ESPECTáCULOS › TATO PAVLOVSKY REESTRENA SU OBRA “VARIACIONES MEYERHOLD”

Defensa de la imaginación

El actor y dramaturgo repone, dirigido por su hijo Martín, la obra en la que recrea la vida de Vsevolod Meyerhold, un artista ruso perseguido por oponerse al realismo socialista.

 Por Cecilia Hopkins

“No hay un texto fijo, todas las funciones serán diferentes”, se entusiasma Eduardo Pa- vlovsky cuando se refiere a Variaciones Meyerhold, su próximo estreno en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). Consustanciado con la figura del director teatral ruso Vsevolod Meyerhold (1874-1940), el actor y dramaturgo ya había ofrecido el año pasado algunas funciones, pero las hizo en calidad de work in progress. Ahora dirigido por su hijo, el músico Martín Pavlovsky (ver recuadro), el actor compartirá el escenario con Susana Evans y Eduardo Misch, los mismos que lo acompañaron en el elenco de La gran marcha, versión de Coriolano de Shakespeare que dirigió Norman Briski, hace dos años. La idea de producir una obra móvil, susceptible al cambio permanente, se basa, según afirma el propio actor, en su necesidad de “hablar del martirologio de un hombre perseguido y torturado por oponerse al realismo socialista y defender la imaginación”, tomando algunos aspectos de la metodología de dirección de quien, luego de pasar 4 años en el Teatro de Arte de Moscú junto a los maestros Stanislavsky y Dánchenko, decidió tomar distancia de las puestas naturalistas y el realismo psicológico.
Atraído por el simbolismo, Meyerhold creó su propio grupo (La Sociedad del Nuevo Drama) y dirigió espectáculos en los cuales el asunto de la obra se reelaboraba en función de la respuesta del público. Le interesaban las escenas planteadas desde una perspectiva de conjunto, iluminadas según las novísimas tendencias plásticas de comienzos de siglo, como el impresionismo, el expresionismo y el cubismo. Opuso al teatro naturalista la idea de romper con toda ilusión de realidad. Como hizo Brecht años después, Meyerhold aplicó en sus puestas el principio de la convención consciente. De esta manera buscó reemplazar la ilusión de la realidad por la realidad de la ficción. En 1917, con el triunfo de la revolución, fue nombrado jefe del departamento teatral del comisariado de educación. En esa época formó las brigadas de teatro trashumante y dio a conocer los postulados del Octubre Teatral, un plan ideado para reflejar desde el teatro la lucha de clases. Ya vuelto a su status de artista independiente, desarrolló su teoría de la biomecánica y dirigió un gran número de montajes no sólo de inspiración constructivista. Pero a partir de 1934, la crítica comenzó a mirar sus puestas con recelo para acusarlo, finalmente, de formalista y estetizante. El resto de la historia la cuenta Pavlovsky en Variaciones Meyerhold.
–¿Cuál fue la génesis del trabajo?
–Cuando comienzo a pensar en un nuevo espectáculo lo hago en términos no figurativos, a partir de lecturas e imágenes que surgen de improviso. Yo había leído un artículo sobre los últimos días de Meyerhold, de su martirologio a causa del realismo socialista y de Stalin. Y fueron apareciendo algunas de las escenas del espectáculo. Después empecé a leer acerca de sus ideas teatrales. Y comprobé que mi trabajo se acercaba en muchos aspectos al suyo.
–¿Se refiere a la improvisación, a la necesidad de cambiar el texto de un espectáculo de una función a otra?
–Sí, pero también a la importancia que le doy a la imaginación. Debe existir para no coartar un proceso revolucionario. Para Meyerhold –y para mí también–, el actor termina de construir su personaje con el público y puede descubrir cambios de sentido de las frases en escena porque debe tener la posibilidad de hacer variaciones. El era anárquico, tanto en su vida como en el teatro, en contacto permanente con artistas y arquitectos.
–Sin embargo, Meyerhold elaboró una metodología de trabajo muy rigurosa, la biomecánica...
–Sí, la biomecánica fue una herramienta física de entrenamiento, un instrumento para trabajar la idea del pensamiento del cuerpo y su ritmo. Pero no era suficiente para la formación del actor integral que estaba buscando. Necesitaba que un actor también leyera, escuchara música, visitara museos.
–En la obra se menciona la carta que escribe Meyerhold en la que declara haber aceptado bajo tortura los cargos que se le imputaban.
–Sí, me sentí muy afectado al leerla. En todas partes se dice que Meyerhold desaparece en el año ’39 y no se sabe más nada de él. Recién cuando la KGB abre sus archivos, en 1993, se conoce la versión oficial de su muerte.
–¿Cómo fueron los hechos?
–En el año ’23, de manos de Molotov, Meyerhold recibió la distinción de Artista del Pueblo. Pero tres años después hizo una puesta de El inspector de Gogol en la que, usando otros textos del autor, cambiaba el sentido a la obra. Tuvo un gran éxito, pero ésa es la primera vez que la crítica le cuestiona que el espectáculo no respondía al modelo de teatro propagandístico soviético. Stalin presionaba para que el teatro, que era un factor de propaganda más importante que el cine, reflejara las ideas del realismo socialista.
–¿En qué circunstancias fue apresado Meyerhold en 1939?
–Fue al día siguiente de haber participado del Primer Congreso de Directores Soviéticos, donde defendió su concepción del teatro, después de escuchar ataques feroces sobre su persona: formalista, simbolista, anticomunista, antistalinista, trotskista, agente alemán, espía inglés. Fue ingenuo al no darse cuenta de que estaba dictando su propia condena.
–¿Qué fue lo que dijo, concretamente?
–Allí, Meyerhold sostiene que el realismo socialista es un ataque a la imaginación creadora, que quienes lo practican son los cómplices del asesinato del mejor teatro del mundo. Que la imaginación es el alma revolucionaria por excelencia. Y que los espectáculos del realismo socialista son los más aburridos que se han hecho en la URSS. Al día siguiente lo apresaron. Y a los 20 días asesinaron a su mujer. Meyerhold fue golpeado salvajemente y se autocondenó firmando lo que el torturador quiso. Le escribe a Molotov (presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo de la URSS) para que se revea su situación, pero es inútil y lo matan en 1940. A mí me afecta, me conmueve su vida porque se relaciona conmigo mismo. También en nuestro país, la imaginación fue muy castigada: nuestra dictadura sembró el crimen y la tortura en los defensores de la imaginación y la crítica.

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Tato Pavlovsky: “La imaginación es el alma revolucionaria”.
 
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