ESPECTáCULOS

“Los chicos deben trabar contacto con las artes”

Así explica la brasileña Adriana Calcanhotto su mutación como Adriana Partimpim en un CD para niños, pero con la usual amplitud de una artista que suena en la TV sin dejar de ser vanguardia.

 Por Karina Micheletto

Adriana Calcanhotto dice que se siente heredera del tropicalismo. Pero sólo un poquito. Otro poquito de la bossa nova, otro poquito del jazz, otro del pop y del rock, y siguen los géneros. Ella es parte de una nueva generación de músicos brasileños que procesaron las tradiciones en nuevos sonidos, en su caso volcado en canciones simples, poéticas, bellas. La música de Calcanhotto es admirada y reconocida por colegas como Caetano Veloso como vanguardia en el pop brasileño. Pero también suena en cortinas musicales de telenovelas que siguen millones de personas o en jingles televisivos. Cosas que pasan en el gran país tropical en el que Oswald de Andrade y Lazos de familia pueden tener puntos de contacto.
Calcanhotto dice que sonar en las telenovelas es lo mejor que le podría haber pasado, que su objetivo no es cantar para “las cuatro personas en el mundo que escuchan John Cage”, sino hacer que muchas personas en el mundo escuchen John Cage. En uno de los shows que dio en la Argentina contó que su padre, un baterista de jazz, no veía con buenos ojos que ella escuchara radio AM cuando era chica. Quizás en la rebeldía de aquella niña que desoía los consejos paternos radique el secreto de su música, extrañamente culta y popular a la vez. “Mi padre pensaba que esa ‘contaminación’ de la radio podría influenciar en mi formación, como de hecho ocurrió. La radio siempre me fascinó, formó mi oído, marcó mi forma de convivir con la música. Y con el tiempo a mi padre terminó gustándole que mis canciones estén en las telenovelas. Eso creo. Al menos no me lleva la contra”, se ríe en diálogo con Página/12.
Ahora Calcanhotto acaba de editar un disco “para chicos” y se cambió el apellido para la ocasión: es Adriana Partimpim, tal como se hacía llamar cuando era chica. Lo de “para chicos” debe ser leído así, entre comillas, porque su disco está fuera de cualquier parámetro del género infantil, y allí conviven amablemente Arnaldo Antunes, Chico Buarque y Lewis Carroll. El próximo 2 de octubre, Calcanhotto/Partimpim volverá a mostrar lo suyo en la Argentina, dentro de un ciclo en el que también están programados Arnaldo Antunes, Tom Zé y Nana Vasconcelos.
–¿Por qué se cambió el apellido?
–Cuando empezó la idea de hacer un disco para niños supe que debía hacerlo Adriana Partimpim, que es el nombre que me di cuando era niña. No tiene ningún significado especial, simplemente era un nombre que me traducía mejor. Y quise asumir un heterónimo como apellido para poder seguir usándolo: siempre que grabe Partimpim será un disco más lúdico, más gracioso, con las características de éste.
–En Brasil es más común el uso de heterónimos entre los poetas.
–Sí, y también es más fácil, porque con la voz grabada no se puede ocultar quién está cantando. Pero me gusta el heterónimo porque puedo usarlo para ampliar mis posibilidades. Y lo tomé seriamente, firmé un contrato con la discográfica como Adriana Partimpim, aparte de mi contrato como Adriana Calcanho-
tto. Eso sí, no tengo dos firmas, es un delito en Brasil (risas).
–Muchos artistas comienzan a hacer cosas para chicos cuando tienen hijos. No es su caso.
–No. Yo vengo con este proyecto hace como diez años. No hay ninguna idea nostálgica en esto. Pienso que cuanto más temprano los chicos traban contacto con los autores, con la poesía, con la musicalidad, mucho mejor. Y así como Miró, Picasso y muchos artistas tuvieron ganas de hacer trabajos como niños, de dejar atrás todo lo que ya habían hecho e imaginarse niños, algo así quise hacer yo. Con la idea de dar a los chicos contacto con otros autores y músicos, no sólo con los que producen cosas específicas para ellos.
–En el repertorio que seleccionó hay de todo. ¿Cómo elige las canciones Partimpim?
–Me fueron llegando, cada una a su tiempo y a su modo, durante los diez años que me tomé para pensar este disco. Cuando escuché el disco de PaulaToller, por ejemplo, no estaba pensando en mi disco para niños, simplemente lo escuchaba. No imaginaba que iba a encontrar una canción tan importante para mi proyecto como Oito anos, pero así fue. Las canciones vienen, van. Sólo hay que saber escucharlas.
–Sus temas tienen mucho de experimentación, de mezcla, de juego entre géneros, pero también sirven como cortinas de telenovelas. ¿Cómo se explica eso?
–No sé cuál es la explicación, pero siempre fue una meta de mi trabajo, algo como un sueño. Siempre quise que mi música y mi poesía fuesen populares, no sólo para los poetas o los lectores habituales de poesía o para las cuatro personas en el mundo que escuchan John Cage: yo quería lograr que John Cage tocase en una radio popular. Y para lograr eso fue que empecé a experimentar. Es lo que profundamente me mueve, pero cuando escribo o grabo mis canciones no estoy pensando en eso. Me gusta estar cerca de la gente que hace cosas diferentes, que arriesga.
–Pero por lo general esa gente no suena en las telenovelas, son dos mundos que permanecen separados.
–Sí, pero yo aposté a que esto podía dejar de ser así. Y si yo pude lograrlo, entonces puede lograrlo cualquiera.

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Calcanhotto tocará aquí el 2 de octubre, en un festival brasileño.
 
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