ESPECTáCULOS

FM La Tribu sopló las quince velitas

Para Gastón Montells y Rodrigo Tornero, el cumpleaños de la radio sirve para reafirmar una actividad que va más allá de lo que suena.

Por C. V.

Abuelas de Plaza de Mayo, Eduardo Codina de La Colifata, la Murga La Redoblona, gente de IMPA y del Mocase, Tom Lupo y Goy, de Karamelo Santo, entre otros, aportaron conceptos para el libro Palabras que muerden, definiciones colectivas, editado por la cooperativa Eloísa Cartonera. Las Manos de Filippi, Orge, Carajo, La Perra que los Parió y Araca París, canciones para el compilado El Demonio es otra cosa, Música por la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal. Lito Epumer, Christian Basso, Alejandro Terán y Axel Krygier, sonidos varios para festejar los 15 años de la radio. Entender a FM La Tribu, entonces, implica unir todas estas miradas, sintetizar este “abrazo social” entre músicos, actores, organizaciones sociales, empresas recuperadas y otras radios con un objetivo resignificado por quienes lo sustentan: cambiar el mundo. “Nuestra certeza se origina en la convicción de construir un actor colectivo. Poder, en una sociedad atravesada por valores capitalistas del individualismo, desplegarse como un colectivo de trabajo”, afirma Gastón Montells, miembro fundador, en un intento por condensar 15 años de vida. Con una amplia gama de propuestas –60 programas y 300 personas al aire por semana–, La Tribu (88.7) aprovechó la celebración para lanzar dos programas mañaneros clave (No basta y Tanta trampa) y reorientar el rumbo. “Las fechas redondas son fundantes de una nueva mirada”, sostiene Montells junto a Rodrigo Tornero, otro de los responsables.
–¿Cuál es el balance tras estos 15 años?
G. M.: –Hay tres o cuatro logros medulares. Por un lado, colaborar como medio y actor para reconstruir un diálogo social que estaba destruido por la dictadura, para dar cuenta de que es posible no reproducir la lógica del sistema. Y la convicción de trabajar en red: ninguno de nuestros proyectos sería por sí mismo lo que es vinculado a otros proyectos. Y la importancia de no ser solo un medio sino un espacio físico, en el cual poder materializar vinculaciones con la sociedad mediante otros soportes.
En plena lucha contra el caos que representa la irregularidad del espacio radioeléctrico –“nos escuchan en Banfield y por ahí nos pierden a diez cuadras”–, La Tribu opera como una radio atípica. No solo emite programas sino que actúa en diversas actividades, desde ayudar a montar dos radios para que el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) tenga una comunicación más fluida con la comunidad, hasta dictar talleres, editar libros, discos y ofrecer su móvil como herramienta logística. “En 2001 el móvil funcionó como ambulancia, sacamos gente que estaba siendo cagada a palos por la policía”, evoca Montells.
–¿Cómo discuten el tema de la propiedad en un mundo en el que la propiedad privada aparece como norma que regula la realidad?
G. M.: –Una de nuestras frases es “apagá La Tribu y hacé tu radio”. Esto no sólo implica una convicción política, indica que todo lo que hacemos (libros, CD’s, programas) es para que usen otros. Es una discusión sobre la propiedad intelectual y la propiedad social. Está la frase de Pizarnik... “Si digo agua beberé, si digo pan comeré”. Es importante que la radio no sea sólo un espacio tranquilizador, sino también una propuesta de diálogo para construir interlocutores en la sociedad.
–¿Cuál fue el momento más crítico?
G. M.: –Todos. Convivimos con crisis externas como receptores pasivos y con otras internas, que son las que uno genera para provocar ruptura y crecer.
R. T.: –Es una forma de no acostumbrarnos.
G. M.: –La ruptura interna siempre funcionó apostando al riesgo.
–¿Un ejemplo concreto?
G. M.: –Cuando se nos ocurrió construir el auditorio, pedimos un crédito que podríamos haber usado para reequipar la radio. Esos momentos de quiebre donde la cosa era o ganar un poco o perder todo, fue positivo, porque inyectó un momento de refundación, de mística y de reapropiación.
–¿Cómo ponen en palabras el objetivo de La Tribu?
G. M.: –Elegir un espacio independiente de la política para cambiar el mundo.
–Suena medio utópico...
R. T.: –Es un concepto que pensamos en el ámbito global, pero también regional. La disputa se da desde acá, porque si no, aparece esta cultura de lo imposible que nos vienen metiendo en la cabeza desde hace tantos años.
G. M.: –Y se expresa no reproduciendo aquello con lo que estás en desacuerdo. Construir relaciones humanas sinceras, justas, con las personas que te rodean cotidianamente, para cruzarlas con cuestiones como reivindicar los valores de la solidaridad y la colectividad.
–¿De qué manera se materializa esta tendencia de la radio? ¿Se sienten cercanos a Kirchner o a las organizaciones sociales que se le oponen?
G. M.: –A las organizaciones. Nos reconocemos como un proyecto de izquierda independiente que recupera valores de la izquierda clásica y cuestiona otras prácticas... No somos el proyecto orgánico de un partido. Tenemos rasgos anarquistas, impulsivos. La Tribu siempre fue un proyecto efervescente, impulsivo, apasionado. No somos la voz institucional ni orgánica de nada. En 2001 vinieron como 30 asambleas que querían hacer programas. Lo que hicimos fue articularlas en un solo proyecto.
–¿Cómo se hace para articular el proyecto de La Tribu con los sectores sociales más alejados del campo de la comunicación?
G. M.: –Es una dificultad. Este es un proyecto urbano con cierto nivel de acumulación intelectual. Pero tampoco creo que haya que ponerse en el lugar de traducir al otro. La estrategia se da en la paridad, en escuchar al otro. Una vez estábamos en México dando un curso para la Red de Radios Indígenas. Al final, una persona dijo “para nosotros la información es una manera de estar juntos”. Genial. Uno estuvo diez años pensando en esos términos y se encuentra con esa definición brillante, sencilla. Este proyecto es una manera de estar juntos, con otros, para estar mejor.

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Karamelo Santo, una de las bandas que participó de los festejos.
 
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