¡Sentía que podía volar! Cuando bajé del escenario, descubrí que tenía el brazo cortado y tuve que ir a un hospital a que me dieran varios puntos, pero fue una noche fantástica.
–En una entrevista dijo que “desde una estúpida canción acerca de beber hasta una canción seria contra el racismo”, los Toten Hosen lo habían “hecho todo”. ¿Dónde encuentra, entonces, las motivaciones para seguir adelante tras veinte años de carrera?
–Lo hicimos todo, excepto una buena canción (risas). La motivación sería que algún día podamos escribir una buena canción. Básicamente, cada vez que me despierto descubro que tuve nuevos sueños. Del mismo modo, tengo nuevas ideas o cambio de punto de vista con respecto a muchos temas. Hoy pienso distinto que hace 20 años sobre varios aspectos, así que si escribo una letra sobre el mismo problema, ahora será diferente. Nosotros queremos comportarnos de acuerdo con lo que sentimos, no mantenernos pegados a un cliché o a una imagen. No puedo ver el sentido de estar todo el tiempo haciendo bromas y, por lo tanto, no significar nada. Es muy fácil ser cínico y sarcástico, y no molestarse en sugerir soluciones. Más arriesgado es hacer comentarios sobre cuestiones serias, políticas, porque es entonces cuando alguna gente puede atacarte. Estoy feliz de no ser sólo una banda divertida o sólo una banda que está todo el tiempo señalando con el dedo, porque eso también le molesta a la gente.
–Ustedes siguen considerándose una banda proletaria, pero vendieron millones de discos y, de hecho, paran en un hotel cinco estrellas. Lointeresante es que exploren esas contradicciones en sus canciones, como en “Viva la revolución”.
–Esa canción habla sobre nosotros, que tratamos de luchar contra el sistema y, con los años, descubrimos que somos parte de él. Si me cuestiono cuál fue el resultado de la revolución punk, qué salió de nuestra lucha, supongo que el único éxito –y no es uno pequeño– es que hubo un tiempo en el que sentimos que podíamos cambiar el mundo. Fue un gran espíritu, en los comienzos del punk rock, cuando todos pensábamos que el sistema no iba a poder engañarnos. Aunque sí nos engañaron, ése fue un gran período para tener ilusiones y por eso mismo valió la pena.
–Tal vez el cambio sea más pequeño de lo esperado, pero existió.
–Sí, es algo más individual que un éxito de todo el movimiento. Es responsabilidad de los músicos punk que muchas cosas hayan cambiado. Todavía hay gente de aquel movimiento que puede mantener el orgullo intacto, porque no perdieron la actitud. Joe Strummer (de The Clash), por ejemplo, siempre fue un tipo cool, hasta el día de su muerte.
–Usted entrevistó a Strummer para una revista alemana. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Bárbara. Era un tipo muy amigable y modesto, y una de las personas que más me influyeron. Sentía miedo de conocerlo: había tenido varias oportunidades, pero siempre arrugaba, porque no quería descubrir que mi héroe no era tan bueno como yo pensaba. Pero se me presentó esa oportunidad de entrevistarlo un largo rato y estoy feliz de haberla aprovechado. Cuando tocó en Inglaterra por primera vez con los Mescaleros, después de diez años de ausencia, volé a Londres con mi hermano sólo para verlo otra vez en vivo. En el avión rezaba: “Por favor, que no sea una mierda”. Pero salió a escena y de inmediato estuvo claro que todavía era el mismo tipo que antes. No recuerdo haber llorado en un concierto, pero cuando Joe hizo “London Calling” fue cuando más cerca estuve de las lágrimas. Muy conmovedor.

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Die Toten Hosen es una auténtica leyenda punk, con veinte años de carrera y más de mil shows.
“Siempre traemos a nuestros amigos para mostrarles Buenos Aires. ¡Esta vez somos como cien!”, dice el cantante.
 
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