ESPECTáCULOS › ULTIMOS CAPITULOS DE “24”

La serie estadounidense que atravesó todos los límites

A punto de terminar su cuarta temporada, el ciclo de la Fox reivindica la tortura como método para defender a EE.UU. del terrorismo.

 Por Mariano Blejman

Estas sensaciones quedan después de ver los últimos capítulos de la serie 24: para salvar a la humanidad de la amenaza nuclear hay que torturar a como dé lugar, hay que moverse ilegalmente, invadir territorios extranjeros fuera de cualquier norma establecida, hay que disparar primero y preguntar después, los informes de Amnesty International son pura blasfemia, los chinos y sobre todo los musulmanes son peligrosos (es genético). La situación está así: quedan tres capítulos para terminar la cuarta temporada de la serie que se repite los lunes a las 21 y se da su capítulo estreno a las 22 por la Fox. El problema es que en estos momentos (entre las 4 y 5 de la mañana) hay una bomba nuclear sobrevolando alguna ciudad de Estados Unidos: fue robada por un grupo terrorista islámico a los propios norteamericanos, en su territorio, usando su propia tecnología con asesoramiento de un chino, y algún infiltrado de alto nivel que se develará en los próximos capítulos.
La multipremiada serie protagonizada por Jack Bauer (Kiefer Sutherland) que sucede en tiempo real, empero, está ofreciendo giros extraños. Todavía no se sabe qué va a pasar con la famosa bomba (si va a explotar o no, aunque en Estados Unidos obviamente ya se emitió), pero a esta altura es lo de menos. La CTU (Counter Terrorist Unit) de Estados Unidos ha dado por tierra con las normas políticamente correctas que alguna vez tuvo. Lo mejor de la segunda temporada era que 24 se había regodeado con un sistema de premoniciones que le permitía ir “adelantando” capítulo a capítulo lo que sucedía en la vida real. Mientras salía al aire, la inteligencia británica quedaba en la encrucijada por haber tergiversado el informe sobre las supuestas armas de destrucción masiva que había en Irak, y uno de sus científicos más prestigiosos aparecía “suicidado” en las cercanías de su casa. En la serie, semana a semana, se iba develando que la amenaza que aparentemente venía de países islámicos era en verdad un negocio de la derecha norteamericana para reflotar la industria armamentista.
La cuarta temporada rompió los límites: el umbral de tolerancia se fue corriendo con menos sutileza que las diatribas emitidas por la cadena Fox. Algunos capítulos atrás, los antiterroristas detuvieron a un ciudadano norteamericano que tenía información sobre el paradero de Marwan, un terrorista dispuesto a vengar la matanza de árabes a manos de los estadounidenses. El hombre no hablaba, entonces había que torturarlo. Los terroristas enviaron en su defensa a un organismo que según la política exterior de EE.UU. suele ser un estorbo: Amnesty International le puso un abogado que logró evitar la tortura de su representado. El guión de 24 logró que el televidente vociferase frente a la pantalla: “por favor, tortúrenlo”. Para evitar escándalos, Bauer renunció a su trabajo, lo esperó a la salida y lo torturó a título personal.
Eso no es todo: en los últimos capítulos, el equipo antiterrorista descubrió que un ciudadano chino estaba implicado en la venta de información nuclear, y el chino, enterado de que su pista había sido descubierta, corrió a esconderse en su embajada. Los norteamericanos les pidieron permiso a los chinos para llevarse a su presa con un respeto y una prudencia que no habían mostrado con ningún otro país en conflicto. A los chinos se los respeta, pero tampoco tanto: los orientales se negaron a entregar a su ciudadano, y los yanquis se metieron por la fuerza rompiendo los tratados de las Naciones Unidas. Más allá de lo que suceda esta noche, Bauer y los suyos parecen haber emprendido un sendero más acorde con ciertos discursos oficiales, aunque bastante menos luminoso.

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Kiefer Sutherland es el temible Jack Bauer.
 
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