ESPECTáCULOS › EMOTIVO SHOW DE FITO PAEZ EN ND ATENEO

Nuevos vestidos clásicos para un final a puro rock

Se presentó junto con Gerardo Gandini, una miniorquesta de cuerdas y dos músicos de rock. En el show del domingo tuvo un regalo extra para su cumpleaños: la presencia de Charly, con quien tocó temas propios y ajenos.

 Por Karina Micheletto

La propuesta era cantada desde el título: Clásicos de Páez y otros autores. Allí estaba Fito Páez con sus temas de siempre, aquellos que recogió en su último CD, Mi vida con ellas. También estaba Gerardo Gandini y su “atípica novena”, tal como fue presentado por el rosarino. Es decir, una formación anunciada como orquesta pero reducida a nueve cuerdas. Y dos viejos conocidos de Páez, el bajista Guillermo Vadalá y el baterista Jota Morelli. Con esta formación Fito Páez cerró el ciclo Intimos en el ND, el fin de semana pasado en el Ateneo, agregando funciones para mañana y pasado. Y en el show del domingo festejó su cumpleaños con un amigo que llegó con un par de regalos guitarra en mano y que contribuyó a que el concierto terminara a puro rock and roll: Charly García.
No es la primera vez que el rock acude a orquestaciones para vestir con ropajes clásicos a sus criaturas. Gustavo Cerati y Memphis La Blusera lo hicieron en el Colón, por citar un par de ejemplos locales (en la banda de Adrián Otero también metió la batuta Gerardo Gandini). Tampoco es la primera vez que Páez y Gandini se asocian para presentar un repertorio orquestado. Ocho años atrás mostraron algo similar en un concierto para Música Esperanza en el teatro Colón, del que también participó Miguel Angel Estrella. El año pasado se reunieron en Rosario y, en diciembre, en la Biblioteca Nacional. Los nueve músicos que integran la miniorquesta provienen, en su mayoría, de la Camerata Bariloche.
El problema con este tipo de ensambles es que no siempre encuentran aristas para encajar unas con otras. Y si bien Gandini no es precisamente un clásico (sus obras dentro del tango y la música llamada “culta” siempre apuntaron a tensar los géneros, a abrir nuevas líneas hacia afuera), las orquestaciones no siempre encajan del todo en el repertorio propuesto.
La amistad de Paéz con el pianista de los Postangos viene por el lado de la hija de Gandini, Alina, que formó parte de la banda del rosarino, y los músicos ya habían trabajado juntos para la música de la película Vidas privadas. “Buenos Aires, si no lo conocés, te presento al músico más grande de la República Argentina”, presentó Páez a Gandini. La cosa sonó mejor en Tumbas de la gloria, con un arreglo de cuerdas pellizcadas, o Mariposa Tecknicolor, que ahora sí, dijo de nuevo, con nuevas formas, sin sonar tan forzado.
El concierto prometió Clásicos de Páez y otros autores y Páez lo abrió con Desarma y Sangra, solo frente al piano. Más adelante, junto a la orquesta, mostró su versión de Muchacha ojos de papel. “Aparte de la panza de mi madre, de Rosario y de mis amigos, yo vengo de estos tres”, explicó antes de encarar el tema del tercero en cuestión, Litto Nebbia, El otro cambio, los que se fueron (cuando Nebbia lo grabó originalmente, en el disco Muerte en la catedral –1973–, también cantaba y tocaba el piano apoyado por una orquesta de cuerdas). Además de rendir su homenaje a esta trilogía de origen, Páez hizo una bella versión solo en piano de Vaca profana, de Caetano Veloso.
El repertorio se fue alternando entre temas con Fito y orquesta más Vadalá, otros en piano solo y versiones acústicas con Vadalá y Jota Morelli. Entre ellos, dos que merecerían ser grabados en un hipotético Páez acústico: ese canto autobiográfico que es Al lado del camino y una versión de Ciudad de pobres corazones que conserva la rabia esencial con que fue escrita. El domingo pasado Fito cumplía 42 (nació en el ’63, como todo el mundo sabe), y Guillermo Vadalá 37. Gandini les cantó el feliz cumpleaños, coreado por un teatro colmado de fieles, pero sobre el final llegó el regalo especial.
El que llegó fue Charly García, tanto más cortés y predispuesto que en algunos de sus últimos shows. Todos los músicos lo esperaron mirando hacia el costado en el último bis, Dar es dar. Pero Charly entró cuando el tema ya había terminado y entonces arrancó con Cerca de la revolución, en una notable versión. Siguió un ida y vuelta con el cumpleañero. “¿Lo sabés?”, le preguntó Charly, y lo invitó a hacer No soy un extraño, con Morelli y Vadalá. El siguiente tema lo tiró Páez: “Suena bien”, le dijo Charly. “Es tuyo”, contestó Fito, y sonó I’m not in love, del disco Influencia. Al final Charly anunció: “Tengo un regalito para vos”, y largó Los dinosaurios. Fito saludó y se fue pero los cientos de fanáticos que llenaron el Ateneo se quedaron muchos minutos, muchos más de los que indican los usos y costumbres, coreando ese himno con destino futbolero que Páez supo concebir: Dale alegría a mi corazón. Ya se habían ido los famosillos varios que poblaban la sala (Gastón Pauls, Gloria Carrá, Romina Gaetani, Fenna Della Maggiora, Carola Reina, entre muchos otros), pero ellos seguían allí, cantando, pidiendo. Esos chicos con remeras de discos viejos, o esa chica que se cosió con lentejuelas la lágrima de Naturaleza sangre en una musculosa, cantaron, cantaron, pero Fito no salió.

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Ante la respuesta de convocatoria, Fito agregó funciones para mañana y pasado.
 
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