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Santiago Feliú, el arte de la canción de amor sin Romeos ni Julietas

El músico cubano se presenta hoy y el viernes próximo en La Trastienda, donde mostrará el material de “Sin Julieta”, un disco en el que relativiza el amor moderno y confiesa “disfrutar hasta la última gota del dolor”.

 Por Karina Micheletto

Santiago Feliú acaba de llegar a la Argentina, pero igual elige contestar las preguntas por mail. Está acostumbrado. “Mi tartamudez cuando soy entrevistado me convierte en una especie de mudo virtuoso... así que conversemos con los dedos”, propone. Y describe con naturalidad el lugar desde el que está contestando las preguntas: “Son las doce y media de la noche y vengo de la radio. Estoy en un hotelito de la calle Corrientes que me trae a la cabeza los lindos y nostálgicos ochenta. Mi mujer me espera en la habitación para irnos a cenar a lo de Fito (Páez)”. El motivo de esta visita de Feliú a la Argentina son los conciertos que el cubano dará en Buenos Aires, esta noche y el próximo viernes a las 23 en La Trastienda (Balcarce 460), y también en Rosario, Río Cuarto, Córdoba, La Rioja, Montevideo y Paraná, siempre acompañado por Ofelita Polo en coros.
A lo largo del mail Feliú hará gala de su manejo del porteño básico: “Dentro de la malaria se respira esperanza. Espero que se pongan las pilas”, dirá por ejemplo, respecto de la Argentina con la que se encontró esta vez, después de una última visita en plena crisis de 2001. Es que el cantautor no juega del todo de visitante en Buenos Aires. No sólo porque vivió aquí un tiempo en los ‘90, sino porque suele pasar bastante menos de dos años entre cada visita suya y se relaciona frecuentemente con músicos argentinos como León Gieco, Juan Carlos Baglietto y Fito Páez.
Representante de una segunda generación de la Trova Cubana (aquel movimiento creado a fines de los ‘60 por Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Vicente Feliú, hermano mayor de Santiago, entre otros), esta vez Feliú llega con un nuevo disco, Sin Julieta, que se editará en la Argentina el mes que viene. No es éste un trabajo estrictamente “social”, aunque lo recorre cierta idea de la escasez de amor como una forzosa clave de época. Y Feliú tiene prosa de sobra para desplegar una poética fuertemente marcada por el sentimiento del desamor, “incluido el encanto y el aprovechamiento de la soledad”, según él mismo aclara. “De mi generación, en general, no veo más que dos o tres parejas por las que esté pasando un amorazo verdadero. Veo sí parejas donde no hay ni Julieta ni Romeo sino miedo a la soledad, o alianza para el progreso, como se suele decir”, define, contundente, el músico.
–Usted habla del “encanto y el aprovechamiento de la soledad”. ¿Cómo se puede “aprovechar” la soledad? ¿No es más bien una suerte de resignación, o de reacomodamiento ante una partida perdida?
–Bueno, puede ser lo que tú dices, también. Pero sí que puedes aprovechar la soledad. Reencontrándote, cocinándote, descontrolándote y viceversa, enamorándote sin cabeza, dejando el cigarrillo... no lo sé exactamente. Lo cierto es que yo pude hacer estas canciones de amor desamorado en plena soledad, disfrutando hasta la última gota de dolor. Eso, así creo que se aprovecha la soledad: disfrutando hasta la última gota de dolor.
–¿Pero por qué esa necesidad de cantarle al desamor?
–Porque es el amor menos cantado y el que más vivimos por estos días. Y, mientras tanto, la canción de amor a todo nivel es cada vez más mala. En los últimos años ha caído en una profunda crisis, es muy poco lo que se salva. Sin Julieta es mi tesis, una búsqueda voraz de una canción de arte.
–El tema “Ayer, pasado, mañana” tiene letra de Joaquín Sabina. ¿Cómo lo compusieron?
–Conversábamos en un hotel de Buenos Aires y nos largamos a la guitarreada. Le toqué esa canción, que todavía no tenía palabras, entre muchas otras. Pero a Joaquín le copó ese tema, se fue al baño varias veces con la melodía en la cabeza y al final trajo la letra de “Ayer, pasado, mañana”. Y es extraño lo que pasó, porque finalmente la canción se acerca mucho más a mi poética que a la suya. Fue muy bonito.
–Algunos de los temas del disco ya eran conocidos en el vivo. ¿Por qué pasó tanto tiempo sin grabarlos? ¿Tuvo que ver con dificultades de los sellos?
–Me harté de los sellos, ando medio independiente, grabo cuando quiero y luego negociamos. También cargo con mis discos y los vendo en los conciertos, es un método que nunca me ha fallado. Por lo demás, grabo sólo cuando siento que tengo que hacerlo. Es decir, cuando encuentro algo verdaderamente nuevo, musical, literario y espontáneo.
–¿Cómo podría definirse la trova en la actualidad? ¿Existe una nueva generación de trovadores, después de la suya?
–La verdad es que escucho pocas cosas nuevas hoy en día. Los que me parecen más interesantes son los de Habana Abierta, que viven en Madrid. Después, me han dicho que por La Habana hay uno bueno, pero no lo conozco. En general, lo que menos hay es ingenio, renovación. Y lo que más hay es repetición de lo que ya está probado. Ahora lo que hay son trovadores que andan por las suyas, aislados. Pero la Nueva Trova sigue siendo la que hicieron Silvio, Pablo o Noel Vicente.
Cumplido el propósito de una entrevista a un cubano al que no se le pregunta por la situación política de la isla, se le dice a que Feliú si hay algo que no se le haya preguntado, y que le interesa especialmente que figure en la nota. Es, entonces, su oportunidad de autopreguntarse y responderse. “Me pregunto: ¿hasta cuándo estaremos bloqueados por los gringos? Pinga”, concluye Feliú, con sintética poética.

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Feliú no sólo visita regularmente el país: también mantiene relaciones con Fito, Baglietto y León Gieco.
“La canción de amor a todo nivel es cada vez más mala, ha caído en una profunda crisis”, analiza.
 
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