ESPECTáCULOS › ESTRENOS SINFONICOS EN EL TEATRO COLON

Un director de gran nivel y un programa excepcional

Steuart Bedford conducirá los estrenos locales de obras de Vaughan Williams y Lutoslawski, al frente de la Filarmónica.

 Por Diego Fischerman

“No escribí esto como pintura de nada externo –por ejemplo, la situación europea– sino, simplemente, porque se me ocurrió de esta manera”, apuntaba Ralph Vaughan Williams en 1937, acerca de su cuarta sinfonía, estrenada dos años antes. El motivo de su aclaración era, precisamente, que muchos explicaban la dureza, el grado de disonancia y la expresividad de esta obra como un correlato del ascenso del nazismo. Sus amigos, en cambio, reconocían rasgos autobiográficos en esta composición genial. Más allá de la discutible descriptividad, lo que subyace aquí es la intención de escribir una sinfonía moderna, que se inscribiera tanto en la tradición beethoveniana como en las tendencias más recientes.
Influido en sus obras anteriores primero por el romanticismo alemán y, más tarde, sobre todo por Ravel –de quien fue alumno–, este autor inglés que, entre otras cosas, realizó un fenomenal trabajo de recopilación del folklore de su país, es uno de los secretos mejor guardados del sinfonismo del siglo XX. Sobre todo en Buenos Aires, donde su fundamental Sinfonía Nº 4 será estrenada recién mañana. Y el director, que conducirá en el Colón a la Filarmónica de Buenos Aires, es un verdadero especialista. Steuart Bedford, asistente durante años de Benjamin Britten y en esta ciudad para dirigir su última ópera, Muerte en Venecia –que se estrenará el próximo 16, también en el Colón– es uno de los músicos británicos más importantes de la actualidad y sus grabaciones del repertorio sinfónico y operístico compuesto a partir del siglo XX en Inglaterra funcionan como referencias obligadas en la materia.
En un reportaje concedido a Página/12 hace un año, en ocasión del estreno de Idomeneo de Mozart con su dirección, Bedford remarcaba el valor del conocimiento del estilo: “En el repertorio del siglo XX es más sencillo que en el del siglo XVIII. La mayoría de las veces uno no sólo tiene acceso al manuscrito del autor, sino que ha tenido ocasión de trabajar con el propio compositor”. Esta obra de Vaughan Williams rompe el estilo que el autor venía trabajando desde su tercera sinfonía, bautizada como “Pastoral”, que se había consolidado en obras como el bellísimo oratorio Sancta Civitas y el Concierto para piano. “No sé si me gusta o no, pero es lo que quise decir”, afirmaba el autor durante los ensayos del estreno, que dirigió Sir Adrian Boult en la Queen’s Hall. Ya el comienzo pone en escena la materia: la inicial disonancia y luego dos motivos de cuatro notas cada uno (duplicando el principio organizador de la Sinfonía Nº 5 de Beethoven) que se escuchan a lo largo de toda la obra.
El hecho de que la Filarmónica de Buenos Aires, en la decimoséptima función de su ciclo de abono de este año, estrene una de las 9 sinfonías de Vaughan Williams, ya es, de por sí, uno de los acontecimientos de la temporada. Pero, además, habrá otra primera audición: el Concierto para oboe, arpa y orquesta de Witold Lutoslawski, con la actuación solista de Néstor Garrote en oboe y Lucrecia Jancsa en arpa. Estrenada en 1980, esta obra en la que son fundamentales tanto las escalas de doce sonidos como la resolución aleatoria de ciertos pasajes, no se parece a ninguna composición dodecafónica ni aleatoria. Y la mejor prueba de que cualquier técnica de composición no es más que eso, y que el lenguaje depende de cómo se las use y de lo que el compositor tenga para decir, es el conmovedor comienzo del dúo de los solistas con el que comienza el segundo movimiento. El concierto, a las 20.30, incluirá también fragmentos sinfónicos de la ópera Los maestros cantores, de Richard Wagner.

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Steuart Bedford dirigirá mañana a la Filarmónica.
 
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