ESPECTáCULOS › “CONOCIENDO A JULIA”, DE ISTVAN SZABO

Máscaras de una actriz

 Por Luciano Monteagudo

Todo parece estar en su lugar en Conociendo a Julia, una comedia ambientada en el mundo teatral londinense de fines de los años 30 y protagonizada con brío y personalidad por Annette Bening, en el papel de una diva de las tablas, que tiene a toda la ciudad a su merced. La reconstrucción de época, por supuesto, es impecable; la producción se nota generosa; el elenco que secunda a Bening incluye gente muy talentosa del cine británico, como Jeremy Irons, Michael Gambon y Rita Tushingham, y al frente del proyecto está un director muy fogueado en reflejar los usos y costumbres de otras épocas, como el húngaro István Szabó.
Y, sin embargo, a pesar del ritmo forzadamente ligero y chispeante, de unos diálogos afilados con sacapuntas por Robert Harwood, de la fotografía vistosa de Lajos Koltai, Conociendo a Julia da toda la impresión de ser, finalmente, una película sin vida, enmohecida, o de salón, para decirlo de una manera elegante, como saldría de la boca de uno de esos personajes snobs y sofisticados que retrata el film.
Lo primero que podría pensarse es que la culpa es de la novela Theater, que sirve de base a la película, escrita en 1937 por el inglés W. Somerset Maugham, un autor muy popular y prestigioso en su momento, pero que luego pasó al olvido sin que nadie se quejara demasiado. Pero en todo caso habría que preguntarse por qué el productor canadiense Robert Lantos y el director Szabó se interesaron en exhumar ese texto y qué actualidad y pertinencia les pareció que podía tener hoy.
Ya se sabe: los juegos de máscaras siempre le interesaron sobremanera al director de Mefisto y Encuentro con Venus, que aún en films alejados del mundo teatral, como Coronel Redl y Hanussen, se preocupó por encontrar la farsa y la impostura que se esconden por debajo del barniz social. A diferencia de la ambición de estos títulos, Conociendo a Julia no pretende inmiscuirse en la Gran-Historia-Europea sino en todo caso se propone como un pequeño divertimento sobre la hipocresía y el arribismo, valores negativos que el film, curiosamente, termina celebrando.

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