ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A SILVIO LANG, DIRECTOR DE “LA MUSICA”

“El que recuerda se expone siempre a la desesperación”

El teatrista pampeano cuenta cómo tradujo escénicamente la cosmovisión de Marguerite Duras, la autora de la obra que montó en La Carbonera.
En la puesta, Lang buscó capturar el aire cinematográfico del texto.

 Por Cecilia Hopkins

“La Pampa es una provincia joven, sin una tradición teatral, por eso digo que el suyo es un teatro del olvido, costumbrista”, decía hace un año el director pampeano Silvio Lang en una entrevista con Página/12, al definir las razones por las cuales decidió, a los 13 años, estudiar teatro en Buenos Aires. Ya establecido en esta ciudad y con 26 años (desde hace 8 que estrena regularmente) el director de la premiada Tango Nómade parece haberse alejado un poco de los recursos expresivos identificables con las llamadas nuevas tendencias escénicas. Al igual que en la anterior Kadish, Lang vuelve a apostar al discurso verbal y a los ritmos distendidos. En su puesta de La música, de Marguerite Duras (en La Carbonera, Balcarce 998, los domingos a las 20.30), el director captura el aire cinematográfico que caracteriza la obra de la autora de El amante de la China del Norte, nacida en Saigón en 1914, muerta en París en 1996.
Una pareja se encuentra por última vez en un lugar neutral para dar por concluidos los trámites de divorcio y para conversar acerca del destino de algunos objetos que antes compartían. Entre la obstinación y la debilidad, una mujer y un hombre (Silvina Fernández y Diego de Paula) componen una pareja afectada por las evidencias del paso del tiempo y la devastación inexorable de un proyecto que supo unirlos. La obra fue preestrenada en el marco de los Encuentros Teatrales entre Francia y América latina, organizados por el programa Tintas Frescas.
–DesdeTango nómade a La Música, pasando por Kadish, fue variando su registro actoral, rítmico, narrativo. ¿Cómo describiría ese tránsito?
–Esa variación está sujeta a mi compromiso en el proceso de descubrir quién soy y qué puedo hacer de mí, lo cual implica aprender las diferencias que existen entre las limitaciones accidentales que debo superar y las limitaciones inherentes a mi naturaleza que no puedo dejar atrás impunemente. Por lo tanto, el tránsito responde a esa tarea humana de autoconstitución que implica la identificación; y ahí me voy quedando con lo inconmensurable de la imaginación y los fenómenos humanos. Si puedo variar es porque no estoy preso en una carrera de director, no soy una “marca” en el mercado del teatro. Elegí ser un artista, pese a que en la cultura neoliberal eso resulte ser demodée y obsceno.
–La obra de Duras contiene un tratamiento del tiempo muy singular. ¿Cómo lo definiría tomando en cuenta su espectáculo?
–Sí, la estructura temporal en Duras está fundida en el discurso de los personajes, que no hablan más que de su relación con el tiempo. Todos los discursos convergen obstinadamente hacia la tarea desgastante, dolorosa, de recrear los contornos del pasado, de “reencontrar” antes que narrar. Duras nos sitúa en el grano de la teatralidad, en su centro irradiante. Ella nos habla de “lo terminado”, y tal es la naturaleza del acontecimiento teatral: lo que muere segundo a segundo en el “aquí y ahora” de la representación, allí donde ésta implica “ser”. Los personajes de Duras están obligados dolorosamente a representar un tiempo pasado que únicamente existe en la memoria y el lenguaje. Y recordar es siempre exponerse a la desesperación, ya que el tiempo pasado del verbo “ser” no da por sentada otra cosa que la realidad de la muerte. Pero sin la fecunda ficción que es la historia, sin esa vivacidad sin fisuras que es la del pasado elegido, nos convertimos en sombras planas. Recibir a la muerte es dotar a la vida de sentido. La tarea con los actores, Silvina Fernández y Diego De Paula, se circunscribió entonces a penetrar y habitar la cosmovisión de la autora.
–La Música tiene un estilo muy cinematográfico. ¿Se trata de un efecto buscado desde un comienzo o fue surgiendo en los ensayos?
–Duras escribió La Música por encargo de la televisión inglesa para una serie titulada Love Stories en 1964. Al año siguiente escribió la pieza teatral y en 1966 correalizó con Paul Seban la película, que fue su ópera prima. Ahí ya estamos ante un origen y un devenir cinematográficos. No obstante, Duras, en la descripción de la pieza teatral escribe: “La puesta en escena debería ser de carácter cinematográfico. Iluminación violenta de los rostros, que equivaldría a los primeros planos y, a veces, un fundido a negro de esos mismos rostros que caen en la oscuridad”. Mi deseo es el de Duras; como cuando uno ama y quiere realizarle el deseo al otro.
–¿Cuáles fueron las repercusiones en Santa Rosa,en referencia a la entrevista aparecida hace un año en Página/12, en la que hacía mención a falta de continuidad de las políticas culturales en su provincia?
–Lo esperable en estos casos: los funcionarios de la provincia salieron a defenderse en lugar de plegarse a la fuerza transformadora que podía surgir de la discusión. Ninguno de ellos pudo responder ante mi interpelación por el destino y el acceso a los fondos públicos. Me “llamaron a silencio”, legitimando esa política asistencialista y extorsiva que en lugar de ser un paliativo se eterniza en el tiempo por conveniencia de sus principales beneficiarios, los funcionarios. Hay que entender que la sociedad pampeana es profundamente autoritaria e hipócrita; durante décadas responde como las mafias, los fanáticos religiosos o los totalitarismos del siglo XX al mando de un jefe único. Lo político, esa dimensión de decisiones colectivas nunca tuvo lugar y en su reemplazo se incubó el consenso, es decir, la obediencia o el asentimiento indeliberado de las cosas.

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Lang apuesta en La Música al discurso verbal y a los ritmos distendidos.
 
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